—Aquí estás. —expresó Rebeca.
Suspiré profundamente al escucharla. Me había estado escondiendo de todos, incluso de ella, durante todo el día, pero supongo que no puedo hacerlo para siempre y menos en este lugar.
—¿Cómo estás? —me preguntó.
Rebeca tomó asiento a mi lado, así que me quité los audífonos y cerré mi libreta.
—Bien.
—¿Segura? Te noto algo abrumada.
—¿Qué no ese es mi estado natural? —respondí con fastidio, de manera hostil, después me di cuenta de mi error y la miré fijamente—. Lo siento, no fue mi intención. Supongo que ahora no soy buena compañía.
¿Alguna vez lo he sido?
No entiendo por qué cada vez que me siento triste, comienzo a actuar de esta forma tan hostil y grosera. Es como si mi tristeza siempre se convirtiera en enojo. Un enojo que me aísla y lastima a quienes más amo e intentan ayudarme.
—Sabes que puedes hablar conmigo de lo que sea, Madeline —dijo—. Somos mejores amigas, puedes confiar en mí.
—¿Hablar de qué? ¿De la misma basura que me ha estado pasando en los últimos meses? ¿De lo asquerosos que ha sido todo esto? —me sorprendí llorando, de nuevo y cuando menos me di cuenta, Rebeca me estaba rodeando con sus brazos, acariciando mi cabello—. Estoy cansada, Rebeca. Ya no quiero estar más aquí. No puedo. Siento que me muero cada vez un poco más, a cada día que pasa y no sé qué hacer.
Rebeca me abrazó más fuerte.
—Vete, Madeline —noté que su voz se estaba quebrando. Ahora ambas estábamos llorando—. Toma todas tus cosas y ve en busca de tu tranquilidad. No tengas miedo, la vida es un ciclo de comienzos y finales.
—No puedo. Tú sabes que no puedo.
—Tengo un poco de dinero ahorrado, así que no te preocupes por nada más que por ti y tu bienestar.
Me aparté de golpe y la miré fijamente. Añoraba irme de aquí, pero no así. Nunca así.
—No, no. No puedo aceptarlo Rebeca.
—Y yo no puedo seguir viendo como se te escapa la vida aquí. No puedo seguir viendo como sufres, sin hacer nada. No más.
Rebeca volvió a envolverme entre sus brazos, con fuerza, como sí quisiera volver a unir todas mis partes rotas y lloré aún más. Solo existía una persona en todo el mundo que haría que me quede en esta ciudad y es ella: mi mejor amiga de toda la vida, la única persona que me hace sentir amada, que pertenezco a un lugar y que jamás me ha lastimado. Pero sé que sería una carga demasiado pesada y ya he intervenido suficiente en su vida. Lo justo es que me vaya.
—Ve a mi casa esta tarde —continuó—. Organizaremos y pagaremos todo lo que sea necesario. Estamos juntas en esto.
Asentí, entonces sonó el timbre y fuimos a la última clase del día. Al entrar al aula, mis ojos chocaron accidentalmente con los de Hazel y nos miramos por unos segundos, que me parecieron una eternidad, después aparte la mirada y fui directamente a mi asiento.
Negar que la extraño sería absurdo, porque lo hago cada vez un poco más. Todavía hay partes de ella, arraigadas en mi corazón y cada parte de mi ser, que jamás serán borradas.
A veces, en días como hoy, solo deseo volver con ella, dejar todo atrás y soltar el rencor, el dolor que me causaron sus acciones, pero apenas recuerdo lo que pasó, me llenó de rabia y no puedo evitar recordar que me sacrifico a mí, por estar con Julio.
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sʜᴏᴜɢᴀɴᴀɪ: ɴᴏ sᴇ ᴘᴜᴇᴅᴇ ᴇᴠɪᴛᴀʀ.
Ficção AdolescenteMadeline no sabe mucho sobre sí misma. En realidad, nadie podría saberlo en medio de una vida tan caótica. Todo lo que sabe es que se siente sola, perdida, que no pertenece a nigun lugar, y que no recuerda lo que es la felicidad, ni mucho menos la t...