4. La verdad de Eva

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Unos cabellos rubios se dejaban mecer con suavidad por la brisa del Paraíso. Se escuchaba el canto de los pájaros que aportaba excesiva armonía al lugar. Los pies descalzos de apoyaban con firmeza sobre hierba fresca formando semicírculos. Adán observaba maravillado como Eva danzaba desnuda con su pelo dejándose caer en forma de ondas sobre su pecho. Se respiraba tranquilidad.
Hacía años que Dios había dormido a Adán para crear a Eva de una de sus costillas y desde entonces nada perturbaba su vida en el Edén, tenía todo a lo que aspiraba. Sus hijos vagaban felices por la tierra mi y Eva era todo para él.

—Adán, ¿En qué piensas, amor mío? —La voz de Eva era tan suave como sus movimientos anteriores.

—En este preciso momento —Concluyó sonriente.

Ajeno a todo lo que estaba ocurriendo tan lejos de allí, su cuerpo se dejaba sostener por las ramas de un árbol milenario.
Eva se dispuso a dar un paseo mientras los ojos verdosos de Adán se cerraban y caminó hasta los límites del lugar como de costumbre.
El sol brillaba con fuerza y Eva se dejaba broncear sonriente, observaba las mismas flores que todos los días y su mente divagaba.

— ¿Eva?

La voz sonó lejana y dudosa, sus ojos denotaron la sorpresa de escuchar una voz que no fuera la suya en ese momento.

—¿Eva?

Está vez era más cercana.

Acomodó su cabello entre sus senos con vergüenza y se dispuso a buscar el origen de aquel sonido con curiosidad.

—¿Quién eres? —Se atrevió a preguntar con dulzura.

De entre los arbustos apareció una mujer que Eva no podía reconocer, no era una de sus hijas y allí no habitaba más nadie que ella y Adán, así que un gran interrogante apareció en su cabeza.

—¿Eres humana?

Para Eva no existía más hombres y mujeres que sus propios hijos e hijas. Ella era la primera mujer y Adán el primer hombre.

—Soy Lilith, soy tan humana como tú —Sonrió con amabilidad.— Eres Eva ¿Verdad? La esposa de Adán.

—¿Por qué sabes mi nombre? ¿Quién eres? —Eva dio unos pasos lentos hacia Lilith.

Desde el suelo comenzó a reptar una serpiente escalando por la pierna desnuda de la pelirroja que abrió sus brazos en recibimiento. El caoba sus ojos se fundió con la mirada cristalina de una ingenua Eva.

—La pregunta que debes hacer no es ninguna de esas. Pero a todas te responderé con gusto si accedes a dar un paseo conmigo.

El sueño de Adán se vio interrumpido por un breve escalofrío y al despertar atisbó nubes grises en el cielo. Su preocupación fue creciendo cuando se dio cuenta de que Eva no había regresado. Su cuerpo se tensó y de un salto se puso en pie, todas las ideas que nunca habían pisado su mente habían encontrado donde florecer pero nada de eso era una posibilidad. Descartó todo lo que nublaba sus pensamientos y comenzó a gritar con desesperación el nombre de Eva.
Su vida era una constante rutina, nada era parte del azar. Que Eva estuviera cada vez que s despertaba al atardecer era una certeza tan firme como que el sol volvía a salir y ella volvía a danzar con los mismos movimientos en el mismo lugar

—¡EVA! —Su voz sonó desgarrada por el miedo que le invadía todo el cuerpo. Un suave hilo de voz en su cabeza le decía que algo no iba bien.—¡EVA!

Pero Eva no iba a responder, ella no escuchaba sus gritos.

Adán paró su paso en seco al ver una manzana mordida sobre la hierba bajo el manzano. Una serpiente se enroscaba en un rincón mientras le retaba la mirada.

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⏰ Última actualización: Aug 09, 2023 ⏰

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El plan de Lilith | Inmortales IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora