casa

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El concepto de "en casa" es otra de las cosas que estuve persiguiendo toda mi vida. Y siempre tuve problemas con hacer cosas mías, pero hay algunas a las que les tengo mucho cariño; a las 7 de la tarde, a los jueves, a un mate que se me rompió hace 2 años, a una botella de vodka comunista vacía (y un millón de cosas más porque soy una acumuladora compulsiva). Para mí, estar en casa es estar en un lugar que se sienta un poquito a todas esas cosas.

También amo con furia el invierno. Sí, siempre tengo que aclarar que es visto desde mi lugar de privilegio, pero me hace sentir que mi casa me abraza así que arriesgo un poco el tema de la condena social.
En el invierno, tengo una bella conexión con mi casa. Paso mucho tiempo con infusiones calientes, sentada o acostada en el sillón, tapada con algo suavecito y compañía de los gatos. En esos momentos, siento que la casa me habla y me dice que soy bienvenida, que está todo bien, que estoy siendo contenida con éxito.
Esto se puede, creo, por la relación que creé con el lugar que habito. No todas las casas en las que viví son mis casas. Después de un poco (mucho) trabajo entre nosotras, puedo decir que esta es mi casa. Tendré que dejarla en algún momento obviamente, así son los alquileres y las vueltas de la vida, pero por el momento estamos bien (aunque muchas veces la descuide, la mesa sea un desastre, no la haya decorado demasiado y no tenga espacio para la heladera en la cocina). Además, creo que siempre se pueden encontrar pequeños detalles, rituales medio inconscientes, que terminen haciendo que conectes. Así que espero esto me siga a todos lados.

Tengo muchos amigos que son de otras provincias y no reconocen sus lugares actuales como suyos, su corazón está en donde está su familia. Y si bien casi siempre soy yo la forma física de la tristeza, me pone triste por ellos; el tener que estar tan lejos de lo que sentís tuyo y tener que estar siempre preocupándote en volver.
De todas formas fue un trabajo, todo un viaje. Cuando era chica siempre supe que quería irme apenas pudiese, y eso es lo que hice. Después me atacó la nostalgia, extrañé, fui, cerré un par de ciclos en medio de los cerros y volví. No fui muchas veces más después de eso, porque esta es mi casa (aunque sea pequeñísima, haga mucho calor en verano y los almohadones no combinen con el sillón. No fue necesario traerme la botella de vodka comunista ni los mil tubos vacíos de pringles).

En invierno limpio, acomodo, me visto con ropa peluda y se siente como cuando el solcito te pega en la cara mientras comés una mandarina en ruana mientras escuchás la radio al lado de la ventana. Usualmente estoy sola (miento, me acompañan la música y los gatos) y eso me hace sentir un poco de culpa (hago énfasis en la diferencia entre poco, poquito y poquitito). Estoy sola y amo a mi familia, la que está lejos, pero no puedo evitar sentir que fue esta casa la que me permitió reconocerme como un ser individual y no parte de un conglomerado destinado a juntarse todos los domingos. Sí, me gustaría juntarme con ellos los domingos, pero fuera de eso estoy bien. Si realmente fuera para esos lares los domingos y los vería, sería en calidad de individuo y no como "hija", "prima", "tía", "hermana" o lo que fuera. Soy yo y tengo un camino alejadísimo de mi familia, que aunque los amo son cosas que decidí y me hacen sentir egoísta, pero una Persona, con P mayúscula. Me gusta quedarme en casa. Hacía 10 años que no me sentía en casa, y llegué. Acá estoy.

Igual no es una casa, es un departamento. Es lo que hay.

1007Where stories live. Discover now