Capítulo V

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Me despertó el timbre de la puerta, pero quien coño llamaba a esas horas tan temprano, miré él despertador y eran casi las nueve, no era tan temprano, pero como yo no tenía nada que hacer tampoco tenía hora de despertarme, me levanté en camiseta y boxes, me rasqué un poco los huevos caminando por el pasillo y abrí la puerta, me encontré con mi cuñada, con un vestido puesto que le llegaba por encima de las rodillas, cómo estaba de buena la cabrona, era la segunda vez que venía a mi casa, la primera fue una cena con mi ex hacía tiempo que nunca más se volvió a repetir, por la cara que tenía la colega toda la noche, ahora entendía por qué, traía un bolsa de papel en las manos, levantó el brazo enseñándomela.

BEATRIZ: ¿Te gustan los cruasanes de chocolate?

Además con la cara simpática, no me lo podía creer, levanté y bajé la cabeza sin poder hablar para confirmarle que me gustaban y la dejé entrar, tragué saliva antes de poder hablar.

YO: Perdona, me voy a lavar la cara por lo menos, me acabo de levantar.

Ella me miraba sonriendo, me parece que fue la primera vez que le había visto sonreír, me fui al baño, me lavé los dientes y la cara, me sequé con la toalla y al quitarla de mi cara me encuentro a Bea mirándome en la puerta.

BEA: ¡Las bragas!

No entendía una mierda de lo que me estaba hablando.

YO: Perdona, ¿las bragas?

BEA (riendo): ¿Me las quieres oler ahora o después de desayunar?

Que cabrona la tía, cada vez que abría la boca me dejaba petrificado, me acerqué a ella sin poder hablar y nos enlazamos en un beso sacando la lengua que me puso caliente al momento, le metí la mano en el chichi por encima del vestido y ella me cogía la polla por encima del calzoncillo pajeándola, la empujé con mi cuerpo sin dejar de besarnos llevándola a la habitación, llegamos al lado de la cama, separamos los labios y tenía una cara de excitación y pasión acojonante, no me extrañaba, porque con mi hermano seguro que no se tocaban ni con un palo hacía un montón de tiempo, me arrodillé metiéndome por debajo de la falda besándole los muslos, al contactar mis labios con su piel gimió con una fuerza que me sorprendió, le fui lamiendo el muslo, subiendo hasta el coño besándolo por encima de las bragas, puso sus manos encima de mi cabeza y me apretó la boca contras sus bragas, abriendo las piernas dando otro gemido, las tenía chorreando y no habíamos empezado hacer nada, se levantó la falda, con una mano se abrió las bragas, con la otra me cogió la cabeza amorrándome la nariz dentro para que las oliera.

BEATRIZ: ¿Te gusta el olor, te gusta?, dime que te pones cachondo.

Le cogí por la cintura estirándola en la cama con las piernas colgando, se las abrí y me tiré de cabeza apartándole las bragas comiéndole el coño, pasándole la lengua de abajo arriba, pegó un grito que se le debió de oír desde el quinto pino, le quité las bragas abriéndole bien las piernas con los pies apoyados en el borde de la cama, ahora sí que lo tenía a huevo delante de mí para comérmelo bien, le pasé la lengua por todos los rincones, lamiéndolo, dejándolo bien mojado, ella no paraba de gritar, acabé chupándole y lamiéndole el clítoris mientras le metía un dedo en la vagina, pegó otro grito enorme, que pedazo de coño tenía aquella mujer, me volvía loco, seguí chupando y succionando con más fuerza, metiéndole un segundo dedo follándola rápido, no paraba de gritar, al poco tiempo paró de golpe, cogió aire y pegó un último grito sostenido corriéndose sin parar de mover todo el cuerpo, saliéndole por el agujero del coño un montón de flujo dejándome los dedos perdidos, cuando acabó se quedó estirada sin decir nada, respirando fuerte, me miró a los ojos.

BEATRIZ: ¿Has visto la falta que me hacía?, cómo no iba a estar de mala leche.

Hice un movimiento con la cabeza dándole la razón, pero yo en ese momento solo estaba pensando en follármela, me subí encima de la cama besándola de nuevo, me pasó un brazo por el cuello ayudándose con la otra mano para colocarse bien subiendo las piernas, nos besamos tranquilamente un rato, con la polla que me explotaba, le quité el vestido, el sujetador y los zapatos dejándola en bolas, que buena estaba la cabrona, me quité la camiseta y los boxes, me miró la polla y me la cogió despacio pajeándola lentamente, se pasó la lengua entre los labios y agachó la cabeza metiéndosela en la boca, empezó con la punta metiéndosela un poco chupándola, fue bajando lentamente hasta metérsela toda entera, succionando fuerte desde abajo, me estaba subiendo un placer por el cuerpo que me hacía gritar sin parar, que gilipollas que era mi hermano perdiéndose aquello, estaba a punto de correrme, le subí la cabeza estirándola, le abrí las piernas con las mías colocándome en medio metiéndosela un poco, estaba chorreando y se la metí de golpe hasta el final pegando un grito a dúo tremendo, la metía con fuerza y la sacaba despacio, después de unos cuantos golpes de caderas.

La suerte de RubénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora