¿Compañeros o rivales?

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Carlos




Me despierto en mi casa en Madrid. Todavía tengo unos días libres antes de que la temporada empiece definitivamente, pero mañana tendré que viajar a Italia, de nuevo.

Adolfo está a mi lado, todavía durmiendo. Sí. Dormí con él anoche.

Desde que cumplí los 18, he sentido una atracción especial hacia hombres mayores, apreciando su experiencia y la pasión que solo ellos pueden tener en la cama.

Adolfo es un reconocido arquitecto en España. Al igual que yo, lleva una doble vida y tiene mucho que perder si alguno de los dos abriera la boca. Adolfo está casado y tiene hijos, por lo que ha inventado una excusa para poder pasar tiempo a solas conmigo, ocultando nuestros encuentros bajo el velo del secreto. Creo que le dice a su esposa que tiene un viaje de negocios cada vez que viene a pasar un fin de semana conmigo.

Mi vida está llena de encuentros clandestinos con hombres que, al igual que yo, están en el clóset, ocultando su verdadera orientación sexual por diversos motivos. La discreción y la confidencialidad son fundamentales en nuestras vidas, ya que salir a la luz pública podría poner en riesgo nuestras relaciones personales y profesionales.

Cada encuentro fugaz es una oportunidad para compartir momentos de pasión y complicidad, sabiendo que solo podemos disfrutar de ellos en la intimidad y en el secreto. Aunque a veces siento la tristeza y la frustración de no poder ser plenamente visibles en el mundo, encuentro consuelo en la compañía de aquellos que entienden y comparten mi realidad. Mi vida es un equilibrio delicado entre la satisfacción de seguir mis propios deseos y la carga de ocultar mi verdadero ser. Aunque esta situación pueda parecer complicada y dolorosa, encuentro fuerza y consuelo en la compañía y el apoyo mutuo que tengo con mis amantes.

Me asusto cuando el timbre de la mansión suena y veo la hora en el reloj digital que tengo sobre mi mesa de noche. ¡Puta madre! Son las 10:00. Mis padres me dijeron desde hace dos días que vendrían a despedirse de mí, aquí, en mi casa, y yo creía que iba a escuchar la alarma más temprano para alcanzar a despachar a Adolfo antes de que ellos llegaran.

—¡Adolfo! ¡Despiértate! —le digo al tipo, casi que haciéndolo caer de mi cama —. ¡Mis padres están aquí!

Le indico a Adolfo que se esconda rápidamente, buscando cualquier lugar donde no pueda ser descubierto. La tensión llena el ambiente mientras me apresuro a vestirme y recibir a mis padres. Mi padre, en particular, tiene un nivel de control sobre mi vida que me resulta asfixiante.

Mi padre es una figura dominante y autoritaria, con la capacidad de acceder a mi casa con solo su huella digital. Su presencia es intimidante y su control sobre mi vida es excesivo. Si descubriera la verdad sobre mi orientación sexual y mis relaciones ocultas, las consecuencias podrían ser desastrosas.

Aunque amo a mi padre, también temo su reacción. Su falta de comprensión y su tendencia a ser invasivo y tóxico a veces me recuerda al padre de Max Verstappen, famoso por su carácter explosivo y por controlar a su hijo hasta decir basta. En mi caso, sé que tengo que seguir ocultando mi verdadera identidad para protegerme y evitar el conflicto con mi familia.

Me pongo un pijama para que mis padres sepan que yo estaba durmiendo, y me aplico un poco de perfume para tratar de disimular el olor a sexo. No quiero que sepan los cuentos en los que ando, aunque, si se llegan a percatar de que tuve una noche un poco agitada, supondrán que fue con una mujer.

—¡Hola, cariño! —me saluda mamá apenas abro la puerta, y me da dos sonoros besos, uno en cada mejilla —. ¿Te acabas de despertar?

—Sí...no escuché la alarma —explico, y después paso a saludar a mi padre —. Hola, pá.

Amor sobre ruedas (Charlos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora