Capítulo XXVII

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La imponente mansión Lavallé se alzaba frente a mi en cuanto terminé de subir las escaleras de cemento que conducían a su entrada.

Luego de saltar por la ventana Edrik dejó un mensaje en mi celular en el que decía la hora exacta en la que debía llegar.

Otra vez, no hice caso, por supuesto.

Salí de casa media hora antes para lograr llegar un poco más temprano, necesitaba estar en esa casa sin su compañía y ver si encontraba algo más para unir al mapa que Sara, Evora y yo estábamos armando.

Toco a la puerta de madera y como aquella vez, una chica del servicio me abre la puerta.

-El señor Edrik está ocupado y no la espera hasta dentro de unos minutos, si gusta lo puedo llamar para que sepa de su presencia.

-No es necesario.- Digo con la mayor convicción que puedo demostrarle a esta chica que se ve, muere por este trabajo- lo esperaré aquí, no hay necesitad de interrumpir.

-Muy bien, pero no se mueva.

Se marchó algo rígida y yo me quedé totalmente sola en la enorme sala de estar.

<<Momento de explorar>>.

Sabía que no contaba con más de un par de minutos así que la rapidez debía ser mi clave, me moví entre sofás, estantes con libros de historia para nada interesantes, una mesa y objetos que servían para decorar el espacio, traté de escabullirme con cuidado en uno de los pasillos y observé su foto.

La familia Lavallé sonreía en todo su esplendor en ese retrato familiar.
Edrik y Oliver no debían tener más de diez años, Gael se veía igual que ahora pero en su mirada se notaba un brillo diferente a la negrura que posee normalmente. Los observé y luego mi vista se desplazó a la mujer que los acompañaba, era la primera vez que encontraba una foto de Aria Lavallé; era una mujer hermosa, delgada pero con curvas, su cabello se notaba sedoso y de un color caramelo, su piel tersa y bronceada, sus ojos tenían el mismo tono que los de Oliver pero a diferencia de que estos eran dulces, cálidos y felices.

Era de notar que fue una mujer increíble, con un gran corazón que tristemente no logró latir lo suficiente para permanecer con vida.

Aún no entendía cómo Caden logró enamorarse de su yerna y obsesionarse a tal punto de matarla por no aceptar huir con él. Pero lo que era más extraño es que ninguno de los involucrados en ese caso parecía molesto con el hecho, ellos parecían no culpar a nadie.

-¿Encontraste algo con qué divertirte Eleonor?

No era necesario voltear para saber quién se encontraba a mi derecha, así que no lo hice, seguí mirando fijamente el retrato.

-La verdad es que no, todo acá es muy aburrido.

-Te creería si esa mirada de curiosidad no estuviese estampada en tu rostro. Estás viendo a mi madre.- Eso último lo dijo con un deje de enojo, fantástico, ya estaba amargado.

-Era hermosa.- Traté de aliviar la tensión.

-Por supuesto, fue mi madre y si yo salí hermoso es porque ella lo era.

-Cuánta humildad.

Lo sentí reír por lo bajo, pero otra vez, no aparté la mirada.

-¿Qué es lo que tanto te interesa Eleonor?

<<Era hora.>>

-¿Cómo no lo odias? A tu abuelo quiero decir, acabó con la vida de tu madre y aún así hablas de él como si fuese importante.

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