Confinada

0 0 0
                                    


El hombre se levanta de la cama y se dirige al baño. Toma el cepillo que está pegado a los filamentos de otro cepillo y se lava la cara. Observa las ojeras debajo de sus ojos en el espejo. Camina por el pasillo hacia la cocina, bostezando al acercarse a la heladera. Sin embargo, el interior está vacío. Encuentra un paquete abierto de galletitas en la alacena y se sienta en la mesa de la sala. Logra atrapar el control remoto de la televisión, que se equilibra al borde de la mesa, siendo su único logro. Enciende el televisor y busca alguna migaja en el fondo del paquete mientras explora los canales en busca de noticias. Pero la cuarentena sigue siendo el tema principal en todos ellos. De repente, escucha ruidos. Luego, otro ruido más. Sube el volumen del televisor y arruga el paquete de galletitas antes de dejarlo en la mesa. Las doce en punto. Apaga el televisor, pero los ruidos continúan. Decidido, enciende el televisor nuevamente y se quita el cinturón, dejándolo en la mesa. Se recuesta en el sillón. Una silueta aparece detrás suyo, es su esposa. La sala se ilumina con una luz roja que se refleja en las cortinas. Los ronquidos silencian los pasos. El hombre respira, exhala y respira nuevamente. Con determinación, ella fuerza el cuchillo y lo empuja. Exhala al dejar el cuchillo enterrado en el pecho de su marido. Luego, cuenta hasta cien y abre los ojos. Aún se encuentra encerrada en el sótano, sin escapatoria.

Notas de un viajeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora