Tic Tac Tic Tac

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Mi corazón bombea al compás de los latidos de una melodía armoniosa, cuidadosa, bondadosa, feliz. La arena discurre, los segundos pasan, los gritos se hogan y las risas acallan. Puedes mirar, observar, vigilar y desvivir por ese recuerdo, pero nunca cambiará. Ni volverá. Todo lo que fue, fue y todo lo que sucedió, ocurrió. La felicidad que huyó y la soledad y el perdón que llegó. Se acerca el lobo, y con su encanto regala rosas y bombones, poesía e ilusiones. Él siempre tiene la última palabra, pues nadie es nadie para él y alguien es solo sí mismo. No teme, pues no le quedan enemigos. Siempre cauteloso, ordenado y resguardado. La caza nunca escapa. Un juego de niños. La inocencia estúpida frente a la lógica discreta. Todo acaba siendo un baile de disfraces. Atrae como un imán, atrapa como un agujero negro. Es diferente, es distinto. Quiero comprenderlo, abrir la caja de pandora y descubrir si hay más rosas, o quizás lirios. Estoy impregnada de su magnetismo. ¡Oh, cuidado! El lobo ha tropezado. Límpiale su precioso pelaje, llena su henchido orgullo, seca sus puntiagudas lágrimas; arrópale, hasta que la culpa no encuentre cobijo en su alma. Y tú mientras cae. Sin prisa, sin "argumento", arrastrando la nieve, el granizo y las explicaciones sin sentido. Cubierto de ventisca todo escurre, ni las ramas de lava agarran lo suficiente. El lobo quiere parecerse al cocodrilo y danza en una balada de alaridos y llanto. A veces tropieza y eso hace que la farsa parezca menos irreal. Él sabe qué pasará, siempre lo ha sabido y solo le toca esperar, es tan fácil y mecánico como dirigir al peón. Algo te dice bajito: ¡despierta! Aunque quizás desde la otra orilla se escuche como un grito. Piensas y lo ves todo con claridad: el veneno siempre mata. Es tu momento, tienes la fuerza. Da el paso, pisa con fuerza. ¿Y después...? Después caes, siempre te lleva un paso, una zancada, un universo. Ha colocado correctamente la trampa. De nuevo te reencuentras con tu mente y ésta vez es mucho más penoso e hiriente: tan solo eres un planeta orbitando alrededor de un gran sol negro como los ojos del lobo en luna llena. ¿Te hace eso feliz? No, no, no, no. ¿Qué tiene aquél lobo? ¿Son sus mentiras o las mías? Soy idiotez, ingenuidad y estúpidez. Creo que llevo las riendas (¿las llegué a tener?) y acabo siguiendo una dirección fingida. Las lágrimas nunca han brotado, este dolor no hace escocer los ojos, sino sangrar el alma. Mantengo la distancia. Lo consigo y se alarma, acercándose con el rabo entre las patas. Ya no siento pena ni condolencia, sino cierta repulsión. Y me avergüenzo, nadie se merece un pensamiento así. Quizá aquel lobo tampoco. Sin embargo el lobo con sus ramos y enseñanzas me agasajó. Me gané su confianza y un nuevo mundo me mostró: no lucían tantos colores ni con la misma intensidad y alrededor un distinto y brumoso pensamiento descubrí. Aprendí, aprendió. Fuimos lecciones escritas en un árbol milenario, memorias que ni el tiempo sabrá borrar. No sé qué pasará, pues aún no me ha mostrado su mejor don. Quizá éste solo esté con él. El lobo me mira y sonríe. Aún no sabe leer mi mente, pues sino sus colmillos no enseñaría.

Palabras a la nada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora