Parte 3

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Criston no pudo estar más en desacuerdo con el príncipe. ¿Ir a los peldaños de piedra para soportar la frialdad y burlas de nobles y caballeros? ¿Qué quería ahora? ¿Humillarlo? ¿No podía sólo dejarlo morir de hambre encerrandolo?

Se despidieron de la princesa, y luego Daemon lo arrinconó en la pared de la habitación, tomando sus mejillas. Criston pensó quería esta vez follarle la boca, o una felación, e intentó arrodillarse, cosas que no le fué permitida. El platinado simplemente lo observó a los ojos por un rato.

—... ¿Te gusta mi sobrina?

—¿Para qué quieres saber?– Replicó exasperado Criston, golpeando su cabeza contra la pared– No hemos hecho nada, sólo tú me has tomado.

—Es un alivio. Me molesta compartir amantes– Mientras hablaba, desabrochó el cinturón del omega, y Criston se recostó deduciendo sería simple esta vez.

—No soy tu amante, soy tu puto.

—¿Hay alguna diferencia?

—No estoy aquí porque sea mi voluntad, mi cuerpo te fué entregado a cambio de... ¡Ah~!

Se vió interrumpido al Daemon bajar la cabeza entre sus piernas, y pasar su lengua en su entrada, sosteniendo las rodillas separadas del contrario. Criston maldijo colocando las manos sobre el cabello del platinado. Abrió su boca, empujando su propia cabeza hacía atrás, hundiendola en el mullido colchón. Sentía los temblores de la boca ajena mientras el otro jadeaba contra su intimidad.

El morbo empezaba a ser algo habitual en la situación de ambos, y Criston pensó era lascivo un noble se arrodillara frente a un plebeyo como él a darle placer. Y al mismo tiempo, una burla. En plan “me arrodillo para satisfacerme mejor de tu cuerpo”.

Lloriqueó de placer sintiendo esa lengua presionar más profundo, y entonces Daemon lo aplastó con su peso, comenzando un beso para darle a probar de su esencia, Criston descubrió era salado en contraste a los labios del príncipe. Sabía cómo dar placer a un omega, y lo utilizaba al máximo.

Preso de sus instintos inherentes a su naturaleza omega, y esa marca en su cuello que ahora provocaba un cosquilleo, necesitado de esa atención que en otra circunstancia le hubiera repugnado, empujó al platinado sobre la cama, devolviéndole el placer que le dió con la boca, lamiendo fervientemente el miembro erecto. Sostuvo el pene de Daemon, sus manos se ensuciaron por todo el líquido viscoso secretado, y la quijada de Criston se durmió devorando todo lo que podía ofrecerle ese pedazo de carne, tocándose a sí mismo con cada gemido del alfa hasta que el orgasmo manchó su cara.

Despertó en él la corrosiva lascivia, sabía retirar su ropa de forma que hasta eso parecía ser sensual, dejando al omega incapaz reclamar aún cuando lo tomaban por detrás.

Y luego, otra vez acababa más sucio que la ocasión anterior.

Para su sorpresa, Daemon no volvió a tomarlo y se limitó a cubrirlo con una sábana, recostandose al lado sin vestirse. Recogió un libro en la mesa que el omega usaba, el mismo en idioma valyrio cuyo único entretenimiento era ver las ilustraciones. Imaginaba hablaba sobre algo de la conquista, pero no lo podía asegurarme.

Criston no quiso molestarlo, se colocó su camisón, dispuesto a bañarse para intentar dormir un poco y no pensar en la inminente situación de tener que seguir al príncipe a los peldaños de piedra como un premio presumido frente al tipo de alfas con las que en el pasado de codeó blandiendo armas. El de melena plateada rodeó su cintura, deteniendo su plan.

—El maestre dijo siempre lees esto, ¿Cómo lo entiendes?.

—No lo hago– Respondió Criston, cerrando sus piernas llenas del clímax de ambos, recostando su cabeza en el hombro del alfa– Sólo veo los dibujos.

Desgracia o Dicha, Sigue Siendo Destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora