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Jihyo  estaba esperando a Sana en el lugar acordado. Los nervios se apoderaban de ella con cada minuto que tardaba la japonesa. Se miró en el reflejo de una vidriera y se arreglo ligeramente.

—Hyo...— Unas manos se apoyaron en los hombros de la coreana y esta se sobresaltó. Se dió vuelta de golpe, asustada, y, al ver que se trataba de Sana, soltó todo el aire que tenía retenido por el susto.

—Boba, casi me matas del susto.— Le dió un suave golpe en el hombro y Sana rió.— Bien, vayamos al punto ¿Qué sig....?

—¿Quieres un helado? —Interrumpió la japonesa, rascando su nuca. La menor la miró con algo de molestia ya que en verdad necesitaba saber qué significaba la carta.— Vamos, no me veas así. Te compraré de fresa... Juntó sus manos, rogándole que acepte y Jihyo sólo suspiró y asintió.

—Está bien, pero sólo uno.— Sana hizo un pequeño baile de celebración que hizo reír a la más baja y luego fueron caminando hasta la heladería más cercana donde pidieron sus helados de sus sabores favoritos. Salieron de aquel lugar luego de pagar por los postres y caminaron con los conos de helado hasta una banca en la plaza.

—Bueno, ahora sí, Sanake. No te salvas de esta.— La señaló con el dedo y le dio una lamida a su helado.— ¿Qué significa esa carta?

Sana tragó en seco. —Y pues... Explícitamente lo dice y más de una vez.- Sus mejillas se ruborizaron ligeramente. No quería tener que explicarlo pero debía.

—Sí, eso lo entendí. Pero la escribiste a los 10 años, Sana.— La miró, tratando de descifrar qué era lo que pasaba por su mente.— ¿Por qué querías que lo lea ahora? Es decir, luego de todo este tiempo.

—Porque no pude olvidarte. Nunca. —Terminó su helado y la miró a los ojos. Esos preciosos ojos que se llenaron de brillos y confusión, todo a la vez. Esto era un dilema para la más pequeña.

-Pues no se sintió así, para nada. - Bajo la mirada, algo apenada y Mina puso una mano en su hombro.

—¿Me dejas explicarte?—Preguntó casi en un susurro y la menor asintió.— Bien...

《¿Te acuerdas de aquella pijamada que hicimos después de que nos golpearan Momo y Chaeyoung? Bien. Cuando tuve que volver a casa, fue mi padre el que me recogió en tu casa y nos vio tomadas de las manos.

Claro, éramos niñas, pero él estaba ebrio,
como siempre. Recuerdo que entré asustada al coche y me senté en el asiento de atrás.

—¿Es tu amiguita? —Preguntó deslizando las palabras. Claramente estaba borracho y estaba conduciendo. Es un irresponsable.

—S-sí... Se llama Jih...

-No te pregunté.— Llegamos a casa y
bajamos ambos. Él, antes de entrar, me tomó del brazo y me miró furioso.— Si se te ocurre pensar que es algo más que una amiga, te muelo a golpes.

Mi papá no suele ser taaaan malo, pero cuando bebe se convierte en un maldito monstruo. Yo estaba asustada.

Luego, cuando jugamos a casarnos, yo fui súper feliz con ese anillo. Incluso eres testigo que muchas veces lo llevé a clases, pero Momo comenzó a decir que era feo, que debía tirarlo, incluso me amenazó con decirle a mi papá que me gustaban las niñas, a pesar de que ni yo lo tuviese claro.

Momo sabía que mi papá haría lo que sea por caerle bien a sus padres, ya que ellos tienen dinero y siempre que van de vacaciones, nos llevan. Momo sabía que mi padre no quería que me gusten las niñas porque yo, tonta, había confiado en ella para decirle que él creía que yo era lesbiana. Incluso me dijo que si no me alejaba de ti, le diría todo a mi papá.

Me tenía como quería y eso no me gustó para nada, pero no había nada que yo pudiera hacer. Si quería seguir viva, debía enmascarar lo que sentía. Estaba tratando con gente peligrosa. Entonces escribí esa carta porque, quizás, algún día la leías y me buscabas de nuevo. Fui a tu cumpleaños y, pensé que la mejor opción para alejarme sería hacerte creer que te odiaba así no me buscabas. Ese día estuve genuinamente enojada, pero no fue tu culpa. Nunca fue tu culpa. Perdón por arruinar tu cumpleaños...》

—Eso significa que... ¿Aún te gusto? —El helado de Jihyo se cayó de sus manos, pero no importaba ahora.

—Sí, Hyo. Siempre me gustaste pero tenía miedo. Aún lo tengo pero debo ser... valiente, ya sabes. —Rió leve y se inclinó ligeramente hacia la menor.

—Entonces ¿Podemos volver a la casa del árbol sin sentir aquel dolor que sentía al subir sin ti? —Jihyo también se estaba acercando a la japonesa. La tensión se podía sentir en el aire y tenían sus ojos fijos en los de la otra. Estaban cerca, tan cerca...

El teléfono de Sana sonó. Le estaba llegando una llamada.

—Diablos.—Bufó frustrada y ruborizada al darse cuenta de que casi besaba a Sana.— ¿Quién es?

—Mi novio...

𝗧𝗿𝗲𝗲𝗵𝗼𝘂𝘀𝗲 𖦹 SAHYODonde viven las historias. Descúbrelo ahora