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Nikolai había despachado a un cliente apenas cinco minutos antes de que Finn llegara a verlo. Le resultó raro que decidiera visitarlo a esa hora de la mañana, pero aun así lo recibió felizmente.

— ¿No fuiste a trabajar? —preguntó extrañado, Finn pocas veces dejaba el trabajo a un lado.

— No, dejé a Olive encargada porque hoy desperté sintiéndome fatal.

— ¿Qué ocurrió?

— Nada grave, solo recuérdame que ya no debo tener citas un martes en la noche, mucho menos si bebo, parece que fingir que soy joven me salió muy mal.

Nikolai rio.

— ¿Al menos valió la pena?

— No, por eso bebí, para hacer más tolerable el momento.

— Podrías haberte marchado.

— Entre en negación y quise darle una oportunidad al chico, pero que mala idea —dijo negando con la cabeza—. Tenía veinte Nikolai, veinte y me lo dijo después del sexo.

— ¿Te mintió?

— Aparentemente, ahí encontré sentido a su actitud de tonto, me dijo que tenía veintisiete, ya decía yo que no podía tener esa edad y ser tan inmaduro.

— Lo siento.

— Ya está, debo concentrarme en otra cosa —dijo restándole importancia con la mano—. ¿Qué tal el cine?

— Increíble —dijo felizmente—. La película fue buena y al final Jenna me invitó a comer un hot dog y unas papas, nos quedamos horas hablando en el auto.

— ¿Si? —preguntó Finn.

— Si, hace tanto no la pasaba tan bien, ya sabes con una chica, pero tampoco debería sorprenderme, es Jenna.

Finn sonrió, con una expresión que Nikolai no supo deducir.

— Hace tiempo no te escuchaba tan animado.

— Supongo que volver y estar con gente que conozco me hace bien.

— Aparentemente estar con Jenna te hace bien.

— Y contigo también —agregó Nikolai sintiéndose incómodo.

Finn volvió a sonreír, aún con esa sonrisa que no podía comprender. Pero finalmente decidió dejar el tema de Jenna atrás e internamente lo agradeció.

— ¿Salimos el sábado?

— Acabas de decir que ya no eres joven.

— Para salir entre semana, pero un sábado es distinto.

— Presiento que encontrarás un hombre y me quedaré solo.

— Puedes encontrar a una mujer.

— No, gracias.

No quería conocer a una mujer en una discoteca, porque ahí había conocido a Emily, y aunque sabía que era imposible que todas las mujeres fueran iguales, estaba lo suficientemente espantado como para no repetir el mismo patrón.

— Olive quiere salir y creo que Jenna ya le dijo que si, podemos ir los cuatro.

— Eso cambia la cosa, si desapareces me quedaré con ellas.

— Bien, todo está dicho, saldremos.

En ese instante los golpes en la puerta los interrumpieron. Cuando lo autorizó, Jenna entró con unas cuantas carpetas en las manos.

— ¡Finn, hola! —saludó alegremente.

— ¿Por qué no me invitaste al cine? —le reprochó Finn de inmediato—. Me hubieras salvado de una cita bochornosa.

Ahora o nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora