Arboles. Arboles. Arboles.
Oh, ¡que sorpresa! otro árbol. Xavier piensa si en los próximos kilómetros habrá tantos de estos odiosos árboles, que entrarán a esas tierras mágicas de las que tanto hablaba Ximena. No, mejor no pensar en cosas deprimentes, se dijo, ya el viaje y la vida son suficientes.
De pronto un bache lo trae de vuelta a la realidad, incluso si no la quiere aceptar. Mira el rostro de una mujer sonriente, y no siente más que disgusto. ¿Por qué se esforzaba tanto en sonreír? Lo entiende, pero ella está en el límite de madre sonriente y un villano de Batman.
Cambia de lado y una nuca de cabello canoso, pero no tanto, se asoma del asiento del conductor. Bueno, eso y un montón de paquetes vacíos de galletas y dulces. Adiós a los planes de llegar a los 60, piensa Xavier, aunque tal vez ese es exactamente el plan. ¿Quién sabe? Un adulto callado y nostálgico suele ser más complicado de tratar. O eso le dice su corta experiencia de 16 años.
¿A dónde íbamos? les pregunta por cuarta vez, con el mismo tono sarcástico por cuarta vez. Y le responde su mamá por cuarta vez "Eso no es lo que realmente te importa, ¿o sí?". Carajo, ella es más terca en su optimismo, que él en su sarcasmo. Denle un bolso lleno de cemento para llevar a un orfanato, y calzada de zapatillas con cristales, y Beatriz lo hará sonriendo todo el camino. Con lágrimas en los ojos y dolor en brazos y piernas, pero sonriendo.
Por eso no entiende porqué eligió a su papá como esposo. Atractivo no es, aunque tampoco es un monstruo asqueroso con baba. Tiene cara de tipo común, de un deprimido y serio tipo común. Son como una de esas parejas de hielo y fuego, de tormenta y calma. Sebastián y Beatriz.
Mirando a su alrededor, un poco para salir del ensimismamiento, otro poco para acordarse donde puso sus auriculares, las cajas lo miran y se asusta. Si, se asusta, no porque Xavi, como le dicen sus primos (ya que amigos no tiene), sea un miedoso. Sino por las caras sonrientes pintadas en cada una de las malditas cajas que caben en esa camioneta. Atrás, en la caja de la camioneta, se levantan como una pesadilla decenas de cajas sonrientes, todas mirando para él.
Si su mamá tenía ideas, nunca eran comunes. Comola idea de poner todo el equipaje en cajas, la idea de pintarles a cada cualuna cara sonriente con pintura rojo sangre y, encima, apuntando al conductor,para que "se mantenga alegre". O la idea de mudarse a principios deaño al lugar más lejos posible de casa, después de que muriera su hija, lahermana gemela de Xavi, hace poco menos de cinco meses
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Lo ausente de Xavier
AdventureEl dolor no es el mejor compañero, pero es quien más nos acompaña en los momentos difíciles. Y de eso puede hablar mucho Xavier Crowley, pero, conociéndolo, no querría hacerlo. Acompañenos en esta aventura, donde las decisiones de un adolescente en...