Capítulo 11

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Tres y media de la madrugada. El reloj de la sala nunca había azotado su segundero con tanto énfasis y en el impasible silencio de la noche su sonido les parecía enloquecedor. Un esporádico maullido, triste, melancólico, también les arañaba los oídos con sus agudas garras. El animal parecía haber sentido el olor a muerte en sus cuerpos, pues apenas al acercarse a darles la bienvenida, había huido despavorido, y desde entonces no había bajado del estante más inaccesible de la biblioteca. Todos los objetos de la casa parecían rechazarlos, como si reconocieran lo que eran, como si ahora supieran en lo que se habían convertido... Sobre la cama matrimonial de los Lee, tal vez donde el mismo Minhyuk había sido engendrado, sentados uno frente al otro, los dos amantes se miraban en silencio.

Con las ropas tan manchadas como sus conciencias, las pupilas dilatadas y los labios tensos, aguardaban sin saber qué esperar. El tiempo en el reloj pasaba demasiado rápido en un mundo que se había detenido para ellos, un mundo que los repelía, reverberando en sus conciencias la cruda verdad: ...Asesinos.

-Debemos escapar.

Hyungwon, tan directo como siempre, fue el que decidió romper al fin ese inquebrantable silencio que los había sofocado por horas. Minhyuk no respondió. Aunque ya no lloraba, no había variado su expresión vacía, oscuramente resignada, que le había dejado impresa aquel último disparo, aún resonando en sus oídos.

-Me odias -dijo con una voz tan calma que parecía irreal.

-¿De qué hablas?

-Me odias por haberlo matado- aseguró, mientras el rubio hundía el rostro entre sus manos ahogando un suspiro-. Yo odiaba a mi padre, pero tú... tú querías a Kihyun... él tenía razón en todo lo que dijo, ¿no es así? Lo quieres...

-Eso ahora ya no importa -susurró Hyungwon abrazando sus piernas, la frente apoyada sobre sus rodillas-. Tenemos que pensar qué vamos a hacer. Hay que decidir algo rápido.

-Supe que era verdad cuando seguiste defendiéndolo -continuó Minhyuk con la misma calma de antes, cual si hubiera sido invitado a confesarse-, pero no sentí nada malo hacia ti, te lo juro, sólo odio y envidia hacia él... Le disparé a conciencia -admitió en un susurro-. Tú lo hiciste casi por inercia, pude verlo, había algo extraño brillando en tus ojos, cegándote, como si no estuvieras allí realmente... pero yo no lo hice así.

-Minhyuk, por favor...

-No estaba tan fuera de mí -prosiguió con suavidad-. Simplemente sentí demasiado odio por él y quise verlo muerto -confesó con los ojos cerrados-. No vengué a mi padre... me vengué a mí mismo.

-No me des explicaciones, no quiero oírlas. No quiero oír más sobre esto... Haber perdido la razón no me hace menos asesino, por favor, mi conciencia será suficiente para recordármelo hasta que muera, no necesito que tú también lo hagas... No te odio, ¿de acuerdo? Te amo, te amo, pero no hay tiempo para filosofar ahora, tenemos que huir, y tenemos que hacerlo rápido.

Sin responder, Minhyuk desvió la mirada. Con mucho cuidado quitó la toalla ensangrentada que mantenía presionada contra la herida de Hyungwon y la cambió por una nueva.

-Necesitas un médico -indicó, ignorando la mirada de expectación clavada sobre él-. Esta herida sangra demasiado.

-¡Al diablo con la herida! No pienso ir a un hospital para que me arresten antes de entrar. Debemos escapar ahora, si nos encuentran de poco servirá contarles nuestra historia.

Silencio. Demasiada espera para un planteo tan simple.

-... no voy a huir.

-¿Qué dices?

-No voy a huir -repitió Minhyuk con calma, sin mirar de frente, obligándose a ocupar sus manos y su mente en presionar la toalla limpia sobre la herida que intentaba curar.

Sangre sobre el hielo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora