El solicitante entró en "La oficina de los sentimientos perdidos", un lugar donde todos los sentimientos y otras múltiples cosas intocables pero sensibles por el corazón que se han perdido por la eternidad sin encontrar a sus dueños.
Al entrar, observó con curiosidad las más de mil estanterías de la pared.
Cada una tenía una pequeña placa dorada, con las inscripciones según de lo que fuesen los objetos que se encontraban en los tarros que había sobre dichas estanterías.
Miró a la estantería de los besos, donde se agolpaban miles de besos que nunca se llegaron a dar, después miró a la estantería a su izquierda, la de los guiños que no se habían utilizado por vergüenza o miedo.
En otra estantería estaban las frases y palabras dulces que jamás se pronunciaron: "Te amo", "Eres todo para mí", "Cariño", "Cielo mío",...
También había una carpeta sobre la mesa, y entonces se dio cuenta de que al lado de esta había un timbre viejo y mohoso que hizo sonar instantes después.
Al segundo, un hombre anciano de pelo blanco, gafas de media luna y mono negro y viejo apareció tras el mostrador de la oficina.
-Buenos días.-Dijo este con voz ronca- ¿Puedo ayudarle en algo?
El solicitante le miró y le dijo decidido:
-Buenos días a usted también, estaba buscando la palabra "Perdón".
En aquel momento, el hombre abrió la carpeta que había sobre la mesa y tras cerrarla, comenzó a buscar en unos archivadores cercanos a las estanterías.
-Veamos...-Decía rebuscando entre las palabras- "Suerte", "Adiós", "Nunca"...
No tardó ni tres segundos cuando se volvió con cara radiante y miró al solicitante.
-¡Aquí está!. ¡"Perdón"! –Se acercó lentamente con la palabra en la mano en forma de polvos en los que sonaba la palabra con un extraño eco- ¿La quiere o es demasiado tarde?
El solicitante tomó la palabra con cuidado y cariño, y clavó en el dependiente una mirada triste acompañada de una sonrisa mustia soltando un leve suspiro.
-Espero que aún no lo sea.
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Cuentos de un minuto
Historia CortaColección de relatos cortos fantásticos y no tan fantásticos para leer en una tarde nublada con un té y pastas o en una noche oscura entre las sábanas.