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Sentado frente a tres miradas curiosas divagaba entre los recónditos espacios existentes en su memoria, recuerdos que permanecen escondidos y recluidos en una estancia que lo induce a actuar de la forma en la que lo ha estado haciendo, era una forma de protegerse, nadie más que él podía hacerlo.

—¡Comienza cuando desees Sirian!.—exclamó amable Egisra, la cálida sonrisa en su rostro despierta un recuerdo y potencia su lucha para salir de aquel acinamiento en el que se encontraba.

Era apenas un niño...¿Qué más podía hacer en ese entonces que solo levantar la voz, hacer berrinches y llorar?

—madre ¿por que tus ojos están asi?.—preguntó con ingenuidad, su tierna e inocente mirada permanecía sobre el rostro de su progenitora.

No comprendía los hechos tras aquella mirada triste que ella poseía.

—No es nada cariño ¡solo es producto del polvo!.—dijo con simpleza, limpio sus lágrimas con el dorso de sus manos rápidamente, aquellos ojos llorosos desaparecían y conforme lo hacían aquel pequeño niño extendía sus manos frente a ella, la buscaba y eso le alegraba.

Se agachó para tomarlo en sus brazos, lo que sucedió después hizo que se quebrara.

Aquel pequeño niño que no entendía el lenguaje de las situaciones, de los gestos y emociones más complejas, aquel que tenía una mirada inocente e ingenua, tierna y alegre, aquel pequeño Ángel ponía sus pequeñas manos sobre su rostro limpiando con sus pequeños dedos aquellas gruesas lágrimas que aún continuaban cayendo.

Sosteniendolo sobre su pecho con ternura, acariciaba su pequeño cuerpo. Aquel pequeño niño hundía su rostro sobre su cuello, la abrazaba con todas sus pequeñas fuerzas.

—Mami, cuando crezca haré que las arenas del desierto no toquen tus ojos ¡nunca!.—fruncia el ceño demostrando su enojo, aferrándose más al cuello de su progenitora, sintiendo la calidez de sus brazos y la ternura de sus caricias.

—Mi pequeño Ángel...—ella mostraba una enorme sonrisa sincera, gentil y calida, una que transmitía el más profundo amor hacia él.

Esa sonrisa bañada en lágrimas de felicidad estaba presente en todos aquellos momentos difíciles de su vida. Ella era todo lo que tenía.

—¿Sirian? ¿Estas bien?.—pregunto Abdel con preocupación.

Todos lo miraban apenados por su situación, intuian que algo muy delicado había circulado por su mente en el momento en que habían intentado profundizar los lazos entre ellos.

Estaba llorando, con un rostro abatido y ausente del entorno en el que se halla, regresó en si cuando sintió el toque de Abdel. Aquella entidad sostenía sus manos con delicadeza intentando calmarlo.

—¿Estas mejor Sirian?.—aquellos ojos transmitían la preocupación que alguna vez sintió sobre si en un momento muy remoto. La calidez de su toque le recordaba a aquellos momentos en los que su madre sostenía aún su mano.

Era peligroso seguir ahí, se rompería por completo si se quedaba más tiempo, tenía que huir.

Apartó de forma descortés las manos de Abdel, con un rostro asustado y frustrado se marchaba velozmente de la habitación. Corrió por los amplios pasillos cubriendo su rostro marcado por gruesas lágrimas.

Sus manos temblaban conforme intentaban abrir la puerta de su habitación, en aquel pequeño momento sintió una presencia familiar. Aquella mano la conocía a la perfección.

Elevó su mirada, aun cuando más lágrimas caían de su rostro debía afrontar con valentía a quien tenía en frente, sus lágrimas eran incapaces de opacar su visión clara. Era él, no estaba equivocado ni mucho menos alucinando.

Aquella fría mirada lo cuestiona con severidad, en el silencio más incómodo las emociones son las que elevan su voz por lo alto, ellas hablan aún sin tener una voz directa, los gestos son su manera de comunicarse con el exterior.

Era un niño después de todo, no pudo aferrarse a él por miedo a terminar como Texas, no soportaría estar tan alejadl de aquello que tanto aprecia. A diferencia del texano, aquel muchacho que tiene en frente llegó a sus manos siendo un niño pensante en lugar de un bebé que no tenía ni la más mínima idea de lo que ocurría a su alrededor.

—Tranquilizate, son sólo recuerdos...recuerdos que debes saber manejar, no te dejes llevar por ellos....—intentaba consolarlo, permaneciendo indiferente esperaba que el dolor que lo aquejaba producto de sus recuerdos se esfumara y se tranquilizara.

Sirian bajo la cabeza, derramando más lágrimas y sollozando apretaba con fuerza la manija de la puerta. Necesitaba algo más que solo palabras reconfortantes o de consuelo, necesitaba una muestra de cariño diferente a las palabras. Necesitaba un abrazo.

Camino dudoso hacia la presencia de Moscú, extendió sus brazos y abrazo al ruso. En el momento en el que se sintió seguro se desahogo de todas aquellas emociones que se habían ido acumulando a lo largo de los años en aquel recuerdo. Mientras más abraza al contrario más lágrimas caen de su rostro, pero escasean a medida que siente unas ligeras caricias sobre su espalda, son ligeras y toscas, no son tiernas pero tampoco son desagradables. Era la forma en la que las emociones más complejas se expresaban en una persona que era experta en ocultarlas, un hombre "frío" era capaz de transmitir "calor" a través de toscos y sutiles actos de compasión y amor filial.

—Debes luchar contra tus propios demonios, tú mente es tu mayor enemigo ahora... Busca la forma de contrarrestar la manera en la que aquellas emociones toman control de ti.—le aconsejó, su tono suave y calmado era aquello que aquel que tiene sobre su torso necesitaba para calmarse por completo.

Era una muestra de que al menos en estas circunstancias no estaba totalmente solo. Nunca lo estuvo en primer lugar y jamás lo ha de estar.

—Regresa a tu habitación, arregla las cosas que tienes aqui.—señalo con su dedo índice si cabeza.—los recuerdos son memorias preciadas o en algunos casos memorias aterradoras, debes tener el valor de sumergirte en aquel mar extraño de emociones complejas y confusas y salir a la superficie solo con aquello que más aprecies, con el poder suficiente para ponerte por encima de ellas.—le dio un fuerte abrazo, en aquel momento aquellas emociones que antes no había expresado estaban mezcladas en un rostro que frunce el seño y en aquel fuerte y cálido abrazo.

Era un momento memorable, uno de esos momentos que se quedan grabados para la posteridad. Un nuevo recuerdo para apreciar.


➶ċǟʍɨռօֆ ċʀʊʐǟɖօֆ➷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora