Nadie va a creerme

0 0 0
                                    

Desde temprana edad, Hernán había sido afligido por una maldición oscura: la habilidad de ver más allá del velo mortal, de captar la presencia de entidades sobrenaturales que acechaban en los rincones más oscuros del mundo. Aquellas figuras escurridizas, espectros y sombras de lo desconocido, habían sido sus compañeras inquietantes a lo largo de su vida. Creció en una danza constante con el miedo, aprendiendo a esconder sus temblores internos detrás de una máscara inexpresiva.

A los dieciséis años, Hernán creía haber dominado su capacidad de enfrentar a estos seres inquietantes y mantener su calma. Pero un día, mientras se dirigía solo a su colegio, una sensación gélida de presencia maligna se arrastró por su columna vertebral. Su mirada cayó en una esquina, y lo que vio hizo que su corazón se detuviera en su pecho. Un montículo retorcido de espectros se amontonaba allí, formando una masa grotesca que parecía desafiar toda lógica.

Las sombras se alzaron en una única figura, una entidad de pesadilla que desafió toda comprensión. Dos ojos sin vida, agujeros en la carne pútrida, se clavaron en Hernán. Su sangre se heló mientras la entidad hablaba con una voz que resonaba en su mente. "-¿Tú...?" La pregunta colgó en el aire, cargada con una intensidad que amenazaba con desgarrar su cordura.

Hernán trató de mantener su postura, de suprimir el terror que amenazaba con inundar su rostro. Pero sus piernas se negaban a obedecer mientras un sudor frío empapaba su piel. Se detuvo en seco, incapaz de escapar del agarre asfixiante del horror que lo envolvía.

La figura amorfa avanzaba hacia él, cada paso arrastrándose con una cadencia macabra.

"-Al fin te encontré..." Las palabras susurraron en su mente, un eco persistente que resonó en su alma. El tic-tac de su reloj se convirtió en una tortura rítmica, un recordatorio implacable de su vulnerabilidad.

Desesperado, Hernán se volvió para huir, pero su camino fue bloqueado por una criatura indescriptible. La "incierta", como la llamó, se alzó ante él, una aberración sin rostro, con cuernos que parecían rasgar el tejido de la realidad misma. La criatura y el espectro se enfrentaron en un ballet de pesadilla, una batalla que solo Hernán podía presenciar.

El terror se apoderó de él mientras las entidades se enfrentaban con una ferocidad inhumana. La oscuridad se retorcía y se deformaba a su alrededor, y Hernán se encontró atrapado en medio de este macabro enfrentamiento. Un impulso primitivo lo instó a correr, a escapar de esta espiral infernal, pero sabía que cualquier movimiento precipitado atraería la atención de esas criaturas impías.

Agarrando su celular, Hernán intentó distraerse, fingir que estaba absorto en su mundo digital mientras el horror se desenvolvía a su alrededor. Su corazón latía con un ritmo frenético, sus dedos temblando mientras se aferraba a cualquier atisbo de normalidad.

Entonces, el horror alcanzó su punto culminante. La criatura "incierta" se desató en un frenesí de violencia, su cráneo estallando en una aterradora exhibición de lenguas siniestras que desgarraban y devoraban a sus enemigos. Hernán se quedó sin aliento, presenciando la masacre en silencio, su propia resistencia puesta a prueba hasta sus límites.Finalmente, el caos cedió, y Hernán se vio solo en la calle, su mente tambaleándose en el filo de la cordura. La "incierta" giró hacia él, amenazante, pero él desvió la mirada, pretendiendo que no había visto nada fuera de lo común. Continuó su camino hacia el colegio, pero el miedo y el conocimiento de lo que acechaba en las sombras lo persiguieron, una oscuridad insondable que nunca lo dejaría. Y en algún lugar a su espalda, la "incierta" seguía su paso, una presencia insidiosa que lo atormentaría hasta el fin de sus días.

Notas de un viajeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora