Maduraste, pero sigues siendo una niña

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Mi preciosa y pequeña niña, llegaste a mi vida de una forma inesperada, nunca pensé que nuestra amistad surgiera porque somos tan diferentes. ¿Qué hizo que surgiera nuestra amistad? ¿El peculiar gusto en la música?

Cuando me contaste tu historia, no podía creer que una persona tan buena pudiese llevar consigo ese enorme peso en sus hombros. Me permitiste ver como tus ojos se inundaban por olas de lágrimas, por lo que me hiciste entender que me tenías la suficiente confianza para hacerlo.

No puedo mirarte como antes, ya no. Con esto, no quiero que me malinterpretes, al contrario; ahora te miro con admiración y orgullo por pasar por tantos inconvenientes en tu corta vida.

Nuevamente, te doy gracias por tener esa confianza en mí y considerarme como tu lugar seguro en el cual puedes soltar todas tus ataduras. 

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