Capítulo 4

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HABLA NATASHA:

No he podido dormir en toda la noche pensando en ese acercamiento que ha tenido Mía conmigo. Debería confiar más en ella, no sé por qué desconfío de ella, quizás sea por su rebeldía, pero, en realidad, nunca me ha dado un motivo para desconfiar y, yo a ella, sin embargo, sí.

Ahora que Sandra y ella ya no están juntas, puedo intentarlo con ella, eso me da más vía libre. No sé qué le pasa a Sandra, ese cambio tan repentino desde que vino Enma, pero lo que sí sé, es que esta es mi oportunidad para conquistar de nuevo a Mía.

Debería hablar con Erika, como le dije a Mía, para saber qué pasa entre ellas. Puede ser que los celos de mía hacia ella no sean infundados, tampoco la había visto nunca así.

Me dirigí hacia la cocina para hablar con mi asistente. La encontré haciendo el desayuno y ni siquiera se inmutó de mi presencia.

- Erika. -Dije provocando que se diera un buen susto.

- ¿Sí, señorita Natasha?

- Quiero hablar contigo, sobre Mía.

- ¿En qué puedo ayudarle, señorita?

- Mía afirma que sientes algo especial por mí, ¿es cierto? -Pregunté levantando la ceja con los brazos cruzados.

- ¡Qué tontería! No le haga caso, señorita. Ella está en esa edad.

- ¿Estás segura? Ella lo afirma contundentemente.

- Sí, estoy segura, sólo estoy aquí para servirla y ayudarla en lo que pueda como me confió.

- Está bien. Puedes seguir con tus cosas.

- Gracias, señorita.

Erika parecía sincera. Quizás sean cosas de Mía, pero estaré vigilándolas, no me fío de ninguna de las dos. Y, en cualquier momento, se pueden liar a golpes, por lo menos, por parte de Mía, que parece que no puede verla.

Me fui a la empresa sin desayunar con Enma, tenía reuniones importantes.

Durante el trayecto, estuvimos un buen rato en silencio. Enma estaba afectada por haber bebido ayer y por le comportamiento de mi hermana. Creo que le gustaba de verdad. Enma era la típica chica borde y directa, que si le gustaba alguien se lo decía y se la tiraba y después, adiós. Pero esta vez, Sandra le había pegado fuerte, aunque no sabía hasta qué punto. A pesar de esa cara que mostraba al mundo, como que no le importaba nada y que era una depredadora sexual, era la mujer con el corazón más bondadoso que había conocido hasta la fecha, por lo menos entre mis amistades. Como yo, también había heredado empresas de sus padres y tuvimos suerte de conocernos por los negocios que hicimos. Tiene varias empresas en las que ella es la jefa y se dedica, casi exclusivamente con su dinero, a ayudar a los que más lo necesitan, ya sean personas o animales. Aunque lo lleva muy en secreto, no le gusta que nadie sepa nada de su vida, ella prefiere que gente piense que es una tía estúpida que sólo le importa el sexo. Tuvo una infancia complicada, tenía buena relación con su madre, pero su padre era un monstruo con ella, un cabrón que a pesar del dinero que tenía, la castigaba por su orientación sexual sin comer durante días y, su madre, no podía hacer nada, porque era maltratada por él. Ojalá la hubiera conocido antes, la hubiera intentado ayudar.

- ¿Qué te pasa Enma? – Le pregunté sabiendo lo que le ocurría.

- Que tu hermana es gilipollas. -Soltó sin misterios.

- Vaya... sí que estás afectada.

- Es que no entiendo qué le pasa. Se muestra de una forma conmigo y me da a entender que le gusto, para después dejarme de lado por Mía...

Mommy, el cambioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora