El día estaba soleado, las calles de los santos se encontraban tranquilas.
-Amor, levántate.- Decía el rubio entre dormido mientras removía el cuerpo de su esposo.
-No...-
-Porfaaa, que tengo hambre.-
-Joder con el niño.- Jack se sentó en la cama y estuve unos segundos viendo el zapato que estaba a un metro suyo.
El rubio se levantó y fue al baño a hacer sus necesidades.
El azabache también se levantó, bajó las escaleras para ponerse un mandil sobre su pecho desnudo, ya que este se encontraba solo con un pantalón gris y sus bóxers.
El rubio al bajar, vio la gran espalda de su esposo.
Se acercó sigilosamente por detrás y lo abrazó por la cintura.
- ¡Que puto susto, joder!-
***
Las horas habían pasado, y la noche se estaba haciendo presente.
Jack y Gustabo, que no habían ido a trabajar ya que se tomaron el día libre, el super dejando a cargo al comisario barbudo.
Ahora, estaban disfrutando de una cena, hecha por Jack, era pasta; una comida que Conway la sabe hacer muy bien.
-Joder, está buenísima la pasta.-
-Más bueno está tu culo.- Dijo el moreno, que instantáneamente al decir eso tosió y siguió comiendo.
-¡Jack!- Gritó el rubio pegándole una colleja a su esposo.
-Au-
Una vez terminaron de comerse la pasta, siguieron viendo la película, Jack entre las piernas de Gustabo.
No vamos a mentir, al moreno ya le estaba aburriendo la película, así que, al tener los muslos del Gustabo tan cerca de el, fue morderlos
-¡Ay!- Se quejó.
-Ñeñeñeñe- Dijo Conway arrugando la nariz y cambiando la voz.
El pelinegro se dio la vuelta y comenzó a pasar sus grandes manos por los muslos del rubio, haciendo a este estremecerse.
Todo esto llevo al superintendente ponerse arriba del subinspector y besarle el cuello.
El sonido del timbre sonó por toda la puta casa, haciendo que los dos salten del susto.
- Joder, yo voy, no te preocupes.- Habló el rubio.
Al no ver a nadie iba a cerrar la puerta, pero un ruido de un movimiento le hizo mirar hacia todos lados.
- ¿Sí?-
Un llanto de un ¿bebé? se comenzó a escuchar, bajó su mirada, encontrándose con una caja que se movía.
Se puso de cuclillas y posó sus manos en las aletas de la caja, para proceder a abrirla, encontrándose con el rostro de un bebé de aproximadamente unos 9 meses, con su nariz arrugada y que estaba llorando a más no poder.
-¿Cómo?-
Cogió al bebé entre sus manos y lo acercó a su pecho, le comenzó a acariciar la cabecita.
Una calidez en su interior se hizo presente.
El llanto de aquél bebé disminuyó y sus suspiros de tranquilidad se hacían presente.
Pateó la caja y cerró la puerta.
Fue caminando hasta el sofá, todavía impactado.
-¿Quién era, amor?- El azabache se dio la vuelta, encontrándose con la imagen del rubio con un bebé apegado a su pecho mientras tenía una cara de sorpresa.
-Ehh...-
-¿Por qué coño tienes un bebé?- Preguntó el moreno
Gustabo hizo casi omiso a las palabras de su esposo y se sentó en el sofá, poniendo al bebé en sus piernas.
El bebé miraba curiosamente a todos lados, al ver al superintendente comenzó a reír. Estiraba sus manitas hacia el rostro del moreno, intentando tocar su cara.
El moreno quedó quieto con el ceño fruncido mirando a Gustabo
-T-tenemos que cuidarlo.- Dijo el ojiazul tartamudeando.
- Gustabín, no podem...-
- Sí, sí podemos, Jack.-
Dijo el rubio acariciándole la cabeza a ese bebé.
El bebé se dedicaba a mirar como los dos adultos hablaban, este no tenía idea así que solo se limitaba a mirar y estirar sus manitas.
Al ver que nadie lo miraba ni le hablaba comenzó a llorar y seguir estirando sus manitas al rostro de Jack.
El rubio cogió al bebé entre sus brazos y lo movía cuidadosamente de un lado a otro, para que se calmara.
- Mañana por la mañana estaremos en el hospital.-
- Gracias.-
Quién diría que esa noche cambiarían sus vidas por completo.

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☆ "𝙈𝙮 𝙙𝙖𝙙𝙙𝙞𝙚𝙨" ☆
FanfictionGustabo García, subinspector de los santos, también esposo de Jack Conway, superintendente de los santos. Un día como cualquier otro, la pareja se encontraba en su casa, disfrutando de una rica cena mientras veían una peli en la TV, pero una personi...