Esclavo

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La historia comienza mostrando a un Thorfinn completamente "derrotado" en un pequeño establo cubierto de humedad y paja que, como si tuviese vida propia, se introducía a lugares inalcanzables dentro de su ropa y cuerpo, ni hablar de la deplorable  condición de su cabello. La madrugada era fría; sus manos, como el resto de su cuerpo, se sentían tan pegajosos como el resto de la paja.

— Tch...

Ese fué el primer sonido de la boca de Thorfinn al despertar, regresando así, a su pesadilla habitual. Se sentó en aquel húmedo lugar con una mirada apagada y un pedazo de paja en su mejilla. Sus pensamientos eran casi nulos debido  que sólo pensaba en el pequeño dolor de su cien, una pequeña migraña rutinaria que le recordaba que el descanso le era imposible en aquél establo. Pasó sus manos por su frente deslizando sus dedos entre las hedras de su cabello, aquel que ya comenzaba a rozar sus hombros pidiendo a gritos un minucioso corte.

— Tengo la sensación... De que he olvidado algo.

Susurró mirando como un sol abrasivo amenazaba el cielo aún oscuro entre las pequeñas montañas, un color dorado, brillante, tan brillante como... Sus ojos se abrieron en el instante en que una figura de un hombre que yacía de espaldas se alojó en su mente visualizando un largo y dorado cabello revoloteando en el viento, tan fluido como las olas del mar. La expresión de Thorfinn cambió, de nuevo sentía de nuevo ese pedazo de lino atorado en su garganta, otro día sin poder olvidarlo. Arrugó su nariz y alzó una ceja al sentir algo en su mejilla, una estúpida paja se alojaba en ese lugar, gruñó golpeando su mejilla haciendo que cayera, Thorfinn seguía sin saber manejar sus emociones, aunque frente a los demás, era el esclavo perfectamente sumiso que todos deseaban obtener. Lavó su rostro después de sacar un poco de agua de un pozo, su cabeza seguía punzando, lo último que recordaba de aquél sueño era una mirada azul vibrante, repleta de timidez e inocencia.
   Chistó internamente y volvió a hacer las tareas que sus nuevos amos le asignaron. Su historia se repetía una y otra vez, conociendo a varios tipos de personas y familias disfuncionales, trabajaba un tiempo, se cansaba de sus malos tratos y tras asesinar a su agresor, volvía a caer al mando de alguien más para volver a ser vendido, no recordaba ya cuántos nombres había tenido en tan solo año y medio, tampoco le importaba. Además, aquel lugar le resultaba minuciosamente agradable, casi no recibía golpes, y sobre todo, no había nadie con gustos perversos hacia su persona, aún recordaba el placer cargado con ira y odio que sintió al cortarle la mano a ese depravado que intentó someterlo, quién diría que ese idiota no sabía detener una simple hemorragia; después de su muerte, volvió a hacer perseguido como principal sospechoso, claro, no esperaba que los demás esclavos lo ocultaran a costa de su propia vida. Cada día que pasaba siendo esclavo se preguntaba, qué hubiera sido de su vida si no supiera defenderse así, quizás ya se encontraría muerto.


— Todo hubiera sido más fácil si lo hubiera olvidado.

Aquella frase la había soltado sin pensar frente a otro cautivo, se suponía que talaban el césped por la llegada del verano, pero una vez más, la mente de Thorfinn lo llevó a perderse ante el recuerdo de cierto principe rubio, el cautivo de cabello cobrizo lo vio en silencio, por su mirada, logró notar que había cierto desconcierto en él.

— ¿Qué pasa? ¿Ahora no podemos hablar? —Preguntó un Thorfinn visiblemente molesto.

— ¿Eh? ¡OH! ¡No, nada de eso! Es sólo que... Bueno... —El cobrizo se mostró avergonzado mientras tallaba su nuca con su mano, miraba a otro lado como toda una señorita a los ojos de Thorfinn— Creí que eras mudo. —Fué lo que comentó y comenzó a reír descolocadamente mientras retiraba el sudor de su frente.

La mirada que Thorfinn le dió no fué otra más que cansancio, estaba harto, ¿Qué no había ningún esclavo cuerdo? Lo maldijo internamente y comenzó a talar el suelo.

— Lo siento, he pasado tanto tiempo sin hablar con alguien que ya no reconozco mi propia voz. —Respondió el chico con una enorme sonrisa mientras, gustoso, hacía su trabajo.

— Tú si que eres extraño... —Respondió el rubio provocando una enorme risa a su, ahora, compañero.

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Los suspiros de Thorfinn inundaban el granero, sus labios entreabiertos soltaban pequeños balbuceos y no precisamente de dolor.

— Canute...

Gimoteó sintiendo como sus finas manos se deslizaban por todo su cuerpo, sensaciones vibrantes inundaban su ser haciendo que sus manos tomaran la tela donde los amantes se mecían, Thorfinn  sentía su corazón palpitar, los ojos azules sobre él, se abrieron sólo para observar el desastre que habían creado; la imagen era perfecta, un bello angel dorado, apunto de besarlo, pero justo cuando sus labios empezaban a tocarse, la imagen se fué desvaneciendo, para al final, abrir sus ojos encontrándose de nuevo con aquel sucio granero.

— ¡Ahg!

Gruñó sentándose mientras tallaba su cabello con sus uñas, a diferencia de otros días, esa mañana se sentía extrañamente tranquilo, hasta que levantó su mirada y se encontró sorpresivamente con aquel esclavo sentado de espaldas.

— ¿Quién es Canute? —Preguntó el chico  de cabello cobrizo.

— ¿Eh? ¿De que hablas? —Los ojos de Thorfinn se agrandaron, ¿Había hablado dormido de nuevo?.

— ¿Era tu amante?

A pesar de su pregunta tan comprometedora, el joven parecía curioso, no había ningún rastro de maldad, Thorfinn agradecía que su nuevo compañero fuese de esa manera, siempre tan transparente y animado, mentiría si dijera que le era una molestia como sus otros compañeros, lo había juzgado mal la primera vez.

— No... No era mi amante, ni nada parecido. —Los recuerdos inundaron su mente, de nuevo recordando los días de gloria.

— Honestamente... Yo perdí esa oportunidad por una simple venganza.

El silencio llegó de nuevo, el joven lo miraba extrañado y de algún modo, encontró pena en los ojos color miel de Thorfinn.

— Me llamo Einar... —Susurró de la nada, invitando así, a compartir historias.

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