Lana del Rey tuvo la culpa

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Sus besos me enloquecían y ya que su escasa experiencia no le permitía accionar a la velocidad que mi excitación requería, me puse de pie entre sus piernas, me acerqué, abrí los botones de su camisa y metí mis manos por debajo con maestría hasta dejar su torso desnudo. Su pecho plano y ancho me hipnotizó. Pasé mi pierna por fuera de la suya aprisionándola y dejando mi rodilla ubicada peligrosamente frente a su cinturón. Tomé su quijada, la acerqué a mi boca y besé nuevamente sus labios, esta vez, dándome el tiempo de morderlos cada vez que me alejaba, a la vez que mi otra mano se deleitaba recorriendo su plexo y mi entrepierna ya se posaba contra su muslo izquierdo. Sus manos firmes enloquecieron también recorriendo mi espalda en audaces trayectos que terminaban en mis nalgas, las que Fernando a esa altura apretaba sin pudor.

Me separé de él, lo miré fijo y lentamente saqué mi escotada blusa por arriba de mi cabeza mientras reía descaradamente. Sus ojos desenfocados y su pecho agitado denotaban su nerviosismo y excitación. Me volví a acercar, lo volví a besar, lo seguí mirando a ratos y desplacé mis besos a su moreno cuello, a sus hombros y pecho, procurando jugar con sus pequeñas puntas cada vez que pasaba por ahí. Seguí bajando hasta su abdomen lleno de relieves y mi mano siguió su camino hacia su pantalón, haciéndole estremecer. Impulsivo, se levantó de la silla y me volvió a besar, bajando los breteles de mi sostén.

- ¿Quieres ver? - Pregunté.

- ¿Tú quieres mostrar?- Su pregunta me calentó más de lo que ya estaba.

- Te voy a dar la mejor clase que imaginarías de esta profesora.

Me volví a separar de él y sin dejar de mirarle, saqué el seguro de mi sostén, dejándolo caer al piso. Su reacción fue abalanzarse contra mí, besarme nuevamente y sin pudor alguno apretar mis voluptuosos pechos, que reaccionaron al instante. Sin delicadeza dejó de besarme para cambiar el objetivo de su boca a mis endurecidos botones. Se notaba su inexperiencia y eso me encantaba. Acaricié su corto cabello mientras saciaba su hambre. Me lamía, me mordía y succionaba, eso que hace meses no sentía y que tanto disfrutaba. Luego de unos minutos en que su acción logró sacarme algunos pequeños gemidos, me acerqué a su oído:

- Yo también quiero ver.

- ¿Qué quieres ver? - Me dijo haciéndose como que no entendía.

Le miré fijamente a los ojos y miis dedos en su cinturón le respondieron. Sin mucha resistencia de su parte, lo destrabé. Mientras desabotonaba sus jeans, me puse de rodillas y frente a mí, vi un bóxer hinchado y humedecido con el característico líquido viscoso producido por largas sesiones de besos. Detrás se escondía algo que ya sabía superaba mis expectativas. Imaginaba qué pasaría si en ese preciso momento mi ex novio entrase por la puerta y me viera de rodillas frente a Fernando. Pese a lo incómodo que sería, me calentó imaginar su arrepentimiento y morbo al vernos. Si hubiese podido lo habría grabado, pero preferí concentrarme en el momento y lo que venía. Su bóxer negro gritaba por ser sacado y mi apetito apuró la acción. Luego de acariciar sus glúteos y piernas lo bajé lento, dejando a la vista un vigoroso, mojado, depilado y oloroso trozo de carne coronada con una hinchada y empapada cabeza. Lo tomé entre mis manos y Fernando dejó escapar un "Ay no, por favor" casi como un gemido que fue creciendo en intensidad a medida que le pasaba mi lengua y besaba en distintas zonas, hasta convertirse en un quejido al momento de llenar mi boca con él.

Sabía delicioso, levemente salado y con un dejo dulce al final. Su olor insípido y suave textura me invitaron a darme tiempo para hacerlo. No era como con mi ex, quien nunca se afeitó la zona y su olor nunca me invitó a hacer esto con mucho placer. El reproductor de Youtube había dejado de sonar, por lo que pronto solo se escuchaba en la sala solo sus gemidos y los característicos sonidos que emitía mi boca en su exquisita labor. Lo intentaba meter cada vez más adentro ayudándome de mis manos en sus glúteos, haciendo que la punta de su carne tocara mi garganta, mientras recibía en mi nariz el olor a sus ganas. El aumento de su ritmo e intensidad me indicaba que iba en tierra derecha hacia acabar, pero eso no sería antes de lo que deseaba hacía horas. De forma delicada, me levanté, lo besé y recibió su sabor sin problemas, le tomé la mano y lo guié hasta mi habitación, mientras él terminaba de desvestirse.

Mi ex alumnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora