CAPITULO 6

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Me sentía como Cenicienta antes de que el Príncipe la rescatase. Me senté pesadamente sobre el edredón que cubría la cama. Esto era una mierda. Debería regresar al coche e irme directamente de vuelta al hogar al que pertenecía. Ya no pertenecía a este lugar, y comenzaba a preguntarme si alguna vez lo había hecho.

Respirando hondo, me pase las manos por el pelo y escuche como Igor subía las escaleras. Él entró en el cuarto con una sonrisa amistosa, pero sus ojos marrones eran sombríos cuando se encontraron con los míos.

— ¿Estará usted bien aquí, señorita Natasha? —le preguntó mientras colocaba la maleta grande y la bolsa en la rejilla para el equipaje junto a la puerta. —Puedo preparar rápidamente otra habitación.

—No. Estoy bien, Igor —. Sacudí la cabeza. ¿Qué más daba? Había regresado, principalmente para encontrar algo que nunca existió. Era mejor que lo supiese ahora, antes de llegar más lejos.

Igor asintió mientras se encaminaba hacia la chimenea. Con movimientos expertos encendió el fuego de gas, luego se echó hacia atrás y asintió con satisfacción ante el calor que se irradió desde los troncos de cerámica.

— ¿Quiere que le pida la cena, señorita Natasha? —le preguntó.

Mi padre y mi madrastra no estaban, así sabía que los criados estarían preparando su propia cena. Negué con la cabeza. Probablemente habían esperado una noche de descanso y yo no les privaría de eso. Lo que más le dolía era la ausencia de mi padre. Él sabía que venía, y no estaba allí. Era la primera vez que se marchaba sabiendo que vendría a casa. La primera vez que me sentía como si fuese una extraña en mi propia casa.

* * * * * * *

Una cosa que me encantaba de la habitación de la torre era el baño. El espacioso cuarto estaba situado a la derecha de la cama, y poseía una enorme bañera lo bastante grande para tres personas y una pared entera cubierta de espejo. Igor había abastecido la pequeña nevera en contra de mis protestas. Una de sus pequeñas sorpresas fue una botella de su vino blanco favorito. La abrí, me serví una copa llena y comencé a dar sorbos mientras el agua llenaba la bañera. El vapor se elevó llenando el cuarto, creando un efecto etéreo junto con el brillo de las velas que había encendido.

Me quitó el pantalón y la camiseta, apoyando la copa y la botella sobre un pequeño estante, y me hundí en el burbujeante líquido. Exquisito. Me incline hacia atrás contra la porcelana y apoyó la cabeza en el reposacabezas acolchado.

Cerré los ojos e inspire profundamente. Había esperado que mi padre estuviese en casa, había esperado alguna clase de bienvenida. No me había esperado que me abandonen a mi suerte. Pero la pecaminosa riqueza de la bañera aliviaba un poco la herida. Podía disfrutarlo. Por esta última vez.

No había venido a la casa sin motivos ocultos, eso lo sabía. Quizás este era mi castigo por ello. No era mi padre quien me había atraído sino el hombre que sabía que llegaría tarde o temprano. "Dimitri" Inspire profundamente, sonrojándome una vez más ante el recuerdo de la conversación telefónica. Podía tener un poco de sexo con él. No era como si fuese una virgen. Era por todo lo demás. Dimitri no era de los que se limitaban a un sexo normal. Dimitri era salvaje y pervertido, y le gustaba dar más sabor a las cosas, según había escuchado. Gemí recordando su promesa de atarme a su cama y lo que haría conmigo allí.

Nunca había tenido sexo duro, aunque admito que tampoco había tenido ningún sexo satisfactorio. Nunca había sido lo bastante intenso, lo bastante fuerte. El orgasmo más fuerte de mi vida había sido en aquel maldito vestíbulo, con los dedos de Dimitri empujando dentro de mi feminidad. Había estado tan excitada, tan mojada, que incluso mis muslos se habían cubierto de humedad.

Conocía a Dimitri desde antes de que mi padre se casase con su hermanastra. Había oído hablar de sus prácticas sexuales, de sus placeres. Era un hedonista, malvado. Y a veces, le gustaba dominar. No se comportaba como un matón fuera del dormitorio. Seguro de sí mismo, altanero sí, pero no un matón. Pero yo había oído los rumores. Historias sobre las preferencias de Dimitri, su insistencia en la sumisión por parte de sus mujeres. Los comentarios que él me había hecho a través de los años solamente daban mayor credibilidad a los rumores.

Temblé solo ante la idea de ser dominada por Dimitri. El miedo y la excitación vibraron a través de mis venas y de mi sexo a partes iguales, hinchando mis senos. No necesitaba el deseo que sentía por él. No necesitaba el corazón roto que sabía que él provocaría. Apure el vino de su copa y me serví otra, notando que los efectos de la bebida ya corrían por mi sistema. Finalmente me sentí más relajada. No había estado tan relajada desde hacía meses. Disfrutando las sensaciones, me serví otra, esperando que al menos esta noche pudiera conseguir unas pocas horas de sueño sin soñar con Dimitri.

A la mañana siguiente baje la escalera esperando ser bienvenida por mi padre. Me había puesto el suéter gris que él me había enviado el mes anterior. Diminutos botones de perla lo cerraban en un ribete justo por encima de mis pechos. Traía zapatos bajos a juego y perlas en el cuello. Confiada y segura de mí misma, me sentía capaz de sortear las preguntas de mi padre, su insistencia para que volviera a casa por un tiempo.

En lugar de ello, cuando entre en el familiar cuarto débilmente iluminado, me encontré con Dimitri.

En lugar de ello, cuando entre en el familiar cuarto débilmente iluminado, me encontré con Dimitri

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