Parte 2

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Luego de despertar, Criston pasó horas con la mirada perdida en el techo vacío, sumergido en el mar de su lamento sintiendo su cuerpo adolorido por las intensas horas que Daemon lo hizo soportar en la intimidad. Nadie estaba a su lado en la habitación donde abrió los ojos, y agradecía fuera así, no quería ver a ninguna persona.

Sus caderas ardían ligeramente, en un tortuoso recordatorio de sus sucias acciones.

Y por más que se bañó, no pudo limpiar como quería su cuerpo.

En cambio, lavó bruscamente cada centímetro de piel, pues no quería al tocarse rememorar las caricias que para su desgracia no le habían desagradado. El olor de Daemon tampoco podía irse, y casi lloró al rendirse.

Buscó su ropa, conteniendo un gimoteo al recordar Daemon soltó su nudo dentro de él. Sería una verdadera escoria si además quedaba embarazado de ese acto inaceptable para un capa blanca con voto de castidad como él. Luego fué a la sala en que permanecía el mapa de todo el reino. Los guardias caminando por los pasillos no dijeron nada, y simplemente hacían muecas o evitaban rozarle un poco al pasar por al lado.

Y eso no pudo repugnarle más al omega. Era un claro mensaje: “perdiste tu castidad con el príncipe Daemon, ahora le perteneces”.

Cerró la puerta trás de sí, y entonces escuchó unos pasos darse adentro, entonces supuso por desgracia alguien se le adelantó.

Giró su cabeza, y vió al príncipe apoyando sus manos en el mapa, muy cerca de la mancha carmesí seca que simbolizaba la deshonra de Criston. No parecía fuera a decir nada, o siquiera mostrar indicios saber una persona más se hallaba adentro, entonces el omega tragó saliva y buscó su espada, abatido.

También notó el maldito huevo estaba en un recipiente cálido desprendiendo humo, y fué a tomarlo.

Daemon lo detuvo agarrando su muñeca, y llevó su mano a una copa plateada.

—Bebe esto– Ordenó autoritario.

—¿Qué es?– Miró con desconfianza el contenido, sujetando la copa.

—Algo para asegurar no hallan molestias– Dijo en tono indiferente.

Criston lo pensó unos segundos, y dedujo se trataba de té de luna. Lo bebió en sólo dos sorbos, rogando funcionara. Sólo iría a devolver el huevo, y sería libre al fin de ir con su princesa. Sólo estuvo alejado un día de ella, y se moría por verla otra vez, estaba seguro luego de estar frente a ella todo ese mal rato y humillación dejaría de perturbarlo en gran medida.

—No te olvides el camino de vuelta. En la nota dice que puedo tenerte todo el tiempo que quiera– Comentó Daemon extendiendo el papel enviado por el rey.

Sin emitir sonido, incrédulo, el omega leyó lo que decía esperando hallar otras palabras, luego otra vez volvió a leerlo, confirmando con desdicha era un “intercambio” sin fecha de caducidad. Pues además de pedirle el huevo, también quería se mantuviera lejos de problemas para la corte que pudieran amenazar a Rhaenyra o hacer cuestionar su posición.

Su garganta se resecó, y sus piernas se sintieron como de gelatina, conteniendo lágrimas por pura impotencia.

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Se adentró alzando la barbilla y enderezando la espalda como dictaba el protocolo de los guardias reales, pero en su mente la infinita vergüenza no paraba de atacar frente a quienes eran sus compañeros, y los miembros de la corte.

El olor imborrable del príncipe Daemon no abandonó en el camino su cuerpo, y por supuesto fué notable en las expresiones del rey que cruzaban la lástima y el remordimiento. La princesa, y la hija de la Mano también estaban ahí, entonces Criston guardó algo de esperanza poder cambiar su destino.

Desgracia o Dicha, Sigue Siendo Destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora