✦10✦

3 0 0
                                    

Era un día rutinario, era lo mismo de siempre, observar rostros conocidos cada mañana, ver sus gestos y sus personalidades aflorar de manera discreta. De entre todos aquellos que conoce resalta la presencia familiar de alguien en particular, alguien con quien ha estado en contacto y ha establecido un vínculo realmente fuerte, un vínculo envidiable, uno que se ha visto hace un tiempo atrás.

—¡Gretur!.— exclamó alegre, con los brazos abiertos de par en par corrió hacia él con tal alegría que todos estaban extrañados, sobretodo su hermano.

—¡Egisra!.—exclamo alegre, correspondió el abrazo de su alma gemela, sintió su cariño en aquel cálido abrazo, sintió el latir de su corazón y sintió la mirada fulminante de uno de los presentes.

Egipel lo miraba extrañado, con una mirada que parecería que asesinaria a cualquiera, se acercó rápidamente hacia el recién llegado. Tomó del brazo a su hermana y la alejo de quien creía era un extraño que se aprovechaba de su hermana.

Gretur era muy diferente a como lo había conocido, había cambiado mucho, quizá demasiado. Las franjas que decoraban su rostro eran azules... ¿Por que ahora eran rojas?.

—Alejate de mi hermana.—dijo amenazante poniendo detrás suyo a su hermana y observando las miradas curiosas de Sirian y Abdel.

Egisra se alejó de Egipel y volvió a los brazos de Gretur, una situación que parecía sacado de un extraño drama, todos estaban en tensión. Los que sobraban en la escena decidían en silencio si debían intervenir o solo observar.

Era nuevo para ellos observar que Egipel podía tener otra cara en lugar de la amable que siempre mostraba. Un rostro serio con un carácter agresivo eran aspectos que nunca pensaron podrían expresarse en él.

—Egipel, tranquilizate. Se que mi apariencia es distinta a lo que recuerdas pero creeme que soy yo.—intentaba calmarlo, su sonrisa nerviosa y que Egisra estuviese más aferrada a él eran aspectos que en lugar de sumarle le restaban.

Justo cuando la paciencia y la serenidad que aún poseía se habían desvanecido, Sirian y Abdel intervinieron, lo menos que querían en este momento era escuchar un sermón largo por parte de la ONU.

—Creo que debes respirar hondo, relájate.—murmuro suavemente con el propósito de calmarlo, era una situación crítica desde un punto de vista objetivo.

Alguien de quien menos te esperas un actuar así era realmente peligroso.

Con la presencia de Abdel en el escenario Sirian se encogio de hombros y planteaba marcharse, no lo hizo por una razón. Tenía mucha curiosidad por ver cómo terminaría dicha situación.

Gretur observaba a Egipel y con curiosidad a Abdel, su presencia se le hacía un tanto familiar, su rostro, su mirada, aquellas alas sobre todo eran enigmáticas ¿como alguien podría desarrollar siquiera extremidades para volar?

Egisra dejó de abrazarlo y se acercó a su hermano, agradeció a Abdel por haberlo calmado un poco y tras unos pocos minutos ella le propinó un par de golpes en el hombro a puño cerrado, le regaño en frente de todos y ante dicha acción ambos procedieron a discutir.

Mientras aquello ocurría Gretur se acercó a Abdel para conversar con el y disipar algunas dudas que tenía con respecto a su presencia singular.

—Abdel... Esas alas ¿son parte de un disfraz o son parte tuya?.—lanzó una pregunta insulsa, una que generó un gesto de extrañeza en el rostro ajeno.

—¿crees que son parte de un disfraz?.—le interrogó con un tono burlón expandiendo sus alas y batiendo las mismas un poco.

El bicolor quedo maravillado con semejante demostración, la envergadura de sus alas era muy amplia, tenían una tonalidad armoniosa entre blanco y rojo que combinaban con los colores de su piel. Eran majestuosas y le despertaban la curiosidad de saber cómo se sentiria surcar el vasto cielo azul con ellas, sentir la brisa, ver el mundo bajo sus pies.

Por otra parte mientras observaba cada pequeño detalle de aquellas alas su mirada se clavó en una presencia que le resultaba amenazante, era el recuerdo de una pesadilla que se materializa en una presencia tricolor que se abstiene de socializar, contraria a la entidad original dueña de sus pesadillas.

—Eres... ¿Eres Irán?.—pregunto dubitativo, si bien el rostro era idéntico en cuanto a las facciones y colores, su mirada y pequeños detalles le gritaban que no, no lo era.

Sirian se mostró ofendido, enfadado mostro un gesto de disgusto y molestia, tomó una postura más intimidante, aquella que siempre solía usar su "padre" cada vez que cometia algún pequeño error.

—Vuelve a confudirme con aquel bastardo y te juro que te arrancare los ojos.—sus manos estaban sobre los hombros ajenos, ejercían una fuerza considerable sobre ellos, su mirada amenazaba al igual que sus palabras.

Era idéntico, la misma sensación aterradora lo invadía una vez más, solo que en esta ocasión no se mostraría vulnerable, al menos no frente a sus ojos.

—Disculpame, no quise ofenderte... Solo que eres tan idéntico a él.—lo confrontó, con suficiente coraje se ponía a la par de su contraparte, era una situación bastante hostil entre ambos, una que alguien corto con bastante facilidad.

—Calmate Sirian, es nuestro nuevo compañero, debemos ser amigables y construir un fuerte lazo entre nosotros.—expresó sereno Abdel, interponiendose entre ambos y plantandole cara al tricolor pretendía buscar la calma que hace poco reinaba entre todos.

Sirian bajo un poco la cabeza, suspiro y con la cabeza en alto abandono la gran sala.

—¿A donde vas? Debemos desayunar todos juntos!.—exclamó Egisra, el tricolor hizo oídos sordos a su declaración, su hermano se mostraba reacio a compartir la mesa con un desconocido y Abdel estaba más incómodo que nunca.

Era una situación problemática, una que revivia la misma sensación que tuvieron cuando eran pequeños, cuando aquella vez que fueron a visitar a su padre Israel, tanto él como Egipto se mostraban hostiles uno con el otro, otro más que el otro.

Abdel se disculpó y se marchó poco después de que Sirian dejó la sala, la situación parecía ser un asunto familiar por lo cual creyó conveniente marcharse porque llegaba a sobrar en aquella situación. Les dio su espacio mientras él buscaba el suyo, debía buscar la forma de distraerse y olvidar el tenso momento que vivió allí, quizá una caminata por los alrededores sería una buena opción si no tuviera prohibido abandonar aquel piso.

¡Vaya comienzo del día más problemático!

➶ċǟʍɨռօֆ ċʀʊʐǟɖօֆ➷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora