Primer encuentro, julio de 2010

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ᴘʀɪᴍᴇʀᴀ ᴘᴀʀᴛᴇ

Quizás no salga bien,

pero habrá que intentarlo.


AIDEN

Estaba desesperado. Desesperado por salir de casa y olvidarme del caos que habitaba allí dentro, pero había un enorme problema. Tenía casi ocho años y era nuevo en esa ciudad, ¿a dónde podía ir? No tenía ni idea, pero los gritos en mi casa eran cada más fuertes. No me gustaba ver a mi madre y a mi padrastro discutir, pero odiaba más cuando me metían en medio y aquella pelea tenía todas las papeletas de que si no me iba me acabarían metiendo.

Me quité las zapatillas deportivas para que al bajar las escaleras y salir de casa no se escuchara nada, lo conseguí, pero una vez fuera no supe a dónde ir. Desde mi posición seguía escuchando los gritos de esos dos, por eso me tapé los oídos y cerré los ojos unos instantes. Los suficientes para que al abrirlos apareciese una niña que me miraba con curiosidad. Parecía ser más pequeña que yo. Llevaba un vestido de flores y debajo debía de llevar el bañador mojado porque se trasparentaba un poco.

—¿Qué haces? —Me preguntó mirando por encima de mi hombro, hacia la puerta de mi nueva casa. Debió de escuchar los gritos.

—Evito a mis padres. No quiero que me metan en su discusión. —Se me había pasado por la cabeza mentirle a esa pequeña niña, pero ¿para qué? No tenía sentido, cuánto antes se diera cuenta, mejor.

—Ah, eso —estaba preparado para que aquella niña huyera lo más rápido posible y se alejara de mí. La gente solía hacerlo cuando descubría que mi relación con mis padres no era muy buena.

Antes iba a un colegio privado y allí los niños venían de buenas familias, sus padres se querían, no discutían; lo típico. Yo era el niño raro, el que no tenía padre y su madre se casó con un drogadicto. El niño al que sus padres nunca iban a recogerlo al colegio, ni iban al día de padres.

—Lo hemos escuchado desde casa. —Eso fue lo que dijo, pensé que se iba a ir, pero lo que hizo después me sorprendió. Lo que yo no sabía es que aquella niña no iba a dejar de sorprenderme—. ¿Quieres venir a mi casa?  Vamos a hacer galletas.

—¿Vais?

—Sí, mis hermanas y yo solemos ayudar a mi madre cuando hace repostería, se nos da genial, aunque Jess suele acabar blanca como un fantasma. Tiene un año, pero mamá insiste en que tiene que aprender desde que es un bebé, dice que así nos enseñó a Margot y a mí, yo pienso que debió de lavar mucha ropa. Por cierto, me llamo Hannah. Hannah Green.

—Aiden Clark.

—Mi amigo se apellida igual que tú, se llama Hunter, te lo puedo presentar.

—Creo que sé de quién me hablas. Si es Hunter Clark, el chico obsesionado con los tatuajes, es ni más ni menos que mi primo.

Hannah abrió los ojos y eso me hizo pensar que acerté. El mundo es un pañuelo; quien iba a pensar que yo acabaría conociendo a una de las mejores amigas de mi primo sin que él me la tuviera que presentar.

Hunter me había hablado de cómo era vivir en Carmel y sobre sus amigas. De aquellas dos niñas me había hablado mucho, más de lo que me gustaría, aunque de una me habló mucho más; se llamaba Jade y creo que a mi primo le gustaba aunque no se hubiese dado cuenta. También me habló de Hannah, aunque no pensé que se colaría en mi interior de tal forma nada más conocerla. Era una chica especial, tenía algo que la hacía así.

Creo que lo que me gustó de ella fue que no se alejó cuando vio a lo que estaba atado. No se alejó al ver la mierda de familia que me había tocado. Me invitó a su casa sin conocerme de nada.

—Genial. Entonces, ¿vienes a hacer galletas?

—Hagamos esas galletas.

Hannah pegó un gritito de alegría y me cogió de la mano para llevarme hasta su casa. En cuanto puse un pie en ese sitio supe que no me quería ir de allí nunca. El aire era diferente, no era tenso como en mi casa, era más bien familiar.

Para ir a la cocina había que pasar por la puerta del comedor donde estaba su padre con una gafas súper finas y un periódico entre las manos. Levantó la vista y me saludó con un «buenos días, muchacho» y una enorme sonrisa en su rostro. Luego volvió a fijar la vista en el papel.

            En la cocina había una mujer acompañada de dos niñas; la mayor, que supuse que era Margot, y una que estaba sentada en una trona y que estaba intentando comerse las pepitas de chocolate, ella debía de ser Jess. Su madre la pilló infraganti y le quitó la bolsa. A cambio le dio una punta de pan, aunque no le hizo nada de gracia, curvó las cejas y se cruzó de brazos. Tenía un año por lo que no sabía hablar, hizo lo único que podía hacer. La mayor empezó a reírse al ver a su hermana, la madre y la pequeña no pudieron evitar contagiarse de la risa y comenzaron a reír.

Pararon de hacerlo cuando vieron que la hija mediana había reclutado a un niño. Las tres me miraron sin quitar la sonrisa de la cara.

—¿Eres el nuevo vecino? —Preguntó la mayor.

Aquella tarde hice galletas con una familia que, sin conocerme de nada, no dudó ni un solo segundo en acogerme

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Aquella tarde hice galletas con una familia que, sin conocerme de nada, no dudó ni un solo segundo en acogerme. En tratarme como un hijo más.

Aquella tarde me sentí feliz. En paz.

Aquella tarde supe cómo era realmente convivir en una familia funcional donde todos se quieren.

Aquella tarde elegí a una familia que no era la mía.

Aquella tarde sentí, por primera vez, que me querían. Sentí que era parte de algo.

Había armonía, se complementaban y era algo digno de admirar.

Desde ese instante supe que, quizás, dejaría de pasar tanto tiempo en mi propia casa para estar en aquel lugar. Y no me equivocaba.

*****

Huolaaa!! ¿Qué os ha parecido este capítulo? ¿Y Aiden? Contadme.

El sonido del verano (Serie hermanas Green, 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora