Embelesada es poco decir por cómo me siento ahora mismo. En realidad, en mi corto trayecto de vida no recuerdo una sola vez en la que un chico me resultara atractivo, al menos que fuese asiático o cuando simplemente no podía ignorar una belleza evidente.
Y ahora, justo frente a mí, se encuentra una belleza evidentemente asiática. ¿Qué se supone que haga en este momento? No tengo ni la menor idea.
Lo juro. Nunca había visto un rostro tan perfecto en mi vida o en este pueblo. Tal parece que es nuevo por estos lares. Ni siquiera con mi vasta experiencia como Kpoper podía saber de qué país es, eso me molesta y mucho. Aunque es imposible no admirar su belleza.
Su pelo negro, casi azabache con un brillo saludable, largo hasta la altura de los hombros, alborotado y hermoso, está recogido en un pequeño moño dejando solo algunos mechones sueltos, contrastando con la piel palida de su nuca. Puedo decir sin ningún tipo de resentimiento que es mucho más hermoso que el mío. Tiene los ojos grandes y marrones, aunque por un momento pensé que los había visto en un tono ávidamente rojo. Porta dos lunares, uno sobre el otro, debajo del ojo izquierdo, atribuyéndole esa aura de sensualidad, esa que te advierte que te estás metiendo en una zona peligrosa y aún así sabes que te vas a arriesgar con tal de envolverte en ella, de vivir en ella. La nariz respingada, los labios carnosos, las mejillas hundidas y los pómulos alzados. Su piel tan blanca como el papel a juego con su ropaje negro.
«¡Qué hombre más hermoso!»
—¿Oye, estás aquí?—y de esa manera tan vergonzosa, me despierto de mi ensoñación nada afortunada.
—Ah-Ah, sí—respondo balbuceando, este tipo de reacciones no son nada habituales en mí, al igual que no es habitual recibir a nuevas personas por estos lares. De todas formas ya estoy haciendo el ridículo.
—Te quedaste mirándome fijamente.— me observa tranquilamente con esos ojos cafés que parecen demaciado inteligentes para un adolescente. Busca en los míos algo y cuando al parecer lo encuentra pregunta: —¿Te parezco atractivo?.
Así, como si de pedir un café se tratara. Al notar mi consternación sonríe, pero no es una sonrisa normal desinteresada, no, el sonríe pícaro mostrando sus afiliados y blancos caninos.
Abro tantos los ojos que siento las cejas casi tocando el nacimiento del pelo. ¿¡Pero cómo podía!? ¿Cómo podía ir regalando ese tipo de sonrisa que dejaba a una chica sin respiración y pensamientos? No es justo dejarme sin oxígeno y razonamiento.
—¿Qué? No, claro que no—prácticamente huí de lo que fuera que estuviera pasando. Doy la media vuelta a la vista de mis hermanas, las cuales observan mí desconcierto como un show. Es un coqueto, ¿Está loco? ¿O simplemente se encuentra desesperado?...Lo último lo dudo, con ese rostro debe tener un desfile de mujeres a la espera de sus atenciones.
El pensamiento estruja mi corazón de una manera irreconocible, no debería molestarme al igual que no debería sentir esta agonía al estar lejos de su presencia.
Sin poder evitarlo, miro hacia atrás otra vez, agradecida por no dejar que haga el ridículo en plena mañana-de igual forma lo hice- y ahí estaba él observando. En sus ojos veo melancolía, un sentimiento tan distinto a la diversión de antes. Me pregunto por qué un joven como él alberga tanta tristeza en sus ojos y luego recuerdo que tal asunto no me compete. Así que rompo el hechizo de su mirada y me voy con mis amigas que ya me están mirando interrogantes.
—Hola Anna—me saludan al unísono y una sonrisa nerviosa se apresura en aparecer y obvio que ellas la notan. No sé pierden nada. Alzan una ceja esperando que les cuente el chisme entero, pero yo no puedo hablar de lo que no entiendo. Hacen espacio en el banco y me siento en la esquina izquierda.
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Rosas negras Para Ti
FantasyAnna Stevenson, es una chica normal, aficionada a sus gustos asiáticos, amorosa con su familia que no es muy grande solo está conformada por cuatro personas. Y aún así ¡es lo mejor que tiene!. Su vida era en toda regla normal, sin muchos camb...