L.4.

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Salí al bancón, mis pulmones ansiaban el humo que prometía esa cajita de metal escondida entre las medias. El mar se ve blanco por la noche. ¿Es niebla lo que lo provoca?

Se escuchaba la música desde ahí, "que pena que no se vean las estrellas hoy" pensaba. Los murmullos escondidos entre las canciones eran en otro idioma, no lo entendía, más sonaban felices.

Levante el vestido con cuidado tras mirar a ambos lados y saqué de mis medias la cajita. La abrí, sacando un cigarrillo que coloqué entre mis labios.
Mientras volvía a ocultar la cajita en un complicado movimiento de manos un fuego apareció cerca de mis ojos.

Me aparté de un brinco casi quemando el oscuro cabello.

Unas risas nerviosas se oyeron en la sombra, era una mujer, pero no de verdad. En la oscuridad no se veía bien su figura, la luz de la fiesta no llegaba a sus piernas, ni cintura, ni torso, solo se contemplaba una sombra, una promesa de una mujer, un fuego sujetado en esta oscuridad.
- Gracias.- Susurré a esta sombra. Acercándome a encender el cigarro. Ella olía bien, olía a mar.
La sombra se inclinó, y desapareció. Me di la vuelta esperando ver a alguno de los comensales boquiabierto en la puerta del balcón ante esta interacción pero, en efecto, no había nadie.
Mi corazón latía rápido. ¿ Tan sola me he sentido siempre? La música iba lento, debían estar bailando en parejas dentro. Este continuo deseo de emparejarnos se me está haciendo pesado. Una a veces no puede con el sentimiento. Imagina la sombra de otra mujer, imagina el abrazo de alguien en la cama. Una no debería sentirse sola consigo misma. ¿Que necesidad hay de otra piel en la noche? Siempre es ahí, en la noche.
Como te odio.

Almas VerdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora