Fin de vacaciones, agosto de 2012

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Hannah

Ya se estaban acabando las vacaciones y debíamos volver a clases. Al verdadero infierno. Nunca me había gustado ir al colegio, lo único bueno que tenía era que, al tener que comprar el material escolar, podía aprovechar y meter al carro de la compra cosas que me hacían falta para pintar. Solía ir con mi abuela y mis hermanas ya que mis padres estaban ocupados con el trabajo.

—¿Qué es eso? —Preguntó mi hermana Jessica. Tenía seis años y era un trasto, más que cuando era más pequeña. Se pasaba las horas muertas con la tableta viendo «Todo es Rosie», una serie que había salido dos años atrás y a la que se había aficionado. Estaba en la edad de tocarlo todo para ver qué era y querer comprárselo, por eso mi abuela siempre estaba quejándose cuando le tocaba llevarla a algún lugar.

Seguí con la mirada el dedo que apuntaba a una de las estanterías repleta de estuches, solo que ella no miraba a eso precisamente. Estaba mirando un libro que alguien debió de dejarlo en el lugar equivocado. Sonreí al recordar esos libros. Me acuerdo que me los regalaron cuando cumplí cuatro años y eran mis favoritos. De hecho creo que siguen estando en casa, en algún lugar al fondo del armario o del trastero, quién sabe. Era una caja-maletín y dentro había libritos finos con una letra diferente hasta formar el abecedario.

—Son libros.

—Quiero verlos.

Llamé a mi hermana Margot, que era más alta que yo, para que cogiera la caja. Se la dio a mi hermana y con mi ayuda la abrió.

—¿Pone «El traje de Jeremías»?

—Sí. —Mi hermana había aprendido a leer hacía unos meses y la verdad es que aprendió bastante rápido, aunque había algunas palabras que aún le costaban.

Abu —mi abuela apareció segundos después, temiéndose que mi hermana pequeña la hubiese liado—, ¿me puedes comprar eso?

Mi abuela Vilma miró con atención aquella caja que Jess tenía sobre sus manos. La abuela podría estar quejándose, pero siempre nos compraba cosas, salvo ese día. Bueno, a Margot y a mí sí nos compró lo que queríamos, pero a Jess no.

—Jessica, precisamente esos libros se los regalé a tu hermana un cumpleaños, ¿los sigues teniendo? —Asentí. No recordaba dónde estaban, pero sabía que estaban en alguna parte de mi casa—. Tu hermana los tiene, cuando lleguéis a casa que te los dé.

Ese fue el día en el que mi hermana pequeña empezó a interesarse por la lectura, desde ese momento no dejó de leer ni un solo segundo.

Mis amigos y yo estábamos sentados en el porche de mi casa mirando todos los nuevos materiales que teníamos, o en el caso de Hunter y Aiden, los mismos que ya tenían, esos dos muy rara vez se compraban cosas nuevas para el colegio

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Mis amigos y yo estábamos sentados en el porche de mi casa mirando todos los nuevos materiales que teníamos, o en el caso de Hunter y Aiden, los mismos que ya tenían, esos dos muy rara vez se compraban cosas nuevas para el colegio.

—¡Mirad esto! —Grité emocionada enseñándoles el cuaderno que mi abuela me había comprado esa misma mañana.

Todos miraron atentos aquel cuaderno rosa con brillo, ahora echo la vista atrás y pienso que era una horterada, pero por aquel entonces lo adoraba.

—Hannah, es horrible. —Jade tan directa como siempre.

—Es la cosa más fea que he visto en toda mi vida. —Añadió Hunter.

—No les hagas caso a ese par de idiotas, Hannah, a mí me gusta mucho tu cuaderno nuevo. —Sé que era mentira. Que Aiden solo lo dijo porque le gustaba verme feliz, no porque realmente fuera bonito.

Jade suspiró y luego miró a Hunter.

—Algún día, cuando tú y yo estemos juntos, no seremos como estos dos. —Mis dos mejores amigos soñaban con casarse cuando fuesen grandes, siempre bromeaban con eso. Todos en el barrio lo sabían y no se quejaban. Pensaban que eran tonterías de críos.

Aiden
Iba a echarla de menos cuando empezasen las clases. Ya no la vería por los pasillos o en el patio. Yo empezaba el instituto y ella se quedaba en el colegio. Dejaría de pasar por el pasillo que daba a su clase para hacer muecas graciosas y que se riera. Hannah odiaba el colegio y siempre se quejaba de que se aburría en clase, ahora no podría ayudarla a que se divirtiera. Infinidad de veces me había colado en su clase con la excusa de que buscaba tizas. Qué triste que ya no pudiese hacer eso.

El sonido del verano (Serie hermanas Green, 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora