Las sábanas ya estaban limpias, no quedaba rastro de la sangre. Criston había sanado bastante del alumbramiento durante las primeras semanas. Su cuerpo se quejaba si tenía movimientos bruscos, fuera de eso podría estar tranquilo respecto a su antigua inquietud sobre la posibilidad perder la vida en consecuencia de haber dado a luz.
Pero todavía tenía muchas preocupaciones.
Él sólo era un amante, y sus hijas fueron presentadas a la corte por Laena, siendo la esposa de Daemon. La única reconocida. Aquella con sangre noble y que no descendía de gente ordinaria como él. Además, según las tradiciones sus pequeñas no podían dormir en su habitación a pesar él fuera la madre, si quería ellas fueran respetadas y no tratadas como bastardas tenían que seguir protocolo como si Laena fuera quien las trajo al mundo, incluso Daemon se vió obligado no compartir el lecho con él un tiempo. Debía aguantar hasta que el rey firme un decreto legitimando a las gemelas, no podía molestar a Laena, no quería ella se echara para atrás en su decisión de aceptarlas como propias.
Laena dijo que quería hijos, algo bastante válido, el príncipe era su esposo y ya tenía que aguantar que él pasara la mayoría del tiempo con el omega que se hacía llamar su amante descaradamente. El querer llenar ese vacío con hijos sonaba inherente.
Criston ni siquiera podía amamantar a sus bebés, pues Laena decidió que no era necesario y se las dió a nodrizas. Su excusa fué que sería más cómodo así para él, sin esa responsabilidad podría sólo concentrarse en recuperarse del parto.
El omega había intentado replicar sobre eso, aclarando que en verdad deseaba darles de su pecho. Pero Laena no cambió de opinión.
Sólo pudo alimentarlas el primer día de haberlas traído al mundo, y empezaba a sentir sus pechos hinchados, de vez en cuando incluso se derramaba leche de sus pezones y las sirvientas tenían que cambiar las sábanas, luego llenar su agua con leche de amapola. Quería llorar continuamente, abrazando una de las mullidas almohadas imaginando que era una de sus hijas. Las sirvientas también podían sentir su angustia, y estaban serias por la tristeza que les inundaba en la habitación una vez olían las feromonas del omega que empezaba a pensar que la fortaleza roja era más una cárcel de oro que un hogar.
Sentía la depresión post-parto y la falta de actividad afectar, su cuerpo pesaba más y su vientre estaba aún algo hinchado. Estaba seguro que Daemon ya no lo querría. Perdió su figura esbelta y su rostro se hallaba lleno de ojeras e hinchado trás sus lágrimas que simplemente caían así no estuviera pensando en la situación actual.
Ni siquiera la comida de la más alta calidad que le servían pudo hacer desviara su atención de las niñas que debían estar alimentándose de sus pechos, no de nodrizas desconocidas. Según Laena era normal los hijos de nobles fueran atendidos por esos omegas capacitados, pero Criston veía absurdo tener hijos para no cuidarlos él mismo.
Los protocolos acabaron luego de lo que parecía una eternidad
Daemon pudo volver a la habitación, apresurándose traer pasteles de naranja y un té de manzanilla.—¿Te duele mucho?– Preguntó inclinandose sobre el omega en la cama, el cual se retorcía.
—¡Tráeme a mis hijas!– Exclamó Criston frustrado, empujando al alfa. Apretó su pecho, con los pañuelos húmedos absorbiendo su leche.
—¿Ahora? ¿Te han revisa-
—¡SÓLO QUIERO A MIS NIÑAS!– Sostuvo su cabeza, en cólera. Su corazón bombeó la sangre hasta su cabeza, se mareó, por el dolor en su cadera. Sus ojos ardieron, la garganta se quebró mientras tiraba de la ropa del príncipe– Necesito verlas... Déjame verlas...
Pudo haber sido libre, Daemon le permitió elegir si quería tomar té de luna, sabe que si le pidiera lo dejara ir así sería. Pero por mucho que admitirlo sea sofocante por momentos, afuera no tenía nada, su virtud fué mancillada y los años invertidos hasta volverse el primer omega en convertirse en caballero no fueron meritorios para que el rey se lo piense dos veces antes de mandarlo como amante. Un premio del que su hermano podría gozar si se comportaba. Baela y Rhaena fueron lo único que él pudo decidir, Daemon era el único alfa con el cual estaba unido y le proporcionaba algo de luz en su desgracia.
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Desgracia o Dicha, Sigue Siendo Destino
Fiksi PenggemarEl rey Viserys envía como amante a Criston Cole hasta Dragonstone para Daemon, a cambio que devuelva el huevo y deje de causar problemas. Pero Criston Cole no sabe cuál es el plan de enviarlo solo.