Hey, antes que nada ¡Hola, es un placer!
soy una persona muy social a decir verdad. Antes que nada decir que es una colaboración con una personita muy especial y que estos one-shots antes no eran one-shots... Luego se dirá este tema. Solo disfruta...
AVISO: Recuerden que, para este país en la vida real, las relaciones entre personas del mismo sexo es mal visto. Por tanto está historia está ambientada en mí AU, es decir mi universo alternativo. Espero no incomode, y si lo hace prometo borrar este capítulo o en dados hechos cambiar su contenido.
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Desde que tenía memoria recordaba el bonito y doloroso hecho de expresar sus emociones mediante cartas. Era tímido para poder hablar fuerte, y prefería no fiarse de las personas que lo rodeaban.
Tal vez era una de las razones por las cuales, mediante cartas transmitía su amor tan puro hacia su "amigo".
Cada vez que sentía un revoloteó de alguna criatura plasmaba esa sensación tan serena y curiosa en sus cartas, en sus textos para nada cortos.
Un suspiro salió de sus labios mientras agarraba una hoja junto a un plumón, para mojar este mismo ligeramente de tinta. Eso le gustaba. Le encantaba lo clásico y romántico que solía ser mandar una carta al buzón para que se lo entreguen a esa persona, sentir la adrenalina de no saber su reacción, todo esto antes de la tecnología y sus avances.
Movió ligeramente la silla en dónde se sentaba, quería estar cómodo para poder expresar esa última carta. O lo más posible a una.
Trago seco mirando su alrededor. Primero miro su computadora, después los tulipanes tan coloridos en su respectivo florero, escucho atento el canto de los autos recorrer mientras la suave lluvia caía.
Cerrando sus ojos sintió algo de tranquilidad en su alma para ver el papel vacío que esperaba pacientemente contener algo. Sin más una sonrisa se hizo presente para poner las primeras letras. Sin temor alguno a equivocarse en el intento.
“Esta carta posiblemente sea la última o en caso contrario, sea la primera expresando algo que te oculto...”
Plácidamente apoyo su espalda en su asiento pensando que más poner. La imaginación es libre de interpretarse, pero en momentos claves nunca es suficiente, nunca está presente.
Agarró su taza de café y bebió un poco. Amaba el café aunque no lo tomara a diario. Tal vez era el sabor amargo que, con solo unas cucharadas de azúcar podía volverse dulce.
¡Eso era! ¡Ya tenía una solución!
Amaba a Argentina y también amaba las cosas más básicas, entonces, ¿por qué no unir ambas cosas?
Por ejemplo, el café.
“Аrgentina , quería decirte que, eres como el café... No lo tomes como una ofensa, ya que, eres dulce, pero al mismo tiempo agrio. Cada que te veo, tengo más energía de lo habitual. Me despiertas para no quedar dormido en aquella aburrida silla separado de tí, que me hace sentir abrumado. Eres especial, quiero que estés conmigo cada mañana, cada noche, cada día...”
