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Faltaban menos de 2 semanas para el matrimonio, y Junhui ya se encontraba muy impacientado, tal como si él fuese el novio. Hace varias semanas que ya habia confirmado su asistencia y esa misma semana habia comprado el traje que le pareció más bello para asistir, porque creía que ninguno de los ternos de su extenso armario era lo suficientemente perfecto para asistir a la boda.

Sabía perfectamente que una de las reglas implícitas en un evento nupcial, era no ir llamativo para no quitar la atención de los novios, como serían los anfitriones, debían ser quienes más destacaran.

Una mierda.

Se habia comprado un traje oscuro con sutiles detalles color dorado, e incluso una chaquetilla a juego que le pareció ideal. Compró un par de joyerias como accesorio e incluso pensó en tal vez recortar un poco su cabello o incluso teñirlo. Aunque decidió desechar la idea por unos segundos, tal vez hubiese sido propasarse demasiado... o tal vez no.

Teñirse el cabello.

Algo tan vago como eso, le recordaba inevitablemente al más joven. Recordaba perfectamente como ayudó a Minghao a teñirse el cabello de distintos colores cuando eran novios, y quizo hacerlo. No importó que aquello le apenara y le hiciera sentir nostálgico, se teñiría el cabello. No quizo ir a la peluqueria a la que solía frecuentar, solo compró lo necesario y lo hizo en el baño de su casa, con los recuerdos de Minghao en su cabeza mientras mezclaba el decolorante que le hacía arrugar su nariz y estornudar. Y agradeció mentalmente al pelinegro por haberlo hecho aprender a como teñir correctamente, como si fuese un peluquero novato. Y aunque el decolorante le ardiera como la mierda en su casco, obtuvo un rubio radiante como resultado.

Tenia casi todo listo, todo preparativo para asistir a la boda tal como si fuese la suya, aún sabiendo que era una completa desilusión que no fuera así.

El único detalle que faltaba, era el regalo.

Jun tuvo suerte de tener un dia libre entre medio de la semana, asi que decidió salir en busca del regalo de bodas perfecto. Y en momentos como este, agradecía ser actor, pues podría regalar lo que quisiese sin tener que ver el presupuesto dentro de su billetera. Pero solo tenía un problema, ¿Que se suponía que debía regalarle a una pareja de recién casados?, bueno, no era como si solo le dificultara encontrar algo, si no que le sacaba de quicio tener que pensarlo. Admitirse a sí mismo que el hombre que más habia amado —y que aún ama —, era la pareja estable de alguien más... ¡Y que se casaría con ese alguien!. Mierda, hacia su sangre hervir de rabia y envidia. Si, porque cada cosa que pensaba, era en pensar en la pareja usarlo.

¿Un par de cuadros para decorar la sala? ¿Un juego de sábanas para la cama compartida? ¿Un set de finas toallas de baño? ¿Algun electrodoméstico? ¿Pijamas elegantes de pareja a juego?.

Suspiró con el ceño fruncido viendo entre cada tienda a la que entraba y salía sin que nada terminara de convencerlo. Estaba al tanto de que tambien la gente solía regalar dinero a las parejas recién casadas, y en realidad nada le detenía al respecto para solo regalar una giftcard, un cheque o una transferencia, pero él no quería eso. Jun quería regalar algo creativo, algo ingenioso que le hiciera saber a Minghao que el regalo era suyo. Que aún después de tantos años, seguía conociendolo como la palma de su mano y estimándolo como a nadie para regalarle algo único. Algo que fuera significativo quizá para ambos, tal vez algo íntimo entre los dos que nadie más supiera, que le hiciera recordar los dias que estuvieron juntos.

Porque sí, Junhui se negaba rotundamente a aceptar que Minghao no guardaba aunque fuese un pequeño pedazo de su corazón que le perteneciese, que siguiera siendo suyo. Y podría jurar que Xú en realidad no solo le guardaba mucho cariño, si no que aún lo amaba. Tal vez no tanto como él lo hacía, tal vez nisiquiera tanto como amaba ahora a Soonyoung. Pero se aferraba a la idea de creer que una parte de Minghao seguía siendo de Jun, y daba por hecho de que debía ser lo mismo para el menor.

Y mientras seguia caminando vagamente, observando las vitrinas y aparadores de las tiendas con desinterés, tuvo la respuesta. El regalo perfecto, y en cuanto tuvo la idea, sabía que tal vez sería arriesgarse un poco, pero no le importaba.

El regalo perfecto debería estar en sus manos aunque fuese un dia antes de la boda, costase lo que costase.

Porque sabía que buscase cuanto buscase, no encontraría un juego de té tradicional chino, y de hacerlo, no sería lo suficientemente lindo como para regalarselo a Minghao. Asi que a penas se dejó llevar por su cabeza, se comunicó con un par de contactos de su pais natal, consultando y preguntandole a quien fuese hasta poder encargar el regalo de bodas. Y claro que no quedaría solo en eso, tambien se aseguraría de comprar una fina y elegante caja con una colección de té para el menor.

Poco le importaba que fuera un regalo más certero para el pelinegro que para su matrimonio o para la casa que compartían, pero tenía la certeza de que era su mejor opción.

Recordó sus dias de universitario en donde visitaba a Xú en el departamento que compartía con Mingyu, su mejor amigo. Y esperaba que Minghao aún mantuviese ese gusto por el té, porque de ser así, no podría ni imaginar el rostro de felicidad para cuando abriera su regalo de bodas.

. . .


Era el invierno más frio que habia sentido hacia varios años. Habian llegado bastante tarde al departamento del menor tras haberse quedado estudiando juntos en la biblioteca de la universidad. Afuera hacia un frio terrible, un viento que golpeaba de frente y te helaba el rostro por completo, dejandote la nariz congelada.

A pesar de estar muy abrigado y haber guardado sus manos en los bolsillos todo el camino, sentia sus dedos entumidos del frio. Asi que una vez llegados al hogar de Minghao, unió sus manos frotándolas entre ellas, incluso exhalando aire de su boca en un inutil intento de hacer que entraran en calor. Habian comenzado a salir hace relativamente poco, era una de las primeras veces que Wen entraba en el departamento de Xú.

¿Quieres un té o un café? —Preguntó el chino dirigiendose a su cocina para hervir agua, aún entumido de frio.

Creo que prefiero un té por ahora. —Contestó Jun siguiendo los pasos del más joven hasta llegar a la cocina.

¿De que sabor quieres? —Cuestionó Minghao dando vuelta el cuerpo, apoyándose en la encimera, escondiendo sus manos bajo sus hombros para entibiarlas.

Pues... ¿De que sabores hay? —Preguntó con duda, ya que para él, solo existian al menos un par de sabores. Sabores que él podría contar con los dedos de una mano y probablemente le sobrarían uno o dos dedos.

Xú se dió la vuelta para abrir uno de los estantes de la cocina, dejando ver una amplia variedad de cajitas de distintos colores con bolsitas dentro de ellas. La mandibula de Jun cayó por unos segundos, sintiendose incrédulo y un completo ignorante.

Hay té negro, verde, blanco, rojo, amarillo, de cedrón, con canela, con jengibre, con miel, de manzana, de limón y de naranja. —Habló luego de echarle un vistazo a las cajas de colores. —Ah, tambien hay infusiones de menta y manzanilla. —Comentó con una sonrisa para luego mirar de reojo la divertida cara de sorpresa del mayor.

¿Y no hay té normal? —Cuestionó alzando las cejas, con un tono de voz tímido y apenado.

Minghao no pudo evitar echarse a reir ante la pregunta del mayor, como si fuese el mejor chiste que hubiese escuchado en toda su vida. Jun rió nervioso sintiendose un tanto contagiado por la risa del menor, sin comprender del todo exactamente a que se debía su ataque de risa, pero sintiendose extrañamente avergonzado.

Té negro entonces. —Dijo aún risueño sacando dos bolsitas de té luego de limpiar la lagrima que habia caido por su mejilla luego de tanto reirse.

Y fue el mejor té que habia tomado.

Solo despues de eso, Jun se aseguraría de investigar sobre los tipos de té, incluso, de buscar teterías en la ciudad para sus futuras citas.

『 婚禮 』𝑱𝒖𝒏𝒉𝒂𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora