Catarsis.

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Día 5: Confort/Sanando juntos.

La luna brillaba débilmente en el oscuro cielo, proyectando una luz pálida sobre las ruinas humeantes de lo que alguna vez fue una próspera ciudad. Mikasa se encontraba en medio de un paisaje desolado, rodeada de edificios derribados y escombros que yacían dispersos por todas partes. Una sensación de pesadez invadía el aire, y un escalofrío recorría la columna vertebral de Mikasa mientras avanzaba con cautela.

De repente, escuchó un grito desgarrador que la hizo detenerse en seco. Era la voz de Jean. Un miedo indescriptible se apoderó de ella, y sus piernas comenzaron a temblar. Corrió en dirección al sonido, siguiendo la voz desesperada que se mezclaba con el eco de su propia respiración agitada.

A medida que avanzaba, vio a Jean, atrapado en una red de titanio retorcido. Sus ojos estaban llenos de terror y dolor, y su voz se ahogaba en medio de sus gritos. Mikasa corrió hacia él, pero cada paso parecía llevarla más lejos de él.

Finalmente, llegó junto a Jean, y el horror se apoderó de su ser. Sosteniendo una hoja ensangrentada, Mikasa se dio cuenta de que era ella misma quien tenía un cuchillo manchado de rojo en la mano. El shock y la incredulidad la paralizaron, incapaz de comprender cómo había llegado a esa situación.

Jean la miró con ojos suplicantes, su voz apenas un susurro:

—Mikasa, ¿por qué... ¿Por qué me haces esto?

Las lágrimas inundaron los ojos de Mikasa mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas. Su voz temblorosa escapó de sus labios:

—No... no quería hacerlo. ¡No soy así!

Pero, a medida que las palabras salían de su boca, la hoja del cuchillo se hundió más profundamente en el pecho de Jean. Un grito desgarrador llenó el aire, ella negó con la cabeza retrocediendo sin poder creer lo que sus ojos veían.

—¡Mikasa! —gritó una voz que se escuchaba lejana.

Ella se despertó con el corazón latiendo muy fuerte contra su caja torácica, las lágrimas por sus mejillas y volteó a ver a Jean.

—Hey, Mikasa, tranquila... Ya está —susurró atrayendo a Mikasa en un abrazo contra su pecho.

La azabache inmediatamente envolvió los brazos alrededor de él, enterró el rostro en su cuello. Jean la sujetó contra él besando su frente prolongadamente haciéndole saber que él estaba ahí, junto a ella. No era la primera vez que alguno de los dos tenía una pesadilla y el otro tenía que abrazarlo hasta que estuviera lo suficientemente tranquilo como para hablar sobre la pesadilla o dejarla de lado y dormir abrazando al otro para sentirse a salvo.

El corazón de Mikasa latía tan fuerte y tan rápido que no podía escuchar el de Jean. Ella movió su oreja al pectoral izquierdo de Jean para escuchar su corazón directamente.

—Shh... Tranquila —susurró acariciando la cabeza de Mikasa.

—Estabas muriendo... Yo... yo te mataba, Jean yo...

La sujetó firmemente contra su pecho haciendo que ella lanzará lágrimas de miedo. Porque era lo único que estaba pasando por ahora.

—No pasa nada... Preciosa —buscó una de sus manos para llevarlas a sus labios y besar sus nudillos con cicatrices una y otra vez.

—Estás vivo —murmuró cuando sintió el corazón de él latir tranquilamente dentro de su pecho.

—Así es hermosa... Estoy aquí, tú tranquila, no va a pasar nada... Estamos en tú cabaña y estás conmigo...

Besó su frente en un intento de transmitirle paz.

—Te vi... Yo te había apuñalado, tú estabas muerto por mi culpa... Jean.

Él comprendió de inmediato que se trataba de su pesadilla.

—Mi vida, mírame —pidió él con dulzura en la voz.

Jean sujetó el rostro de Mikasa por las mejillas obligándola a abandonar su escondite y subir la mirada a él, viendo a través de sus ojos el amor.

—Estoy aquí, junto a ti preciosa... No me pasó nada —la mano que beso anteriormente la llevó a su mejilla dejando que ella sintiera la temperatura en su piel.

Mikasa tragó saliva despacio, la otra mano en su pecho sintiendo su corazón, obligándose a sí misma a concentrarse en lo que tenía frente a ella, que él estaba ahí, que estaba respirando.

Jean acarició suavemente el rostro de Mikasa con el pulgar, tratando de calmarla. Sus ojos transmitían tranquilidad y cariño, como si quisieran borrar por completo las imágenes perturbadoras de su pesadilla.

—Lo que viste en tu sueño... no es real. Estoy vivo, sano y a salvo. No tienes que preocuparte por eso —susurró Jean con voz suave pero firme.

Mikasa se inspiró profundamente, intentando controlar su respiración agitada. La presencia reconfortante de Jean la ayudaba a volver a la realidad y a alejarse de las imágenes terribles que la habían atormentado en su sueño.

—Pero... fue tan real, Jean. Sentí como si fuera yo quien te hiciera daño —susurró Mikasa, con la voz aún temblorosa.

Jean sostuvo su rostro entre sus manos, buscando su mirada y transmitiendo todo su amor y comprensión.

—Mikasa, escúchame. Lo que sucedió en tu pesadilla no tiene nada que ver contigo en la realidad. Jamás me harías daño... Lo sé.

Mikasa dejó escapar un sollozó y se aferró aún más a Jean, buscando refugio en sus brazos. Él la abrazó con fuerza, envolviéndola en sus brazos.

—Estoy aquí para ti, Mikasa. Siempre estaré aquí para cuidarte y protegerte. Eres parte de mí todo y te amo más de lo que las palabras pueden expresar.

Las palabras reconfortantes de Jean calmaron el corazón de Mikasa. A medida que su respiración se estabiliza y las lágrimas disminuían, ella encontró consuelo en la presencia y el amor de Jean.

Permanecieron abrazados durante un tiempo, encontrando consuelo y paz el uno en el otro. La oscuridad de la pesadilla comenzaba a desvanecerse lentamente, sólo sentía los pulgares de él acariciarla en el hombro suavemente.

—¿Quieres volver a dormir? —preguntó Jean.

—No.

Fue lo único que dijo ella. Aferrándose a él aún.

Jean asintió con la cabeza, él acomodó las piernas de ella alrededor de su cuerpo, se acomodó en la cama para que ella quedará completamente sobre él con el rostro enterrado en el hueco de su cuello.

—¿Así vas a arrullar a nuestros hijos cuando tengan una pesadilla? —murmuró Mikasa, movió los dedos sobre su pecho concentrándose en otra cosa.

—Lo haremos los dos, estará en medio de los dos, tú los abrazaras mientras que yo acariciare sus cejas para que pueda volver a dormir...

Ella frunció el ceño.

—¿Qué? —cuestionó.

—Es algo que mi mamá hacía conmigo cuando no podía dormir... Algo así.

La mano derecha de Jean subió al rostro de Mikasa y con la yema de dos de sus dedos acariciaba ambas cejas de ella, de izquierda a derecha, la azabache cerró los ojos dejando que los músculos de su rostro se relajaran por completo. Empezó a sentirse adormilada, como si estuviera tan en paz que quería volver a dormir.

El rubio ceniza continuó con lo que hacía, dejando que ella entrara en un sueño profundo.

—Descansa, Mikasa. Estoy aquí contigo...

Besó su frente para luego quedarse dormido junto a ella.

One Shots Jeankasa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora