2. La Diosa del Caos

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Mientras mis hijos salían veloces como sombras yo esperaba paciente pero a medida que se vaciaba la mazmorra oscura mi entrecejo se fruncía.

—¿Dónde está? —Exigí mirando a Lucifer enfurecida.

Él me respondió con una sonrisa socarrona.

—¿Dónde está quién, madre?

Reconocía esa voz.
Una melena larga y oscura acompañaba un rostro redondeado y serio de labios gruesos y mirada penetrante. Sonreía genuinamente mientras caminaba elegante hacia mí.

—Aluca —Saludé aliviada.

—Hola, madre —Respondió dulcemente.

La abracé con fuerza, era mi única hija antes de que Dios me impusiera su cruel castigo, ella era el fruto de un amor real.

—¿Y tu padre? ¿Está aquí? —Pregunté apartándola desde los hombros con suavidad para mirarla a los ojos.

—Abbadon no ha aparecido desde que se marchó contigo —Explicó Lucifer desde mi espalda con voz monótona.

Arrugué el ceño ante la respuesta.

—¿Y tus hermanas? —Me dirigí de nuevo a mi hija ignorando al señor del infierno.

—Sirven a la corte.

—Las lilims son de mucha utilidad para los duques —Aclaró de nuevo Lucifer.

Chisté fuerte y clavé mis ojos en Lucifer.

—¿Cuando empieza nuestro trato? Quiero que reúnas a la corte y a los demonios más poderosos. Y envía una legión en busca de Abbadon —Ordené con seriedad dejando notar un atisbo de preocupación.

Mi cabeza volaba al instante en que lo ví por última vez y algo en dentro de mí se retorció de angustia.

Lucifer sonrió de medio lado y asintió satisfecho.

—Quiero ver a Lamashtu.

—Señora —El sirviente oscuro salió de las espaldas de Lucifer y con una voz de advertencia dijo:— La madre de monstruos lleva mucho tiempo en las mazmorras del séptimo nivel, ella y sus hijos son demasiado peligrosos.

—¿Que benditos ángeles hizo esta vez? —Me quejé exasperada.

—Creyó que podía usurpar el trono —Suspiró con cansancio Lucifer dándole un tono de monotonía a su voz.

Sin dar más explicaciones, se giró dispuesto a volver al salón del trono.

—Muéstrame donde está Lamashtu —Exigí al sirviente.

Las cuencas vacías del sirviente parecieron titubear por unos segundos hasta que el joven ángel caído asintió de espaldas mientras se alejaba. Guardó sus huesudas garras bajo las mangas y comenzó su camino sin decir una palabra.
Me dispuse a seguir acompañada de Aluca al viejo espectro oscuro cubierto con una túnica descuidada y llena de agujeros que llegaba al suelo y arrastraba en sus pasos lentos y discontinuos.
Reconocí a varios demonios antiguos encerrados entre las almas desgraciadas de aquellos humanos que pecaron en vida.
Tenía claro que necesitaría a todos esos monstruos y a las legiones que les seguían fielmente si quería tener éxito en el plan.

Llegamos hasta el final de la fila de celdas donde una mano de puntiagudos dedos asomaba. Reconocí unos ojos amarillo intenso mirándome fijamente a través de los barrotes desgastados, pude ver el detalle de su piel violácea y escamosa  al acercarnos un poco más y finalmente me brindó una sonrisa pícara mostrando sus colmillos afilados.

—Te veo bien —Me saludó después de analizarme detenidamente con la mirada.

—No podría decir lo mismo de tí, ¿Llevas los cuernos astillados? —Bromeé entrecerrando los ojos simulando atención al detalle.

Gruñó con fiereza a modo de repuesta.
Lamashtu era volátil y peligrosa. Nacida de la locura y fuente de los bestiales horrores de la humanidad, la deidad demoníaca era demasiado peligrosa en libertad, así que entendía que estuviera encerrada en lo más profundo del reino demoníaco pero ahora era necesaria para mi objetivo.

—Aluca, libérala.

—Señora... —Replicó el sirviente.

Aluca asintió y caminó despacio hasta el inicio de la mazmorra abriendo la cerradura infernal con un ágil movimiento. Rapidamente una sombra salió disparada de la jaula infernal desplegando con fuerza sus alas oscuras y huesudas. Apenas conservaba la forma humana, una cola larga de serpiente se movía acompañando el vuelo y sus piernas eran más parecidas a las garras de un ave. Su pelo plateado caía en ondas rebeldes detrás de los cuernos que se enroscaban a los lados de su rostro.

Sus ojos se dirigieron a mí chispeantes.

—¿Qué buscas?

—Lo que tú mejor sabes hacer —Sonreí—. El más puro caos.

Su boca se abrió mostrando sus enormes dientes complacida y aterrizó suavemente frente a mí sin bajar la cabeza, desafiante.

—He reunido a los duques, os necesito a las dos de mi parte —Informé alternando mi vista entre mi hija y ella.

—Cuenta conmigo, madre.

—Prométeme que liberarás a mis monstruos y tendrás mi apoyo.

Dudé unos segundos.
Sus ojos chispeaban de intensidad pura ansiando mi respuesta. Sus hijos todavía no tenían parte en mi plan pero a pesar de eso me convenía mantenerla contenta.

—A su debido tiempo.

Comencé a caminar sin esperar réplica alguna junto con mi hija.
A pesar de que escuché el gruñido de Lamashtu pronto sus pasos se acompasaron a los nuestros y el rezagado sirviente oscuro.

Volvimos a la sala del trono donde encontramos a Lucifer acompañado de Astaroth.

—Que bien verte por aquí de nuevo, Lilith —Escuché su voz ronca en forma de eco.

La mirada de Lucifer se clavó en nosotras al advertir nuestra presencia.

Sonreí al gran demonio.
Recordé fugazmente las historias que escuchaba sobre él en el Edén.
Un antiguo ángel más amado incluso que Lucifer con la habilidad de manipular la línea del destino a su antojo y uno de los más sabios demonios actualmente.

—Me comenta Lucifer que has llegado a un trato con él y has hecho llamar a todos los duques ¿Qué es lo que tramas?

—Así es, querido Astaroth. Estoy harta de vivir a merced de lo que otros dispongan para mí víctima de venganzas o de luchas sin sentido.

Astaroth se carcajeó ante mi discurso como si le hubiese contado algún chiste malo.

—¿Y tu plan es gobernar un reino de almas en pena para escapar de Dios? Lucifer sigue bajo las garras de nuestro padre a pesar de tantos siglos. A Dios no le importa este lugar.

—Eres un necio si crees que mi plan es conformarme con un trono de hueso y polvo —Escupí en mi defensa.

—Sea como sea —Interrumpió Lucifer—. Ella quiere este lugar y yo quiero escapar de aquí. Todos ganamos. Puede hacer lo que quiera con el bendito trono y las benditas almas condenadas. ¡Que las queme en el fuego eterno si es lo que gusta! No me importa en absoluto.

—Tan dramático como siempre —Masculló Aluca.

—Cuidado angelito, no olvides tu lugar —Advirtió molesto Lucifer con mirada desafiante.

Aluca solía ser muy explosiva y apasionada y eso es lo que hizo que Lucifer se fijara en ella en primer lugar. Aún así, a pesar de ser amantes les era difícil mantenerse en la misma sala sin discutir.
Rodé los ojos cansada. No echaba de menos sus tonterías y no iba a dejar que se distrayesen de lo que realmente importaba.

—Basta. —Me dirigí al sirviente— Avisa para que preparen la gran mesa y un banquete para los duques. Quiero a todos los denomios al tanto de los futuros planes del reino.

Sonreí con suficiencia.

Y por mucho que creyeran saber mis planes ninguno podría adivinar cuales eran mis verdaderas intenciones hasta que todo fuera inevitable.

El plan de Lilith | Inmortales IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora