7. ¿Qué rayos está pasando?

368 52 7
                                    

—¿Así?

La cara de Mark no tenía precio. No sabía si tenía miedo o estaba asimilando que ya sabía manejar.

—Gem, ¿estás seguro de que nunca habías manejado antes.— Preguntó él cuando nos detuvimos.

—Más que seguro.

Era verdad, nunca había estado al volante de nada, ni de una bicicleta. Pero desde hace meses prestaba mucha atención a cómo conducían mis padres, sus técnicas para estacionarse y esas cosas. Tal vez eso había ayudado.

—Creo que manejas mejor que yo.

Reímos al unisono.

—De haber sabido te habría dejado conducir en alguna calle de Bangkok, para qué te traje tan lejos a un bosque pensando que ibas a frenar cada segundo.

Volvimos a reír y después Mark me dejó conducir su auto hasta una gasolinera con tienda de comestibles. Teníamos mucha hambre y era lo más cercano que teníamos para ingerir algo.

—Vamos, ¿es en serio qué ahora venden curry en bolsas?— Pregunté, jamás ví algo así.

—Vivias en una burbuja o qué, es de lo más normal.— Respondió él.

Alcé mis hombros y no le dí más importancia.

Comimos en el auto de Mark. El clima no súper caliente así que estábamos estacionados debajo de un árbol y con las puertas abiertas.

Mark hizo varias fotos. Era un obsesivo con eso. Debería acostumbrarme a salir muy seguido en sus historias.
















Llegamos a Bangkok un rato después al volante de Mark. El mencionado me dejó en casa, sus padres lo llamaban para quien sabe que cosa.

Pasé la tarde en casa leyendo algunos libros que tenía en las repisas. Cuando fue hora de cenar bajé a la cocina. Eran las ocho de la noche y moría por algo caliente.

—¿Es en serio?— Lancé al aire cuando ví que no había absolutamente nada en mi refrigerador. —Definitivamente no tengo ganas de salir.— Luego rugió mi estómago y subí a ponerme tenis. Definitivamente iba a salir.

Mientras caminaba por la apenas iluminada calle de mi colonia saqué mi billetera. Tenía un par de dólares ahí, pero que importaba, ni que fuera a comerme un restaurante completo, era perfecto ese presupuesto.

Llegué a un lugar donde vendían brochetas de quién sabe que cosa. Moría de hambre; así que pedí un par de ellas.
Pagué mi comida, me la entregaron en una bolsita y sólo caminé unos pasos al costado para sentarme en una banqueta e ingerirlas. No esperaría hasta llegar a casa.

—Dios, que delicia.— Dije mientras saboreaba los pedacitos de cerdo y res en mi boca.

—Vaya, jamás pensé que llegaría a ver al hijo de los ricos comer brochetas solo y sentado en una banqueta.

Ay no. Reconocía perfectamente esa voz y ese tono frío. Miré hacia arriba y le sonreí al que parecía más alto por obvias circunstancias.

Él se sentó a mi lado.

—Realmente inusual para mis ojos.

No pensaba en nada para responder, así que sólo le ofrecí una de mis brochetas; la tomó y comió ahí mismo.

—¿Qué haces por aquí? es bastante lejos del sistema.— Pregunté cuando me armé de valor.

—Me estoy quedando con una familia que vive por aquí. Ya ves, cosas de niños en sistemas. Ya no lo eres, no te tocó vivir lo que estamos viviendo.

Tragué duro, Fourth me hacía sentir mal por alguna razón. Sentía que estaba enojado conmigo por... haber sido adoptado.

—¿Cuál es el trato ahora?— Pregunté con un todo apenas audible.

—Ya no nos quedamos en las habitaciones del sistema. Al menos no la mayoría. Nos quedamos con familias que se apuntan para "ayudar" en esto. El gobierno les paga por la recidencia. La mayoría son personas que no tienen ningún sentimiento por nosotros, sólo lo hacen por dinero.

—¿Hace cuánto hacen eso?

—Enero de hace dos años. No te tocó.— Fourth pelmeó mi espalda y se levantó.

—¿Ya te vas?— Pregunté.

—Sí, debo llegar a casa antes de que los Ransky cierren con llave. Bueno, adiós.

Fourth se fue a toda prisa y a mí no me quedo de otra más que hacer lo mismo.
















Llegué a mi casa y me tiré en mi cama. Me puse a analizar lo que había pasado.

Estando con Fourth creí que me sentiría igual de bien como cuando éramos más chicos. En cambio cada que me lo encontraba mi corazón aceleraba o desaceleraba de forma extraña. Aveces me pasaba eso cuando éramos más chicos, pero ahora era doloroso.
El tipo seguía teniendo una sonrisa encantadora, pero no me la mostraba a mí, sólo lo hacía cuando estaba con otras personas. Él era frío conmigo, me miraba como con odio y apenas hablaba de otra cosa más que de mis padres y el sistema.

—¿Qué rayos está pasando?— Tapé mi cara con una almohada y grité lo más fuerte que pude.

Una lágrima de confusión pasó por mi mejilla y rápido la limpié. No iba a llorar, no por ahora. Primero debía asegurarme que mi primer amor de verdad me odiaba.

Me metí a dormir y esperé que amaneciera.









------------

Capítulo | 7 |

Palabras: 830. 🌿

------------

(Lunes 10 de julio 2023)


𝒞𝒽ℴ𝒸𝒶𝓂ℴ𝓈 ℰ𝓃 ℰ𝓁 𝒯𝓇𝒶𝓎ℯ𝒸𝓉ℴ 2 ♪ ᵍᵉᵐⁱⁿⁱᶠᵒᵘʳᵗʰDonde viven las historias. Descúbrelo ahora