Capítulo 32

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HOLA MIS QUERIDOS LECTORES, HOY OS TRAIGO UN CAP SUUUPER LARGOOO.

PERO ANTES, SOLO OS QUIERO DECIR QUE A PARTIR DE AHORA SERÁ NORMAL QUE TARDE UNA SEMANA EN ACTUALIZAR, YA QUE ME GUSTA HACER LAS COSAS BIEN. PREFIERO TARDAR UN POCO MÁS Y DAROS UN BUEN CAPITULO QUE TARDAR POCO Y ESCRIBIR UNA MIERDA.

PD: LA CANCION QUE SALE EN EL CAPITULO ESTÁ EN MULTIMEDIA.

ESPERO QUE OS GUSTE ;)


Capítulo 32

(Noel)

Aquella habitación ya se le había hecho costumbre, y el miedo y la curiosidad que sentía en un principio al entrar en ella se convirtieron en una escalofriante rutina. Los aparatos y objetos de tortura sexual decorando las paredes y regados por las estanterías de los muebles ya no le producían la misma impresión al verlos. Lo que si le preocupaba, era el día en que tuviese que sentir en carne propia todos esos objetos.

Ya hacía más de diez minutos que Elías le había ordenado que se quedase en la estancia y que le esperara. Diez minutos en los que había estado contando los segundos con miedo, excitación y nerviosismo. Pero el rubio no aparecía, ni siquiera se escuchaba nada perceptible al otro lado de la puerta. Por otra parte, la no presencia del mayor le había dado tiempo para pensar, algo que no quería hacer hasta haberse tranquilizado para así poder tomar las cosas con calma. Esa chica japonesa, Kaoru, seguía inquietándole mucho. A estas aturas, Noel sabía perfectamente que se estaba enamorando de Elías y, aunque sabía que una persona no puede elegir de quien se enamora, aquel amor lo estaba carcomiendo por dentro. Porque sabía que nunca sería correspondido. Y, aunque de alguna remota manera Elías sintiese lo mismo que él, una relación entre ellos nunca sería posible dado su trabajo y las claras diferencia entre sus caracteres y sus estilos de vida. Llegar a esas conclusiones tan desesperanzadoras sólo lo amargaban más. Y después de varios días de aparente felicidad, dónde sólo existían él y Elías en aquella casa, dónde le pertenecía, el peso de la verdad acabó por desarmarlo de nuevo, quitándola la felicidad recién encontrada.

Y cuando su vista se posó en uno de los ganchos de la pared, en el cual colgaban unas gafas de falso cristal perteneciente a un disfraz que Elías utilizaba a menudo, pensó en su hermano Uriel. Le había costado un ojo de la cara poder comprarle las dichosas gafas al adolescente, casi cien euros que se había gastado en ellas. Pero ahora tenía un buen sueldo, y lo que tenía que acatar para conseguirlo no le resultaba del todo desagradable. "Si es con Elías... no me importa".

Noel se frotó la cara, frustrado, impotente. Y esperó hasta que, muy difusamente, escuchó pasos en la escalera. No supo si alegrarse o entristecerse por tener que verlo por más tiempo. La puerta se abrió estrepitosamente, dejando ver a un Elías con la respiración acelerada. Noel se acongojó al notar el temblor en su mandíbula, a causa de la fuerza con la que la apretaba. Y se asustó aún más al ver esa mirada colérica, cargada de odio. ¿Odio hacia quién? ¿Hacia él? El pelinegro sintió su corazón encogerse, acojonado por la incertidumbre del futuro próximo. Inconscientemente, se encogió, dando un respingo cuando el mayor se acercó hasta él a grandes zancadas, marcando el paso con los talones de los lustrosos zapatos.

-¡Tú!- le espetó. Noel no entendía absolutamente nada- ¡Desvístete y luego colócate de cara a la pared!

El menor lo miró con los ojos como platos, confundido y violentado por los recientes acontecimientos. La impaciencia en la mirada del rubio fue el incentivo que le hizo comenzar a desprenderse de sus ropas, quitándose la camiseta y luego los tejanos. A cada prenda que se quitaba, un nuevo aviso, una nueva alarma, se disparaba en su mente. Algo no iba bien.

MUERTE DE UN CHAPERO (homoerótica) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora