Un día infernal

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El día ya había amanecido y Mr. Luz y Adora surcaban un cielo azul lapislázuli con algunas nubes blancas desperdigadas alrededor de un Sol que lucía espléndido. El héroe escudriñaba con la mirada cada avenida, cada callejón cada comportamiento que pudiera parecer extraño...

―Pero, ¿cómo vamos a encontrarlos? Hay cientos de miles de personas y centenares de edificios.

―No pierdas la esperanza ―respondió la chica.



Llevaban más de una hora sobrevolando la cuidad a baja altura, inspeccionando cada zona a vista de pájaro, intentando encontrar algún indicio o actitud que les hiciera sospechar, pero hasta el momento solo habían visto a ciudadanos normales, algunos ayudando en las tareas de reconstrucción necesarias por toda la ciudad, otros comerciando en los mercados, varios grupos de entre veinte y cincuenta personas repartidos por los parques y plazas, y otros muchos simplemente paseando. No había nada fuera de lo normal. Sumadia era muy grande y estaba llena de escondrijos, y ellos ni tan siquiera sabían a quien buscaban.

Entonces otra explosión les sorprendió.

Se dirigieron allí a toda velocidad y descendieron entre una multitud que corría aterrorizada alejándose del lugar de la explosión. Con un primer vistazo tuvieron la desgracia de comprobar que Omega no iba de farol. A su alrededor los gritos y sollozos de las víctimas inundaban el ambiente, el humo producido por la explosión se extendía por todos lados, creando una macabra atmósfera, y a sus pies runas y escombros entremezclados con sangre y cuerpos humanos. Decenas de personas yacían en el suelo, unas muertas, otras heridas retorciéndose de dolor.

―Por el creador... ―susurró Adora perpleja al observar tan macabro escenario.

«¿Por qué quería alguien hacer algo así?» Mr. Luz gritaba hacia sus adentros, intentando contener la creciente rabia y frustración.

Con gesto serio echó la mano a su oído.

―¿Antón?

―Héroe, hemos oído la explosión...

―Traed equipos médicos y bolsas para cadáveres... ―respondió con un hilillo de voz.



La explosión se había producido junto a una plaza en un pequeño local que llevaba meses vacío. ¿Cómo iban a sospechar de ese lugar? La gran explosión cogió de improviso a los paseantes y a un grupo de estudio de historia antigua que se estaba impartiendo en la plaza. El personal sanitario hizo lo que pudo. El recuento final fue de catorce muertos y al menos veintitrés heridos. Y este no iba a ser el último atentado, Omega había amenazado con un largo día.

Los héroes recorrieron los alrededores buscando pistas o algún sospechoso, preguntaron a varios testigos, pero fue inútil, nadie había visto nada...

Dejaron a Antón y sus hombres ocupándose del lugar y atendiendo a las víctimas y se apresuraron a seguir buscando alguna pista que les indicara donde se produciría el próximo atentad. No podían permitir otro acto como ese.



La noticia del atentado con víctimas mortales había corrido como la pólvora y todas las cadenas informativas se habían hecho eco de ellas. Se palpaba la creciente preocupación. Tras toda la mañana patrullando la ciudad, los héroes seguían sin encontrar nada, cuando Jonhy les llamó.

―Chicos, ha aparecido alguien en escena que me da que puede tener algo que ver con los atentados ―les dijo Jonhy―. O eso o es un oportunista.

Deus (Trilogía EXO III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora