John Milton

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"La mente hace su propio lugar; en sí misma puede transformar un cielo en infierno, y un infierno en cielo."
La frase de John Milton resuena en mi cabeza mientras pienso en Pablo. El hecho de que no fuera el chico del autobús, ni el chico popular que siempre había creído, me hace cuestionarlo todo. Al final, no son los eventos en sí los que nos causan dolor, sino la manera en que los interpretamos.

-Mamá... ya... -murmuro mientras encuentro una nota y escucho el mensaje en el contestador automático. Genial, mamá no está.
Me siento a comer y, de repente, mi teléfono vibra. Es un mensaje de Charlotte.

-Amiga, tienes que venir, hay una fiesta en la universidad de mi hermano y Lluís estará allí esta noche.
Ah, cierto. No había mencionado que Lluís era mayor que yo, que me había cambiado de instituto por lo de mi padre, y ahora estaba repitiendo el curso.

-No sé si iré -respondo, pero inmediatamente borro el mensaje y la llamo.

-Hola, Charlotte. No sé si iré... no es apropiado.
- ¿Tu novio no te ha dicho nada?
-Nada al respecto.
-Paula, ahora con más razón deberías ir.
-Charlotte, no sé...
-¿Ya no le quieres? ¿Es eso?
-Hubo una pelea en el instituto y no pude hacer nada.
-Voy para allá, ¡ya! -me dice antes de colgar. Y la espero en casa.

Charlotte llega lo más rápido que puede, y la abrazo al instante.
- Lo siento... he fastidiado la fiesta -le digo entre lágrimas, maldiciendo todo lo que pasa.

-No, cariño, no has arruinado nada. -Charlotte seca mis lágrimas con suavidad.
-Pablo se ha peleado hoy. Casi lo matan. -mi voz se quiebra en llanto.

-Pero está bien, Paula, está bien. -Charlotte trata de calmarme. - No todo va a ser igual que con tu padre. Tranquila, mañana todo se habrá solucionado.
Esa noche, me quedé dormida en sus piernas. Fue una larga noche, más larga que nunca.

De repente, me despierto agitada, el recuerdo de una pesadilla me sacude.
- ¡Papá! -grito, sin poder evitar las lágrimas. Lo echo tanto de menos.
-Papá, te he defraudado. -digo mirando una foto suya en mi mesita de noche. Abrazada a ella, me quedo dormida nuevamente, buscando consuelo en su imagen.

El escritor demodé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora