3 | Desesperación: pérdida total de la esperanza.

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Muchas cosas han muerto dentro de mí en los últimos meses, pero por alguna extraña razón no, me he muerto aún. ¿Por qué? ¿Qué caso tiene seguir aquí? ¿Cuál es el propósito de existir en medio de la miseria?

Si tan solo tuviera la oportunidad de irme lejos de aquí. A donde sea, donde nadie me conozca, ni me juzgue y pueda ser yo misma, sin miedo a nada. Me gustaría conocer nuevas personas, sentir que hay un lugar al que pertenezco, sin juicios sobre mi dolor, ni prejuicios por mi manera de sobrellevarlo. Un lugar cálido, donde pueda ser libre, para respirar, andar y crear. ¿Nueva York? Tal vez, pero ya hay demasiadas historias ahí. ¿Londres? Muy lejos y nublado. ¿Ciudad de México? Me encantaría, pero no tengo el dinero suficiente. ¿La ciudad más próxima? ¿En medio del bosque? ¿Debajo de un puente? Lo más probable.

—¡Madeline! —Jhon alzó la voz, sacándome de mi mente—. ¿En dónde andas? Es la tercera vez que te hablo. Estás muy distraída el día de hoy. ¿Todo está bien?

No, nada está bien.

Asentí, sacudiendo ligeramente la cabeza, tratando de volver al presente.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—Karla me acaba de avisar que no podrá venir a trabajar. ¿Crees que puedas cubrirla esta vez?

—No tengo experiencia como barista.

—Bueno, sí aceptas la tendrás desde hoy. —sonrió como si estuviera ofreciendo un millón de dólares a cambio.

—¿Quién atenderá las mesas?

—Nos repartiremos el trabajo.

—¿Y si arruino todo?

—¿Qué más da? Nadie nace siendo un experto en nada, ni resulta ser bueno en algo a la primera —respondió—. No espero que seas perfecta, solo que te atrevas a intentar algo nuevo. Confío en ti más que en cualquier persona para asumir este cargo, la verdadera pregunta es, ¿tú confias en ti?

No.

Suspire, poco convencida, pero al final acepte. No fue tan malo como imaginé, porque Jhon solo quería que alguien lo auxiliara con las bebidas fáciles mientras él se encargaba de las bebidas más elaboradas. Fue divertido y mi mente se calmó un poco, tanto que la tarde se pasó volando. No obstante, cuando el turno estaba a punto de terminar, entró la persona que menos deseaba ver en todo el mundo: Julio.

Maldije para mis adentros y toda la calma que había conseguido en las últimas horas, se esfumó.

—¡Qué sorpresa! —sonrió cínico al acercarse a la barra.

Contuve la respiración tratando de calmarme, cuando Jhon intervino.

—Bienvenido a Daisy flower Café —expresó—. ¿Qué deseas ordenar?

—Un cold brew. —respondió sin apartar la mirada de mí.

—¿Algo más? —continuó Jhon sin ser consciente de nada.

—Un frappe de vainilla.

—¿A nombre de quien?

Julio amplió su sonrisa y sentí que quería cometer un crimen de odio.

—Julio —hizo una corta pausa y profundizó su mirada sobre mí. ¿Cuál es su maldito problema?—. Y Hazel.

Maldito hijo de puta.

—Bien, en un momento lo llamaremos.

Jhon me pasó el pedido, por lo que me coloqué los audífonos y me puse a preparar las bebidas, tratando de no escuchar a nadie que no fuera mi jefe, que para mi mala suerte, cuando terminé, me pidió que hiciera entrega de las bebidas.

sʜᴏᴜɢᴀɴᴀɪ: ɴᴏ sᴇ ᴘᴜᴇᴅᴇ ᴇᴠɪᴛᴀʀ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora