CAPITULO 5

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Lo deseaba tanto. Me había dado cuenta de eso durante los pasados meses. Los sueños me estaban volviendo loca. Sueños de Dimitri atándome a la cama, burlándose de mí, tocándome, con su oscura voz susurrándome promesas sexuales. Cada vez más a menudo me despertaba con el sexo húmedo, la respiración agitada y una súplica en los labios.

Supe que él era un mal asunto incluso antes de que mi padre se casase con su hermanastra. Sus ojos eran demasiado pícaros, sus miradas demasiado sensuales. Era malvadamente sexy, pecaminosamente sensual.

Dejando las llaves en el contacto para que el mayordomo lo aparcase, salte del coche. La noche ya se acercaba y maldita fuese si me quedaba sentada en el coche porque estuviera demasiado asustada como para entrar en la casa. Afortunadamente, Dimitri no estaría allí. No estaba siempre allí.

—Buenas tardes, señorita Lebedev—. El mayordomo, un antiguo gorila de discoteca alto y fornido, abrió la puerta cuando me acerque.

Por lo que sabía, Igor el mayordomo pasaba de los cincuenta pero no tenía aspecto de pasar de los treinta y cinco. Medía arriba de un metro ochenta, estaba abundantemente musculoso y lucía una nariz torcida y varias cicatrices pequeñas en su amplia cara. Era Russo, según me había dicho, con una mezcla de linaje alemán. Su espeso cabello castaño estaba casi afeitado y su amplio rostro se abría con una sonrisa.

—Buenas tardes, Igor. ¿Mi padre está en casa? —Di un paso al interior, más incómoda de lo que pensé que estaría.

Este era el hogar en el que me había criado, en el que corría tras el cachorro que una vez le había comprado mi padre pero del que mi madre se había deshecho. El hogar donde mi padre le curaba las rodillas despellejadas y un corazón magullado. El hogar del que mi madre la había sacado cuando mi padre reclamó sus derechos como esposo o un divorcio.

—Su padre y la señora De Lebedev han salido esta tarde, señorita —me respondió él. — ¿Se quedará usted un tiempo?

—Sí —inspire hondo. —Mi equipaje está fuera. ¿Mi habitación está todavía disponible?

Sentí una punzada de dolor mientras hacía la pregunta. Me había enterado de que Viera había dispuesto mi habitación para los invitados, en lugar de conservarla para mis escasas visitas.

—Lo siento, señorita Natasha—dijo Igor con suavidad. —La habitación está siendo redecorada. Pero el cuarto de la torre está disponible. Lo preparé yo mismo esta mañana.

El cuarto de la torre era el más alejado de los dormitorios de los invitados o de la familia. Detrás de la casa, en la tercera planta. La torre se había añadido décadas atrás por mi abuelo y cuando era niña la había adorado. Ahora me resentí del hecho de que no era una habitación de la familia, sino una que sabía que Viera asignaba a aquellos visitantes que apenas podía tolerar. Evidentemente, pensé, había bajado algunos peldaños en la cortesía de mi madrastra.

Inspire profundamente, no eran lágrimas lo que se atascaba en mi garganta, me asegure a mi misma. Mi pecho estaba tenso por el agotamiento, no por dolor.

—Bien —trague con fuerza. — ¿Podría subirme el equipaje? Necesito una ducha y un poco de sueño. Veré a mi padre por la mañana.

—Por supuesto, señorita Natasha —. La voz de Igor era amable. Llevaba con la familia más de lo que podía recordar y supo que mi dolor no le pasaba desapercibido.

— ¿Mi padre es feliz, Igor? —le pregunte haciendo una pausa antes de bajar por el pasillo hacia la escalera oculta que conducía al cuarto de la torre. — ¿Viera se ocupa de él?

—Su padre me parece muy feliz, señorita _Natasha —me aseguró Igor. —Más feliz de lo que nunca le he visto desde que la señora Melanka se marchó.

Eso era todo lo que importaba. Baje rápidamente por el pasillo, girando hacia la cocina para entrar por la escalera de la derecha. La escalinata conducía a un solo lugar.

El cuarto de la torre era una habitación hermosa. Circular y espaciosa, el mobiliario se había fabricado para encajar en el cuarto con exactitud. La cama era grande con una cabecera de madera de nogal maciza que se asentaba perfectamente contra la pared. Pesados cajones a juego se deslizaban en la pared de piedra formando un tocador, cubierto con un tapete a un lado de la cama. Al otro lado de la habitación había una pequeña chimenea, la madera eran troncos falsos que funcionaban con gas, pero era bastante bonito.

TERRIBLE TENTANCION...!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora