Capítulo 5

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Capítulo 5

Allí, en un bar en una esquina, Noel miraba fijamente al hombre sentado frente a él, intentando adivinar qué coño le pasaba por la mente. No lograba entenderlo. ¿Por qué quería tomar algo con él? Normalmente los hombres sólo se le acercaban por sus servicio, y nada más. Además… ¿Por qué las caricias y los labios de Elías… le resultaban tan familiares? Es como si ya los hubiera probado antes.

El rubio dejó de jugar con la espuma de su café y fijó su vista en Noel, quedando ambos pares de ojos clavados.

Noel vio cómo Elías lo miraba pensativo, y decidió romper el silencio con una pregunta que le rondaba la mente desde hacía un buen rato.

-¿Tú y yo nos conocemos?- preguntó entrelazando los dedos de las manos entre sí.

-Nos estamos conociendo.

-Me refiero a que si nos conocemos desde antes.

-¿Tu qué crees?

-No sé si nos conocemos, por eso te lo estoy preguntando- dijo Noel rodando los ojos. Entonces se le ocurrió una idea- Déjame comprobar una cosa.

El peli-negro se levantó suavemente apartando la silla y se inclinó apoyando los codos sobre la mesa. Luego, tomó sus mejillas y junto sus labios con los del rubio. No fue un beso húmedo, ni fogoso, sólo un roce superficial. Igual de tranquilo que se había levantado, el chico de ojos grises se volvió a sentar y apoyó la barbilla en su mano mientras miraba por una ventana del bar a su costado. Ahora lo tenía claro.

-No sé porque… pero me parece que te conozco desde hace tiempo- susurró Noel bufando- Reconozco el sabor y el tacto de tus labios.

-Sí que nos conocemos, pero dejaré que te imagines de dónde- el rubio sonrió burlón atrayendo la atención de Noel.

-Eres un imbécil, suficientes problemas tengo ya como para tener que estar pensando en ese tipo de cosas- replicó Noel rechinando los dientes.

Se levantó con la intención de irse, pero vio cómo había empezado a llover a cántaros. Después de maldecir por lo bajo, echó una mirada a Elías, que todavía estaba sentado y mirándolo sonriente. Se dirigió por última vez a la mesa, casi forzadamente.

-Gracias por invitarme a tomar algo, yo prefiero marcharme ya- dijo acercando el rostro a su oído.

Luego, indeciso, se marchó, dejando al hombre de cabellos de oro sólo.

Después de salir de bar, Noel corrió como si le llevasen los mil demonios, cubriéndose la cabeza con sus antebrazos para evitar mojarse más de lo necesario. Sólo le faltaba resfriarse y estar otros dos días en cama, eso ya sería el colmo de los colmos. Al llegar a su casa empapado hasta los huesos cogió el teléfono y llamó a Carmen, diciéndole que estaba bien y que cuando parara de llover iría a buscar a sus hermanos, que según ella estaban muy preocupados. Como no tenía nada que hacer fue a la habitación de su hermano, la cual compartía también con su hermana menor. De casualidad, vio unos papeles en el escritorio del cuarto, y tomó una de las hojas. Nunca había leído nada que su hermano hubiera escrito, aunque tampoco sabía que escribía hasta hacia unos días. Debió haber sido más atento con ellos, en el fondo no los conocía tanto como él creía. Quedó fascinado, se dio cuenta de que su  hermano era un verdadero artista;

    “Esperándote en mi soledad, cansado de ésta oscuridad. Dijiste que no tardarías en volver, pero llevo aquí una eternidad. Miro a través de la ventana cada dos por tres, salgo de nuestro hogar y grito tu nombre por si alguna súplica te puede llegar. Está muy silencioso éste lugar sin tus risas, sólo escucho mis llantos al recordar tus sonrisas. Y los latidos de mi corazón retumban en mis costillas, y resuenan taponándome los oídos. Si he hecho algo mal te pido perdón, si mis caricias no te hacen sentir bien enséñame. Si mi consuelo no te consuela mátame, pero no desaparezcas dejando éste vacío en mi vida y mi corazón.”

Era muy bueno ese pequeño texto para un chico de apenas quince años, y ni siquiera se había puesto a leer un libro suyo, aquello ya lo había impresionado. Estaba muy bien, pero él hubiera cambiado el formato del texto y en vez de en prosa lo habría hecho en forma de poesía. Porque eso era, una poesía.

Un silencio interrumpió sus pensamientos y sus elogios mentales hacia su hermano, y miró a través de la ventana comprobando que el sol comenzaba a salir y apenas caían ya gotas del cielo. Sin poder evitarlo, ese color cálido y dorado que bañaba las calles le recordó a los cabellos de Elías, y se ruborizó al recordar el beso. ¿De dónde se conocían? Mierda, no lo podía recordar. Pero ya había probado sus labios antes, y esas mismas manos ya le habían acariciado el rostro. ¿Tendría amnesia o algo parecido? No creía que fuese posible, pero no conseguía recordarlo. ¿Y qué quería Elías de él? ¿Por qué le había buscado? Ahora tenía muchas dudas y una curiosidad tremenda… tendría que haberse quedado un rato más hablando con él. Pero bueno… puede que lo volviera a ver. 

MUERTE DE UN CHAPERO (homoerótica) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora