1: Forastero🌟

21 13 10
                                    

Esta pesadilla la tengo siempre.

Busco a alguien pero... no sé a quién. Corro, grito por auxilio en ese lugar perdido, en lo más recóndito de mi mente, pero todo era en vano. Logro escabullirme entre la espesa niebla, pero algo no estaba bien; era la primera vez que veía a una persona o por lo menos una silueta. Alzo la mano en un intento de alcanzar esa figura que me daba la espalda...y todo se dispersó.

                                ✨

La tan famosa sensación de caída me ataca y abro los ojos, como si mi vida dependiera de ello. Mi respiración está tan errática. Cualquiera que me viera ahora mismo, no se imaginaría jamás que mi estado era el resultado de un perturbador sueño. Hubiera pensado, definitivamente, que a las seis y media de la mañana había corrido algún tipo de súper maratón.

Exhausta extiendo mi mano hacia el despertador y lo callo, no soportaba más su incesante ruido. Sudorosa y agónica, dejo mis ojos fijos hacia el techo, tratando de regular mi respiración. Me concentro en las pequeñas figuras con forma de estrellas —colocadas años antes— esparcidas en él, logrando así estabilizar mi respiración.

Pausadamente puedo pararme e ir al baño de mi habitación. Me miro al espejo y soy un perfecto desastre, casi irreconocible...en mis mejores días. Me encuentro totalmente transpirada. "¿No habré corrido de verdad?" Mí cabellera negra, que cae como un manto oscuro hasta mi cintura está pegada a mi cara, parte de mi nuca y cuello. Mis ojos verdes están llorosos y cansados. Cuando recojo mi cabello en un moño al descuido, noto algo rojo a la altura del mentón, justo donde tengo un  lunar.   "¿Me habrá picado algún  insecto anoche?" No descarto la idea   ya que anoche dejé la ventana abierta, cualquier  insecto pudo entrar. Abro el grifo, el chorro de agua logra equilibrar el interminable silencio de la habitación. Remojo mis manos dirigiendo el agua fría a mi cara, para así despertarme del todo de una vez. ¡Es refrescante!

La voz de mi mamá se escucha distante, amortiguada por las paredes cuando me llama: ¡Anna! ¿Estás despierta?— le respondo un —¡Ya estoy despierta!— mientras me dirijo hacia la ducha dejando que el agua caliente haga el trabajo de relajarme. Salgo con una toalla envolviendo mi cuerpo, me visto lo más rápido que puedo para ir a la escuela. El maquillaje que llevo hoy no es muy cargado, más bien natural; pero  sí muestro fe en mi rostro. Recojo mi mochila, preparada desde ayer y bajo hacia la cocina encontrándome con un buen desayuno hecho por mi querida madre. Diferentes frutas picadas simétricamente, tostadas, mermeladas,  tocino y huevos revueltos adornan los diferentes platos y un jugo naranja se muestra suculento en una bella jarra. Así, sin quererlo la saliva amenaza con salir de mi boca.

— ¡Muy buenos días!— la abrazo por la espalda, dándole un sonoro beso en su hombro descubierto. Me siento a la mesa tomando un vaso de jugo y me sirvo algunas frutas, ¡Ven mi plato preferido!

—Pensé que no te ibas a levantar tú sola, pero mira ya estás lista— se ríe, ya que sabe que levantarme solita es un milagro de Dios o en este caso de las pesadillas, que ella desconoce; pero eso no se lo puedo decir.

—Pues, aquí me ves... estoy nerviosa—confieso—siempre me pongo así cuando empieza un nuevo curso.

—Mi vida ¿Qué te digo siempre? Estar nerviosa no es necesariamente malo y hoy será un buen día, ya verás— sus ojos me transmiten seguridad y a la vez me mira como si supiera algo que yo no. Acaricia mi rostro con ternura, acto que logra relajarme, pero no por completo.

Rosas negras Para Ti Donde viven las historias. Descúbrelo ahora