Capítulo IV

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El martes me llamaron las hermanitas, para ir a comprar por la tarde cuando acabara de trabajar algunas cosas para el jardín, una manguera larga y cuatro cosas más, estando con ellas saliendo de la tienda me encontré con Vanesa que aparcaba el coche casualmente, me miró acercándose con no muy buena cara, me saludó con un beso en los labios marcando el terreno, le presenté a las dos gemelas como amigas, se dieron dos besos más por compromiso que otra cosa.

VANESA: Sois muy guapas y muy repetidas.

Le dijo con cierto tonito de cabreo.

ANABEL (simpática): Nos conocemos de hace tiempo, a veces nos ayuda con algunas cosas.

Nos despedimos, caminábamos para el coche y notaba la mirada de Vanesa clavada en mi espalda, me sabía mal que se molestara pero yo no había cogido ningún compromiso con ella, llegamos a casa, les ayude a montar la manguera y cenamos juntos los tres, me despedí sin que pasara nada más, creo que el encuentro con Vanesa me afectó de alguna manera.

Al día siguiente al salir de la oficina para hacer la primera visita me llamaron al teléfono.

SEÑORA: La semana pasada me vendiste el aparatito del agua, ¿podrías pasar por favor, tengo un problema?

YO: Sí claro, deme la dirección y mirare de pasar a última hora de la tarde...

SEÑORA: No, no, ha de ser lo más pronto posible, es urgente y por la tarde no estaré en casa.

Me dio la dirección y entonces me acordé, era la señora que se me insinuó acabando follando, le dije que pasaría en aquel mismo momento y me fui para su casa, al salir del ascensor me estaba esperando apoyada en la puerta en camisón, llegué a su altura y cuando la iba a saludar me cogió por el nudo de la corbata estirando metiéndome para adentro, cerró la puerta de golpe, sin soltarme la corbata me metió la lengua dentro de la boca de manera digamos un poco "marranota", cuando la sacó volvió a estirarme de la corbata llevándome al lado de una mesa, en la que se sentó abriendo las piernas enseñándome el coño, no llevaba bragas, estiró de nuevo de la corbata para llevarme la boca al chocho para que se lo comiera, empecé despacio.

SEÑORA: Déjate de tonterías y cómetelo a lo bestia coño.

Le empecé a pegar lametazos para arriba, lametazos para abajo, haciéndole gritar dejándoselo muy mojado, se levantó con una cara de salida tremenda, me desabrochó los pantalones bajándomelos con los calzoncillos de golpe, se agachó y me pegó una mamada a lo bruto que me puso la polla tiesa del todo en nada, se volvió a levantar apoyándose en la mesa sacando el culo.

SEÑORA: Métemela, métemela lo más fuerte que puedas.

Apoyé la punta en el agujero y la metí de golpe, dio un grito de placer y siguió diciéndome animaladas para que se la metiera más fuerte, le daba todo lo que podía durante un rato.

SEÑORA: Azótame joder, azótame el culo.

YO: ¿Queeé?

SEÑORA: Qué me des con tu mano en el culo gilipollas.

Dudé un momento dándole un golpecito tímido mientras no paraba de follar.

SEÑORA: ¿Eso qué coño es tonto la polla?, es toda la fuerza que tienes niñato de mierda.

Me tocó los cojones y le descargué la mano con más fuerza, dio un grito tremendo de placer.

SEÑORA: Más fuerte coño, más fuerte niñato, que mierda de golpes que das ostia.

Levanté la mano y le pegué una ostia que retumbó por toda la casa, dejándole los cinco dedos marcados.

SEÑORA: Así ostia así sí, otra vez, otra vez.

La suerte de RubénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora