los que se van

2 0 0
                                    

Mi cabeza está siempre ocupada en los que se van. No es necesario que se hayan ido, solo sé que se están yendo (ojo de loca no se equivoca). No tengo motivos pero siempre, siempre tengo la razón. Como cuando unos meses antes de que nos deje mi perra me dediqué a llorarla mientras la podía abrazar, como cuando empecé a aceptarle cafecitos y roscas de navidad a mi abuela, como las mil veces que soñé que alguna noviecita de internet estaba afligida conmigo, como cuando le hablé a mi amiga porque algo en la garganta me picaba y estaba internada. 
Ahora, después de un año lleno de pérdidas y una nostalgia que quizá podría describir como obsesiva, soñé que me encontraba con mi abuelo; me devolvía un libro que le presté y me hablaba de todo lo que había estado leyendo. Mi abuelo enviudó hace muy pocos meses, quedando con dos cachorritos a cargo y un corazón roto. Siempre me pidió que le preste libros, aunque fuera una adolescente perdida en el mundo de la fantasía. Siempre leyó todo lo que le di y si bien nunca discutió conmigo mucho de lo que llevaba, volvía a pedirme el tomo que seguía. Es muy callado, pero es un buen tipo. Yo nunca fui la fan número uno de mi abuela, pero ahora mi querido lector viudo llora y dice que no sabe qué sigue, qué va a hacer con su vida. Supongo que no contó con que se podía ir, y se fue. ¿Sabrá que los que se quedan no son la mayoría?

Últimamente me acuerdo mucho de él. Llegué a escribirle pero un vacío sequísimo en la boca del estómago me impide atenderle el teléfono. Lo pienso también cuando veo a mi amor, me sonríe y me dice que no me preocupe, que ahora somos dos (si jugamos a la rayuela pero de alguna forma me las ingenio para pisar todas y cada una de las líneas, ¿te vas a quedar igual?). Lo pienso cuando me acuerdo de Poroto yéndose de casa sin saber cómo volver. Lo pienso y veo a mis gatos crecidos y flojos, me acuerdo cuando eran bebés inquietos y querían dormir en mi cuello siempre. Sin que se enteren hago cuentas mentales de cuánto tiempo más se van a quedar conmigo, dejándome solo un gusto amargo y sin sentido que no se va.

Digo que mi nostalgia es obsesiva porque me consume entera y lo que está pasando ahora no existe. Objetivamente está todo bien, está todo perfecto, pero sé que se va a terminar así que por las dudas empiezo a duelarlo. Si a esto le sumo mi reciente redescubrimiento del llanto, creo una imagen que le daría la razón a mi psiquiatra en que soy una persona triste por definición. A veces me acuerdo de eso también y lloro otro poco porque no me parece justo.

Lloro cuando mi amor me abraza mucho, porque me encanta estar entre sus brazos y no quiero que se termine más. Lloro cuando me acuerdo de lo mucho que me quiere, porque me lo demuestra siempre y no quiero dejar de sentir amor nunca más. Lloro cuando me llega una brisa que me recuerda a mi llanto del 2015 escondida en el baño de mi tía porque sentí un airecito con olor a 2013. Obviamente con ese airecito también.

Lloro en el aeropuerto de Buenos Aires, mucho más si miro a la costanera. Lloro con Moon Song de Phoebe Bridgers aunque no tenga por qué, porque ya no la siento más. Ya no siento las cosas malas pero lloro por el miedo de volver ahí.

Lloro si miro al cielo y hay estrellas porque una es mi hermano y otra mi nona (que quizás existan en otro plano y me acompañen, pero quizás no y todos en este mundo quedamos cada vez más solos), lloro si no pienso que una de esas estrellas es mi abuela porque soy una desagradecida por no acordarme de ella. Me pregunto también si cuando se vaya mi abuelo me verán juntos desde algún lado o si tienen cosas más importantes que hacer.

Mi nono murió hace un mes, pero no lloré. Lo vi todos los jueves de mi infancia, todos los domingos, todas las noches que me desvelé con mi prima y nos acercó manzanas con azúcar para que no tengamos hambre. Lo vi mientras acompañábamos a mi nona con cáncer, lo vi en el funeral. Después, no lo vi nunca más. No solo no lo vi nunca más, sino que me enteré de historias que de niña no había forma de haberlas sabido. Me enteré de cosas que al final no importan, porque después de la última vez que lo vi nos abandonó. No lloré cuando se fue, pero lloro si pienso que quizás en mí pese más la bronca que todo lo anterior; si no fuera así, habría llorado cuando mi mamá llamó para contarme. Es gracioso ser tan egoísta como para olvidar cómo se sentía todo lo bueno para reemplazarlo con las malas que por ahí ni siquiera me incluían. Me siento traicionada y en parte es ridículo, pero como es triste ser una persona tan amarga y rencorosa, lloro.

Volver a poder llorar es lo peor que me pasó y no quiero derramar ni una sola lágrima, nunca más. 

Quiero dejar de pensar en los que se van 

(soy una envidiosa, me quiero ir yo).

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Feb 21 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

1007Where stories live. Discover now