Capítulo VII

676 6 0
                                    

A los pocos días recibí por la mañana un mensaje de las gemelas:

"Reunión con papá el jueves a las 12:30 horas"

Esperé un momento para ver si llegaban más datos y no llegaba nada.

YO: "Pero darme algún dato más coño, ¿dónde?, ¿cómo me dirijo a él?, ¿cómo se llama?

ELLAS: "Hay claro"

Me enviaron la dirección.

YO: "¿Y vuestro padre se llama?, joder que tengo que sacároslo todo con sacacorchos joder"

ELLAS: "Vladimir"

YO: "Perdón"

ELLAS "Que si coño, Vladimir"

YO: "Gracias por todo, nos vemos pronto"

Vladimir, pero que ostias de nombre era ese, ahora entendía que las chicas fueran tan rubias, a saber de qué coño de país provenían.

Lo hablamos con Bea, ella estaba muy contenta de que tuviera una entrevista de trabajo seria, se estuvo preocupando de buscarme en el armario un traje para dar buena imagen, me lo conjuntó con una camisa y la corbata, lo puso todo encima de la cama ordenado para que lo viera.

BEA: ¿Qué te parece?, vas a ir guapísimo mi amor.

La veía a ella casi más ilusionada que yo, aquella mujer le estaba dando una luz a mi vida que no había soñado nunca, de hecho no sabía ni que existiera esa luz.

El jueves me desperté nervioso por la entrevista, me duché y me puse algo por encima hasta la hora de cambiarme para salir de casa, Bea intentaba tranquilizarme.

BEA: Tranquilo cariño, seguro que te irá bien, esta tarde voy a comprar algunas cosas para celebrarlo esta noche, ¿te parece bien?

YO: Vale, alguna cosa celebraremos, si no es el trabajo será otra cosa, la cena no la vamos a desaprovechar.

BEA: Pero que negativo eres niño, vamos hombre un poco de actitud joder, entra con la cabeza bien alta, habla claro, seguro de ti mismo y listo, si no te cogen ellos se lo pierden, que tú vales mucho.

Coño, con aquellas cuatro palabras consiguió darme ánimos, que me fuera a la entrevista con más seguridad en mi mismo, llegué a la puerta guiado por el gps del coche, aparqué en un parking muy grande con muy pocos coches, lo dejé justo en medio y lejos de los demás dirigiéndome a la puerta de entrada de cristal, estaba abierta y subí hasta el piso, confirmándolo mirando en el móvil los mensajes recibidos de las gemelas, llegué a la puerta y tampoco vi nada que indicara que allí había una empresa, intenté abrirla y estaba cerrada, llamé al timbre, me abrió un chico serio, sin decirme nada me dejó la puerta abierta sentándose en una mesa, entré y vi tres mesas esparcidas por la estancia, con una persona en cada una concentradas en los ordenadores sin mirarme, una voz profunda dijo mi nombre, miré en aquella dirección, dos tíos que parecían dos armarios de tres puertas estaba delante de una vidriera mirándome.

YO: Perdón.

VOZ PROFUNDA: ¿Qué si eres Rubén?

Me acojonaron tanto aquellos dos tíos que me salió una voz de pito ridícula.

YO: Sí, sí, soy yo.

Se giraron y abrieron una puerta de cristal que había detrás de ellos, haciéndome señales para que entrara, caminé que las piernas me temblaban, entré en la habitación, era toda de cristal con vistas al parking, había un mesa también de cristal con dos silla muy modernas delante, al otro lado un tío altísimo, muy rubio, con una espalda que parecía un descargador de sacos en los muelles, miraba por la vidriera dándome la espalda, uno de los armarios me señaló una de las sillas para que me sentara, lo hice y se colocaron los dos gorilas justo detrás de mí, teniendo que meterme un dedo por el cuello de la camisa para hacerme sitio para poder respirar, el tío que miraba por la ventana se giró, joder, la madre que me parió, el tipo era bastante guapo, como sus hijas pensé, pero le cruzaba una cicatriz de la lado a lado de la cara que me acojonó del todo, me miró con sus ojos claros intensamente durante un rato, sin decir nada incomodándome.

La suerte de RubénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora