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Fred Weasley está lejos de sus días dorados como uno de los héroes, está lejos del niño inocente que se unió a la Orden del Fénix hace mucho tiempo.
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╭━━━━━━━━━━━━━━━╮ Love is a dagger. ╰━━━━━━━━━━━━━━━╯
—Eres mi hija, Lilith.— protestó Circe Snape mientras intentaba atar los rizos de su hija mientras la joven miraba su reflejo en el espejo.
—He dado y sacrificado todo por el Señor Tenebroso, lo menos que puedo recibir es casarte con uno de los sangre pura; Malfoy, Nott, Zabini... ¡no con un traidor de sangre!.—
Lilith miró el reflejo de su madre, haciendo todo lo posible por ocultar la repulsión que le producía Circe.
—Tampoco es que me apetezca casarme con el chico que prácticamente me acosaba durante mi tiempo en Hogwarts, pero ya escuchaste al Señor Tenebroso, ya está decidido.— respondió la joven mientras suspiraba al pensar en el pelirrojo.
—Madre, por favor, deja de intentar atarme el pelo, los dos estamos viendo que no funciona.—
Maldita perra, quita tus manos de mí antes de que las corte de tu cuerpo, pensó Lilith, manteniendo su sonrisa falsa en su rostro.
Tenía que hacer el juego de Circe, tenía que fingir que era la hija perfecta y la Mortífaga perfecta para su madre malvada y psicópata que era la razón por la que había sufrido tanto durante toda su infancia y adolescencia.
Ahora que era una adulta de 20 años, no podía despreciar más a la mujer que la trajo a este mundo.
La peor parte de todo esto no fue mantener contenta a Circe, ni fue pretender ser una niña inocente, como la verdadera hipócrita que era, frente a todos los Mortífagos y el mismo Voldemort, la peor parte fue que ella debía casarse con el mismísimo Weasley, y Lilith no mintió cuando dijo que realmente lo odiaba, pero debía hacerlo si quería seguir espiando para la Orden del Fénix desde el interior de la sociedad de los Mortífagos.
—Te ves preciosa, Lili.— dijo Circe mirando el resultado final que había hecho con su hija después de finalmente dejar libre la melena llena de rizos castaños.
Lilith se estremeció levemente al escuchar ese apodo, Circe ignoró la evidente cicatriz en el antebrazo de Lilith, producto de la rabia de Circe la última vez que su hija la visitó en Azkaban.
Lilith se observó en el espejo y sonrió, su cuerpo estaba abrazado por un ajustado vestido largo negro de finas tiras, la espalda descubierta y una larga abertura en la pierna izquierda que llegaba hasta el hueso de la cadera.
Había sido un regalo caro de su querido Draco, uno de sus mejores amigos y como un hermano pequeño mimado para ella.
Sus ojos tenían un delineado definido que la hacía lucir elegante y joyas de plata brillaban en su cuerpo, incluyendo la delgada y diminuta cadena de plata alrededor de su muslo que se muestra que tenía una pequeña correa, en el medio, que subía hasta esconderse debajo de su vestido.