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Al despertar a las siete de la mañana, Agatha, toma conciencia de su entorno. Aunque un poco adormilada, recuerda con claridad los eventos de la noche anterior y cómo terminó en Night Raven College, una escuela de magia.
Con cierta pereza, Agatha resuelve levantarse de la cama y dirigirse al baño. Allí, abre el grifo de la bañera hasta que se llena de agua tibia. Dejando de lado cualquier distraída preocupación, se desprende de su ropa y lentamente se sumerge en la relajante bañera. Un largo suspiro escapa de sus labios, liberándola de cualquier tensión acumulada y sintiéndose completamente relajada.
-Ah esto es vida- Dice cerrando sus ojos de forma placentera-
Mientras Agatha disfruta de su baño relajante, el sonido de unas risas rompe su concentración. Levanta la mirada y se encuentra con la sorpresa de tres pequeñas hadas de alas verdes y piel morada, que la observan con curiosidad y un brillo de interés en sus ojos.
-Hola- Sin perder la compostura, Agatha les dedica una amigable sonrisa y levanta una mano en señal de saludo.
Las hadas, encantadas por el gesto, se acercan lentamente, flotando en el aire, mientras continúan con sus risitas juguetonas.
-Asi que rumores eran ciertos, una princesa llegó a hasta este colegio- Dijo una de las hadas-
-Bueno eso dicen todos pero yo no vivo en torres y beso ranas- Las hadas ríen ante el comentario de la joven- Sois hadas ¿No?-
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-Supongo que en términos humanos seríamos hada, pero puedes llamarnos amiguitas o vecinitas- Ofreció una de las hadas-
Agatha, intrigada por la presencia de las tres hadas, decide no dejar que su curiosidad vuelva a crear conflictos y decide hablar con las hadas.
-¿Así que Santiago de Compostela? ¿En qué reino está eso?-La hada sentada en el borde de la bañera habla primero-
-No soy de este mundo, en mi mundo no existe la magia más allá de las novelas y cuentos -Con voz suave y melodiosa-
-Entonces para ti, todo esto es muy irreal- Dijo una de las hadas-
Mientras tanto, la hada juguetona en el hombro de Agatha sigue entreteniéndose con los rizos dorados de la joven, volando de un lado a otro con una risa traviesa. Agatha no puede evitar soltar una risita cada vez que siente las suaves caricias de las diminutas manos de hada en su cabello.
