Siempre fui muy impulsiva, mi padre reía y decía que eso lo había heredado de él, al mismo tiempo que se preocupaba por ese aspecto de mi personalidad. Algo que le había traído tantos problemas a el seguro no sería bueno para mi. Pero hoy mi impulsividad había rosado los límites. me había entregado en bandeja de plata a un hombre que apenas había conocido hace un par de días. Había disfrutado del sabor de sus labios y ahora me embriagaba con su aroma mientras el me sostenía entre sus brazos.
Nunca había negado que miguel resultase el hombre mas atractivo que podría haber conocido jamás, pero la atracción por sí sola, por más fuerte que sea, nunca había servido de mucho en temas del corazón. Lo que me había rendido a sus pies tan rápido era esa personalidad. Odioso y malhumorado de a ratos, sensible y comprensivo muy en el fondo. había algo en esa mirada, orgullo, temple, decisión… no podía decirlo con certeza.
Yo creí que era impenetrable, osco y escurridizo. Que un hombre como el no tenía ni una sola debilidad que pudiese derrumbarlo. Hasta que vi dentro de él y descubrí que ya estaba en ruinas. Si nadie podía lastimarlo era por que no quedaba ninguna parte de él que lastimar, todo estaba hecho añicos.
Le devolví el gesto y dejé que se refugiara en mis brazos un poco más. Pronto ambos tendríamos que volver al mundo real y hablar sobre lo sucedido. Mientras tanto solo quería seguir oliendo la mezcla de café y menta que emanaba de él.
Lentamente se alejó de mi lo suficiente como romper el abrazo, pero no tanto como para que nuestros alientos no se entremezclaran. Con su frente pegada la mía y sus manos sujetándome por la cintura pude sentir que hacia lo posible por mantener el control de la situación.
-Se hace tarde… y mañana hay mucho trabajo que hacer – susurré casi contra sus labios. Las cosas que en realidad quería susurrarle se quedaban atrapadas en mi garganta y morían antes de salir por mi boca.
Miguel se separó un poco más, sopesando mis palabras. Si bien podríamos quedarnos toda la noche entre besos y cariñitos ambos sabíamos que el trabajo que estábamos haciendo era más importante.
-Debes estar agotada – contestó pasándome un mechón de cabello detrás de la oreja.
-hambrienta es la palabra correcta –
Y era la verdad, un café no me quitaría el hambre atroz que venía arrastrando durante todo el día. Si bien nuestro pequeño momento había hecho que me olvidase hasta de mi nombre, ahora luchaba por qué mi estómago no se comiera a sí mismo.
Por la expresión de miguel deduje que yo no era la única a punto de morir por inanición y eso me hizo soltar una risita estúpida.
-tendremos que pasarnos a ver si la cafetería sigue abierta – dijo rascándose la parte de atrás de la cabeza, avergonzado por no haber pensado antes en eso.
-¿no está siempre abierta? –
-eso sería explotación laboral – me colocó una mano en la parte baja de la espalda para que comenzáramos a caminar a la par.
Me di cuenta que miguel disfrutaba mucho del contacto, ya sean pequeños roces o algo más directo. Desde que había puesto sus manos sobre mi no las había vuelto a despegar. Ese pequeño detalle hizo que un hormigueo se instalase en mi vientre. Esta vez no eran ni mariposas, ni avispas, era una bandada entera de aves, aleteando dentro de mi de forma descontrolada.
De pronto sentí que el silencio entre los dos era demasiado e intenté pensar rápido en cualquier cosa para romperlo. Era una necesidad latente que había creado con el tiempo, no soportaba el silencio y menos estando acompañada.
-¿Por qué tu laboratorio es tan oscuro? Los demás que me enseñaste parecían mejor iluminados – pregunté
-Es por mis ojos, no son como los de los demás spidermans – me fije en ellos y a parte del color carmesí en sus pupilas no noté nada fuera de lo común – veo perfectamente en la oscuridad y mi rango es mucho más amplio, pero no tolero muy bien la luz, un rayo de sol podría dejarme ciego por unos minutos –
- entre eso y los colmillos eres más vampiro que araña – bromee y me reí para mis adentros imaginándomelo ciego por el sol, intentando ubicarse con las manos. - ¿a parte de eso que otras cosas tienes diferentes? –
-no tengo sentido arácnido y tampoco puedo adherirme a las paredes – levanto la mano que no tenía en mi espalda y sacó sus garras, como cuando le aprietas la patita a un gato – estos espolones son lo único que me ayuda a escalar –
-a si que por eso tienes esa espalda – al no adherirse tenia que usar la fuerza bruta para escalar, cargando con el 100% de su peso corporal. y midiendo dos metros no es poca cosa. -¿algo más? –
- no sabia que fueras tan curiosa – dijo alzando una ceja, dándome sutiles caricias con el pulgar mientras su mano se aferraba a mi cintura.
Carraspee antes de hablar, tratando de que las palabras no me salieran con nerviosismo – ya puedes comenzar a acostumbrarte, me gusta hacer preguntas – fingí que su contacto no hacia que los pájaros en mi interior salieran aleteando por mi boca.
-puedo acostumbrarme – susurro con una sonrisa de lado y yo sentí que las piernas se me hacían gelatina y el suelo se deshacía bajo mis pies.
Nunca fui de las adolescentes que suspiraba por sus compañeros de escuela. En la pubertad podía contar con los dedos de una mano los chicos que me habían llamado la atención. Para mi edad siempre fui muy recatada o más bien frígida. Quería creer que era por que tenía estándares inalcanzables pero la realidad es que me avergonzaba de mis sentimientos. Siempre fui muy tímida, pero sabía ocultarlo bien bajo una máscara de sarcasmo y bromas de mal gusto.
Ahora la máscara pendía de un hilo y Miguel tenía las tijeras listo para cortarlo. Me tenía temblando con una mirada y yo no podía sentirme más avergonzada.
-¿pasa algo? – preguntó cuando comencé a evitar su mirada para que no notará que la vergüenza me estaba matando por dentro.
-nop – negué e intenté cambiarle el tema – no me terminaste de hablar de tus… ¿cualidades? – pregunte si saber como llamarle a las particularidades que teníamos cada uno de los spiderman.
- a parte de la fuerza aumentada, los reflejos y la telaraña no hay mucho más que destacar – arquee una ceja, dándome cuenta que estaba evitando algo en particular.
- ¿Qué hay de ese par de colmillos? – lo había atrapado, al parecer yo no era la única que tenia cosas que la avergonzaba y eso me hacía sentir más relajada. Vi como sus labios se presionaban en una línea recta, como si cerrándolos más sus colmillos pudieran desaparecer.
-la verdad es que son lo que menos me gusta, me llevó un tiempo acostumbrarme a ellos –
-se te ven bien, además, no es como si secretaras veneno – bromee y el pareció tensarse un poco - ¿o si? –
El asintió y yo sentí que se me iba el aire.
-¿¡cuando planeabas decírmelo!? – pare en seco mis pasos y lo mire de forma dramática – ¡me mordiste el labio cuando me besaste! ¿¡y si me envenenabas!? – el rodó los ojos con algo de diversión antes contestar.
-no es así como funcionan- me enseñó los colmillos llevándose una mano a la boca – suelto el veneno a voluntad, además- hizo una pausa – no te mataría, es paralizante –
-¿no hay forma de que te descuides y me paralices? – pregunté aún insegura. Cosa que pareció divertirle.
-¿quieres que lo comprobemos? – dijo acercándose de forma peligrosa. Le coloque una mano en el pecho, manteniéndolo a una distancia razonable.
-me gustaría comer algo antes de morir envenenada si es posible – le di unas palmaditas en el hombro y seguí caminando.
-te dije que es paralizante – recalcó él, apurando el paso para caminar a mi lado.
-parecido – lo tome de la mano – pero eso no me quita el hambre –
Pareció sorprenderse por un momento de que lo tomase de la mano, pero inmediatamente se recompuso. Aunque pude notar lo mucho que le agradaba ese pequeño contacto.
Caminamos un largo trecho solo para encontrarnos con que la cafetería ya había cerrado. Solté un bufido seguido de unas cuantas obscenidades que hicieron que Miguel me mirase como si fuese la primera vez.
No había nada que me pusiese de peor humor que el hambre. Y pensar en pasar toda la noche sin comer solo lo empeoraba.
Vi que miguel se alejaba de mi lado y daba la vuelta por el mostrador, metiéndose en la cocina e inmediatamente recordé que todo este lugar le pertenecía.
-¿vienes? – dijo asomando la cabeza por la puerta de la cocina. Ni siquiera respondí antes de pasar saltando sobre la barra para entrar corriendo.
Los cocineros habían dejado algunas cosas preparadas, sándwiches tostados, postres, pan horneado e ingredientes extra al fondo en una nevera. Se me hacía agua la boca de solo pensar en esos postres de chocolate, pero la mejor parte eran los tostados con queso.
Nunca fui muy exigente con la comida, en especial cuando me mude sola. Cualquier cosa que tuviese pan, queso y jamón para mi era comida de los dioses.
Miguel tomó una de las bolsas de papel en las que entregaban los pedidos y comenzó a llenarla de alimentos.
-podemos comer en mi habitación, tengo una de esas mini neveras con bebidas – dijo saliendo de la cocina con las bolsas llenas, esperando a que lo siga.
-no pienso beber en tu habitación- lo corté y el pareció divertido - ¿Qué es tan gracioso? –
-no guardo alcohol en mi habitación, son jugos y bebidas energizantes – lo dijo como si no se hubiese sacado una botella de whisky de la manga como un mago.
-bien, cenamos y me vuelvo a mi habitación- le dije de forma firme, siguiendo sus pasos.
No quería que notase lo nerviosa que me ponía estar a solas con el en su habitación, pero con mis palabras lo único que hacía era delatarme más y más.
Miguel me gustaba, eso estaba más que claro, quería besarlo hasta el cansancio y rendirme a sus brazos, pero la seguridad con la que se movía, la forma en la que me había colocado un brazo en la cintura y como sus ojos se desviaban hacia mis labios sin disimulo me hacían sentir cien pasos por detrás de él.
Yo ya no era virgen, había dado ese paso hace bastante tiempo, pero no podía decir que fuese experimentada. Las pocas veces en las que me había acostado con un chico ambos éramos tan inexpertos que ninguno de los dos llego a disfrutar mucho realmente. Mi cuerpo no me acomplejaba, pero aún así la desnudez me daba pudor. Yo era un manojo de nervios andante y no quería darle eso como impresión. No sabía si realmente estaba lista para dar ese paso.
me sonroje ante mis pensamientos. Miguel solo me había invitado a cenar y yo ya estaba haciendo malabares pensando en sexo. Tal vez la pubertad me había golpeado de forma tardía a los 23 años.
Su habitación parecía un apartamento comparado a la que me habían asignado a mi, lo que tenía sentido por que el si vivía aquí. Había una pequeña sala con un sofá y una televisión. al fondo podía ver su cama perfectamente ordenada y un ventanal enorme cubierto por unas cortinas opacas. Imagino que nunca estarían hubieras dura te el día. Una puerta que seguro llevaba al cuarto de baño y otra que parecía ser un armario enorme. A un lado de la sala había lo que parecía una especie de estudio, con un escritorio repleto de papeles y aún lado la mini nevera. Que en efecto, solo tenía jugos y bebidas energéticas.
Arrebate una de las bolsas de la mano de miguel y deje caer todo mi peso en el sofá.
-siéntete como en casa – dijo de forma sarcástica y yo aproveche para quitarme el calzado y sentarme con las piernas cruzadas. La parte de mi timidez solo afectaba a la zona de la alcoba.
El se metió dentro de esa habitacion/armario y luego de unos pocos minutos salió vistiendo ropa más cómoda.
Tomó asiento junto a mi y comenzamos a degustar lo que habíamos robado de la cafetería. Pasamos un buen rato en silencio con la televisión encendida. No era un silencio incómodo, era de esos que se forman cuando tienes mucha hambre y no dejas de comer para decir alguna palabra. Abrí una lata de soda de limón para pasar la comida.
Cuando era pequeña tenía una institutriz que me enseñaba modales y etiqueta. Jamás olvidaré su rostro de horror al ver como me llevaba cada bocado a la boca como si fuese el último y solo deteniéndome a beber agua para que no se me atorase la comida. “tu hija es una bestia” le dijo a mi padre y el la despidió ese mismo día. me sentí algo mal por la mujer, la verdad es que no mentía.
-no pasas mucho tiempo aquí ¿verdad? – pregunte llevándome una empanada a la boca.
-¿Qué te hace pensar eso? – dijo abriendo otra lata de soda.
-la mini nevera está repleta de bebidas, el control de la televisión estaba lleno de polvo y tu cama parece perfectamente hecha – sonreí orgullosa de mi pequeño momento Sherlock Holmes.
-curiosa y astuta – dijo observando cada cosa que nombré – la verdad es que me la paso en el laboratorio y tampoco duermo mucho –
-lo note el día que te lance el reloj a la cara, te veías del asco –
-con tanto alago me vas a enamorar – soltó una risa entre dientes.
-es amor apache, también tendrás que acostumbrarte a eso – hice una bolita con la servilleta y la lance al cubo de basura.
-Eres insufrible – susurró con una media sonrisa y supe que no era eso realmente lo que quería decir.
-lo aprendí de ti – dije dándole un leve empujoncito. Luego dirigí mi vista al reloj en mi muñeca – debería irme ya… - realmente no quería separarme de él, pero tampoco tenía valor suficiente como para decírselo.
Miguel pareció luchar una batalla interna consigo mismo durante unos segundo, dubitativo e inseguro de lo que quería decir. Se aclaró la garganta y habló con algo de nerviosismo.
-puedes pasar la noche aquí, no me molestaría la verdad- cada fibra de mi cuerpo se tenso ante su sugerencia y pareció notarlo – el recinto de habitaciones esta bastante lejos y podrías perderte-
Era la peor excusa que se podría haber inventado. De todas formas me alegre de que lo hiciera, quería quedarme y necesitaba una excusa para no parecer desesperada.
-tal ves sea lo mejor – me concentre en la televisión – además no tengo muchas ganas de dar vueltas hasta encontrar mi habitación –
Ambos parecíamos un par de adolescentes inventando razones para estar juntos. Mi pecho se lleno de un calor agradable al pensar que ambos queríamos lo mismo, pero éramos muy orgullosos y estúpidos como para decirlo.
Advertencia: en el siguiente capítulo habrá contenido sexual, yo se que a muchas nos encanta, pero a lo mejor hay alguien que no y mejor avisar 🥰comentenme si les va gustando o si quieren sugerir algún cambio, estoy abierta a cualquier crítica ❤️
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Mitridatismo - Miguel O'hara x Oc
FanficCuando tomas demasiado de un veneno comienzas a volverte inmune con el tiempo y parece que Anya había desarrollado inmunidad a las palabras venenosas de miguel. Miguel O'hara x Oc •contenido NSFW •menciones de trastornos mentales