Parte 1

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✨DESGRACIA O DICHA, SIGUE SIENDO DESTINO✨

Para Daemon, aquel momento era el mejor chiste. Y lo hizo saber esbozando una visible sonrisa burlona, mirando al otro escudriñandolo de pies a cabeza, parado en un extremo del puente de Dragonstone.

Sin duda, Criston debía pensar exactamente lo contrario. No agachó la cabeza pese a ello, descendiendo del caballo. Se arrodilló, y estiró un liviano pergamino que Daemon tomó, divirtiéndose ante la perspectiva ese curioso omega actuando como un alfa valeroso en armadura plateada en el fondo no era indiferente a estar frente un dragón.

Caraxes gruñó mirando amenazante al caballero.

La vez anterior que habían estando frente a frente, Criston lo derribó de su caballo y observó desde arriba. Ahora Criston había venido solo, y le tocaba arrodillarse conteniendo un jadeo mientras su piel se achinaba sintiendo el caliente aliento del dragón. Daemon disfrutaba mucho verlo así, tanto que casi olvidó su decepción cuando no fué su hermano el que llegó, y en su lugar le enviaron un sólo omega solitario.

Pero ese omega iba determinado cumplir la orden del rey: entregar el mensaje, recuperar el huevo, y servir al príncipe Daemon a cambio no hiciera más de esos escandalosos actos.

Si Criston lo pensaba bien, el plan le parecía absurdo. El hermano del rey, un príncipe Targaryen descendiente de la sangre valirya, no le faltaría gente que le sirviera incluso desterrado. Sin embargo, tenía un voto sagrado de servirle al rey y daría su vida de ser necesario.

Mantuvo la cabeza gacha mientras el príncipe leía el mensaje de su hermano, con el protocolo servicial que debía mostrar. Un escalofrío recorría su cuerpo, conforme los segundos iban pasando y pensaba en la enorme criatura que podría tragarselo de un bocado.

Daemon se acercó y lo olfateó, adivinando por su olor el recto omega no debía saber sobre qué venía escrito en el mensaje. Casi sintió lástima por él, pero aún no olvidaba lo que le hizo pasar en el torneo.

—Tú, sir Crispín-

—Sir Criston– Corrigió el omega, removiendo sus dedos tenso.

Aún siendo intimidado por un dragón se atrevía ser impertinente, sería divertido cuando no le deje ni hablar.

—Te enviaron por esto, ¿Correcto?– Levantó el huevo, todavía caliente, lo bastante alto para que no pudiera alcanzarlo el otro aunque estirara el brazo.

—Así es, mi príncipe.

—Si te lo doy y cumples tu... Misión– Usó un tono sugerente para la última palabra, que deslocó al ingenuo caballero– Según esto debes servirme hasta que me harte de tí. ¿Qué estarías dispuesto hacer?

—Lo necesario– Respondió Criston sin dudar, impidiendo su voz se alterara, no quería se notara lo vulnerable que empezaba a sentirse.

Aunque al parecer eso le gustó a Daemon, sonriendo ampliamente con sorna.

—Dame una prueba de tus palabras– Ladeó su cabeza, señalando adentro de la fortaleza. Sonrió ladino una vez le dió la espalda.

Criston dejó su caballo atrás, mirando de soslayo a la omega que aguardaba en su vientre un hijo no nato del príncipe. Una de sus indicaciones había sido averiguar si en verdad esperaba un bastardo.

—¿Está embarazada de su hijo, su alteza?

—Estaba pensando así fuera algún día– Contestó Daemon, en un tono enigmático que tensó a Criston.

Mysaria apresuró el paso, adelantandose con obvia indignación al paso de los otros dos, alzando la barbilla.

El caballero suspiró internamente aliviado, pues la falta de un bebé en camino le ahorraría problemas al resto de la familia real. Su rey, quien le confió esa misión importante, y la noble princesa que vió potencial en él, un humilde omega cuyos inicios habían sido duros y prácticamente sin esperanzas. A donde fuera siempre llevaba una daga incluso al dormir, rodeado por alfas esperando se distrajera para intentar violarlo, y supresores para evitar sus temporadas de calor. Sería un honor dar su vida por ellos.

Desgracia o Dicha, Sigue Siendo Destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora