Cuentos de un minuto

Los deseos

Recuerdo el suceso tan maravilloso que me ocurrió cuando era muy pequeño.

Cuando tenía yo unos...Siete años...Creo recordar...Tenía la imposibilidad de poder ver nada.

Podía escuchar como se reían los niños y niñas que jugaban a mi alrededor, escuchaba esos "¡Mira, mira!" y trataba de elevar la mirada hacia donde venía la voz, pero tal mirar no existía.

Vivía en un mundo donde mi vida estaba sumida en la oscuridad. Mi única amiga era Lara, la cual desapareció de mi vida cuando se trasladó cuando yo tenía nueve años.

La profesora dio una charla aquel día sobre los sueños, que todos se podían hacer realidad. Después, nos dio una fina banda de tela en la que debíamos escribir nuestro sueño. Yo no tenía problemas para escribir, así que escribí mi deseo con grandes letras mayúsculas.

Poco más tarde, salimos al patio, todos cogidos de la mano y le dimos las cintas a la profesora, que las colgó de un árbol que había en el centro.

-Ahora, vuestros deseos se harán realidad –Decía la profesora-, pero, por favor, sed pacientes, los sueños no surten con rapidez.

Estuve esperando a que se cumpliese mi sueño, siempre, hasta que, cuando tenía diecinueve años se hizo realidad.

Me llevaron al hospital, estuve sin poder sentir nada un tiempo, por culpa de la anestesia, pero, al abrir los ojos, un rayo de luz me cegó, poco a poco empezó a disminuir la luz y empercé a ver algo. Un rostro conocido, pero ya mayor.

-¿L-Lara? –Dije incorporándome levemente- ¿Qué...Qué haces aquí...?

Lara se acercó a mi, con unas gafas de sol como los ojos de una mosca y me susurro:

-Menudo recibimiento a alguien que te acaba de dar sus ojos.

En aquel momento, me levanté de golpe y la abracé, fue un momento que pareció durar la eternidad deseada. Se había cumplido mi deseo.

Ahora puedo ver el mundo tal y como es. Puede mirar a mis hijos y a Lara, con la que hace ya un tiempo que me casé.

La vida, jamás había tenido tanto color.