Hannah
Hacía diez minutos que acabábamos de llegar de la playa y nos habíamos puesto a preparar todo para hacer galletas cuando empezamos a escuchar gritos, se oían lejos, como si estuviesen dentro de alguna casa, aun así sabíamos que no eran de los vecinos de siempre. Solíamos vivir en un vecindario donde todas las casas daban a la playa, aunque la mía era la única que daba a la zona menos transitable, básicamente era una zona silenciosa. Conocíamos a los vecinos de toda la vida y nunca había problemas, ni peleas, ni nada por el estilo. Eso era nuevo para todos nosotros.
Mi padre se asomó por la ventana para ver qué era lo que estaba sucediendo, pero no vio nada extraño. Los gritos seguían escuchándose y los adultos supusieron que se trataba de unos nuevos vecinos que acaban de llegar a la casa de al lado. Annie, nuestra antigua vecina, nos contó que había conseguido vender la casa y que en pocas semanas se iría a vivir con su hijo. La anciana ya estaba muy mayor y sus hijos vieron conveniente llevársela para tenerla vigilada.
Mi madre fue a asomarse cinco minutos después de que mi padre lo hiciera. Se dio cuenta de que un niño había salido de aquella casa y no parecía estar muy contento con la situación que estaba viviendo. Mi progenitora me dijo que fuera a hablar con él, que seguro que nos haríamos buenos amigos; mi madre tenía muy buena intuición y muy pocas veces fallaba. Le hice caso. Cuando salí me encontré con un niño cuyos ojos estaban cerrados, tenía los oídos tapados, supongo que intentado no escuchar los gritos de sus padres. Lo observé hasta que abrió los ojos.
—¿Qué haces? —Le pregunté mirando hacia la puerta de su casa. Sabía que, posiblemente, estaba evitando a sus padres, pero tuve la necesidad de preguntarle. Es lo que hacían los niños pequeños. Preguntas, aun sabiendo la respuesta. Y yo estaba en la edad de hacer infinidad de preguntas.
—Evito a mis padres. No quiero que me metan en su discusión
—Ah, eso.
Por la manera en la que me miró tras decir eso, supuse que estaba esperando a que huyera, supongo que a lo largo de su niñez muchos niños habían huido de su lado al saber lo que llevaba detrás. A mí nunca me había pasado, por suerte, pero conocía a niños a los que sí y era muy triste. Quizás los otros lo llamasen raro o algo por el estilo, pero a mí me gustaba lo raro. Lo diferente.
Los adultos solían decir que lo diferente aterraba, pero yo siempre pensé que se equivocaban. Lo diferente siempre me había atraído.
—Lo hemos escuchado desde casa. —No supe qué decir más que eso; tenía seis años y aún no entendía muchas de las cosas sobre la vida. En realidad, no conocía nada. Lo que dije a continuación me salió sin más. Vi en aquel niño algo especial y quise descubrirlo—. ¿Quieres venir a mi casa? Vamos a hacer galletas.
—¿Vais?
—Sí, mis hermanas y yo solemos ayudar a mi madre cuando hace repostería, se nos da genial, aunque Jess suele acabar blanca como un fantasma. Tiene un año, pero mamá insiste en que tiene que aprender desde que es un bebé, dice que así nos enseñó a Margot y a mí, yo pienso que debió de lavar mucha ropa. Por cierto, me llamo Hannah. Hannah Green.
—Aiden Clark.
Me gustó su nombre, pero lo que más me llamó la atención fue su apellido y el gran parecido con el de mi amigo. Quien dice parecido dice el mismo. Uno de mis mejores amigos se llamaba Hunter Clark y lo quería más que a nada en el mundo, al igual que a mi mejor amiga Jade. Los tres éramos uña y carne. Una piña.
—Mi amigo se apellida igual que tú, se llama Hunter, te lo puedo presentar. —Quizás no pensé cuando dije eso, pero me pareció curioso y tuve que compartirlo. Tenía la tendencia a decir cosas que quizás a la gente no le importaban en absoluto.
—Creo que sé de quién me hablas, si es Hunter Clark, el chico obsesionado con los tatuajes, es ni más ni menos que mi primo.
Abrí los ojos como platos; quién iba a decirme a mí que aquel chico nuevo en la ciudad sería el primo de mi mejor amigo. Me pilló por sorpresa.
Hunter siempre hablaba de su primo. De ese chico travieso de buen corazón que solía pasar más tiempo en casa de sus abuelos que en la suya propia. Nunca nos contó el motivo, pero ahora sabía que era por la situación que se cocía en su casa.
Una de las cosas que más me gustó de Aiden fue la manera de decirme con los ojos que no importaba si me iba al saber sus problemas familiares, que él lo entendería, pero que en realidad le dolía cuando la gente se alejaba de él por eso. Dolía mucho saber que para las buenas había mucha gente y que para las malas nadie se quedaba. Yo tenía claro que me iba a quedar. Me importaba una mierda que él tuviera problemas; esos niños eran los que más necesitaban tener una amiga.
—¡Genial! Entonces, ¿vienes a hacer galletas?
—Hagamos esas galletas.
Pegué un gritito de alegría y le cogí de la mano para llevarle hasta mi casa.
En la cocina estaba mi madre acompañada de mis hermanas. Jess estaba intentando comerse las pepitas de chocolate que minutos antes le había dicho mi madre que ni se le pasase por esa diminuta cabeza meter la mano en la bolsa. Así era mi hermana, si le decías que no hiciera tal cosa iba y lo hacía, tampoco es que entendiera mucho, tenía un año y lo que estaba haciendo era descubrir lo que había a su alrededor y probar nuevos sabores, pero ella debía de comer otro tipo de cosas y no cosas de ese estilo y mucho menos chocolate, demasiado dulce para un bebé. Estaba más que claro que mi madre la iba a pillar, y lo hizo; mi hermana pequeña había sido pillada infraganti. Mi madre sustituyó la bolsa por una punta de pan, aunque no le hizo ni pizca de gracia, curvó las cejas y se cruzó de brazos. Jessica odiaba el pan porque le estaban saliendo los dientes y la pobre no podía morderlo, pero así se mantenía ocupada haciendo algo. Margot empezó a reírse al ver a su hermana; mi madre y Jess no pudieron evitar contagiarse de la risa y comenzaron a reír. Así era siempre en casa, mi madre le echaba la bronca a alguna de nosotras tres y las demás empezaban a reírse contagiándonos a todas y pasando un buen momento en familia.
Pararon de reír cuando vieron que había reclutado al hijo de los vecinos.
—¿Eres el nuevo vecino? —Preguntó mi hermana mayor.
*****
Holaa! Mismo capítulo, diferente persona. ¿Qué os ha parecido Hannah?
Espero que os esté gustando.
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El sonido del verano (Serie hermanas Green, 1)
RomanceEsta es la historia del primer amor. La historia de dos jóvenes que se amaron con todo su ser, pero que fueron demasiado jóvenes cuando lo hicieron... Hannah y Aiden se conocieron a los seis y ocho años y desde entonces formaron una hermosa amistad...